Cuando se cumplían pocos deseos
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
El consumo navideño de hoy nada tiene que ver con lo que se vivía en el pasadoEntramos en diciembre y eso significa que se acerca la Navidad, con lo que hoy implica de consumo. En otros tiempos, en cambio, el asunto se planteaba de forma bien distinta. ¿Motivo? A diferencia de lo que sucede ahora, no sobraba ni una peseta. ... Es decir, que la mayoría de cosas se convertían en un deseo que casi nunca se cumplía.
Empezaba el asunto con la visita que hacían a las casas diversos profesionales populares y apreciados, para transmitir su deseo de que cada cual disfrutara de unas «Felices Pascuas y un Próspero Año Nuevo». Lo hacían mediante el famoso «aguinaldo». El cartero, el lechero, el basurero, el sereno, etcétera, trataban de ganar vía propinas unas pesetillas con las cuales comprar algunas de las tentaciones que ilustraban las tarjetitas que entregaban: botella de champán, tabletas de turrón, un pavo para asarlo y comerlo con patatas, etcétera. A los policías municipales muchos automovilistas les llevaban los regalos donde regulaban el tráfico. ¡Otros tiempos, sí!
Por su parte, el pueblo disfrutaba merced a la contemplación de los escaparates de las tiendas adornados con espumillón y bolas, los entrañables nacimientos instalados en las iglesias y las actuaciones artísticas en las que se cantaban villancicos. Pocos entretenimientos más había, pues hasta la iluminación callejera resultaba forzosamente sencilla. El derroche no se estilaba en ningún ámbito: ni en el particular, ni en el colectivo. Estaba la situación como para derrochar…
En cuanto a la adquisición de alimentos, se planteaba en cada casa/caso con la lógica cautela que exigían unas carteras (salvo las clásicas excepciones de gente «con posibles») siempre al borde de la agonía. De todos modos, aunque sin tirar demasiados cohetes se hacía un esfuercillo para llevar a la mesa algo especial y preparar en las fechas más señaladas las mejores viandas posibles.
En tal panorama, lo que sí quedaba claro – ahí los recuerdos no fallan, son huellas indelebles en la memoria sentimental- era que no había nada más importante que la familia y compartir, factores que actualmente cotizan a la baja. Cuando casi todo resultaba un deseo porque las ganas de comprar chocaban contra la rocosa realidad de la escasez (en el caso de los niños, simbolizada en la nariz pegada al cristal de un comercio), disfrutar en común de lo poco que hubiera… transformaba la sencillez en Amor. Salta a la vista que cualquier parecido con lo que acontece hogaño en las mismas circunstancias constituye, en general, pura coincidencia: hemos transitado sin término medio de soñar, como «Carpanta», con un pollo, a que en Navidad se acabe tirando comida a la basura.
Ayer y hoy.
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