Aquella 'autoridad' de los padres
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Las relaciones familiares han cambiado, tanto que determinados patrones de comportamiento aplicados antaño resultarían de casi imposible ejecución en la actualidadSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Las relaciones familiares han cambiado, tanto que determinados patrones de comportamiento aplicados antaño resultarían de casi imposible ejecución en la actualidadPoco tiene que ver la 'autoridad' de los padres de hoy sobre sus hijos con la de otros tiempos. La relación padres-hijos es ahora tan distinta que determinados patrones de comportamiento aplicados antaño resultarían en la actualidad de casi imposible ejecución. Salta a ... la vista que en múltiples casos se ha pasado de la nada al todo; es decir, de un planteamiento demasiado estricto de las cosas a una anchura de mangas que se convierte en bumerán.
El padre o la madre adquieren una condición de la que no deben olvidarse en ningún momento porque implica adoptar actitudes no siempre cómodas. Si lo hacen perjudicarán a su hijo y, de rebote, a la sociedad. La moderna expresión «yo soy amigo de mi hijo» suele caer por su peso. Un padre es un padre; una madre, una madre; un hijo, un hijo, y un amigo… algo muy distinto. La responsabilidad que los progenitores tienen sobre la educación de sus herederos, lo demuestra. Responsabilidad que, por supuesto, debe iniciarse con el ejemplo que les aporten tanto en casa como en la calle.
In illo témpore los padres no solían tolerar determinadas cosas hoy normales y aunque en tal aspecto resultaba (y resulta) difícil alcanzar el equilibrio, salta a la vista que, en la familia, de no colocarse argumentadamente de vez en cuando los puntos sobre las íes cualquier asunto de principios y valores puede irse de las manos. Abunda la casuística…
Entre que un hijo se convierta en amiguete/colega de su padre o madre y que tenga miedo a su padre o madre, como por desgracia sucediera en ciertos casos durante lejanas décadas, hay, sí, un término medio. El hecho de que sus progenitores le nieguen una determinada cosa al adolescente de turno (es decir, que pronuncien el desagradable «no») jamás significa que no le quieran, sino lo contrario. ¿Quién va a querer más a un hijo que sus padres?
En el ayer el adverbio «no» sonaba con frecuencia, la mayor parte de las veces a la fuerza, pues la cartera agonizaba. Empero, debido al nivel económico de vida del que gozamos, la comodidad de numerosos padres o su deseo de mantener la fiesta en paz, hogaño se le echa bastante en falta.
Sólo cuando avanzan los calendarios, el hijo se convierte en padre y hace lo mismo con su propio hijo entiende al cien por cien aquella actitud de papi y mami en el capítulo de la «autoridad» (en definitiva, del respeto) que de chaval no comprendía. Así es, hermosas teorías aparte, la Ley de la Vida. Del pasado se aprende. Es una escuela. Y los padres, unos maestros extraordinarios.
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