Cuando se viajó en diligencia por Cantabria
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
El cinematográfico transporte por carretera se impuso en la primera mitad del siglo XIXSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
El cinematográfico transporte por carretera se impuso en la primera mitad del siglo XIXNos quejamos hoy a veces de los medios de transporte colectivo: que si llegan tarde, que si no funciona bien la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano, que si el asiento es incómodo, que si tal y que si cual. ¡Cómo ... se nota que no vivimos en los años de las diligencias! Sí, de las diligencias como las que se ven en las películas del oeste protagonizadas por John Wayne y compañía. Sepan quienes no lo saben que en ellas se desplazaron bastantes personas a diario por Cantabria.
En la primera mitad del siglo XIX las diligencias eran el no va más del transporte de viajeros por carretera, pues el tren (que al poco tiempo de implantarse acabaría con ellas) seguía siendo para la mayoría de pueblos y ciudades un sueño. No resulta difícil imaginar cómo tenían que resultar los viajes, especialmente en determinadas estaciones del año...
Las empresas del ramo se publicitaban en prensa. Veamos cómo. Anuncio de una: «La empresa ha procurado al establecer esta nueva línea que las expediciones se verifiquen con la mayor regularidad, valiéndose de mayorales que además de su inteligencia sean atentos con los señores viajeros, y empleando coches cómodos y bien construidos». El de «Unión Victoria», por su parte, decía: «Esta empresa, para mayor comodidad de sus viajeros, ha dispuesto establecer otro servicio diario de diligencias de Santander a Laredo, Ramales y viceversa, saliendo de Santander las 8 de la mañana, de Laredo a las 10 y de Ramales a las 7. Los precios serán a Treto, Colindres y Laredo 16 reales, Limpias 20, Ampuero 22, Rasines 26 y Ramales 30».
Las diligencias tenían una ruta marcada con paradas en posadas o paradores para que descansaran y repusieran fuerzas tanto los viajeros como los caballos (que eran sustituídos por otros), el mayoral (que ejercía ante los clientes de representante de la compañía) y el zagal, su fiel ayudante. Todo estaba bien organizado y los horarios se cumplían en un porcentaje más que aceptable, aunque nunca estaba descartada, como es lógico, la avería o cualquier imprevisto.
El éxito de las diligencias fue, en definitiva, consecuencia del trabajo y en condiciones duras (¡qué meneo por las empolvadas «carreteras», qué meneo!) Muchas disponían de asientos de diversas clases (primera, segunda, tercera), con precios distintos. Se extendieron no sólo por España sino por casi toda Europa. En 1826 algunas realizaban trayectos superiores a los 1o0 kilómetros diarios. Trate de plantarse mentalmente el lector a modo de ejemplo un viajecito por etapas Madrid-Santander…
En julio de 1896 empezó a funcionar el ferrocarril Santander-Bilbao. En consecuencia, las diligencias de tan importante trayecto (una de ellas «La Esperanza», que ofertaba el servicio de «coche correo») pasarían primero al segundo plano y después al adiós. O sea, como los vapores con pasajeros que unían desde la bahía la capital cántabra con la vasca. Se cerraba así otro capítulo de la historia: ya no se volverían a ver diligencias en Santander, Somo, Torrelavega, Laredo, Ramales, Treto, Colindres, Rasines, Ampuero… Conste en acta, pues, que en materia de transporte de pasajeros por carretera también existió el ayer.
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