La extraña enfermedad que salvó miles de vidas

Las persecuciones llegaron a los guetos cercanos al río Tíber, en Roma, donde se encontraba el hospital católico de Fatebenefratelli, con unos 450 años de antigüedad, es un edificio situado en una pequeña isla justo en medio del propio río y de los guetos judíos, un lugar emblemático.

Un buen grupo de judíos consiguieron escaparse de los nazis y se refugiaron en el hospital. Allí se encontraban los médicos Vittorio Sacerdoti, Adriano Ossicini y Giovanni Borromeo. Cuando los nazis entraron en el edificio, los doctores rápidamente explicaron la enfermedad del 'Síndrome K', poniendo un gran énfasis en que era contagiosa y tan mortal que si algunos de los soldados alemanes entraba en contacto con un paciente rápidamente caerían enfermos contagiando, a su vez, a los compañeros o cualquier persona que estuviese cerca de ellos.

La enfermedad no aparecía en ningún libro clínico, ni en la tabla médica, directamente no existía, se la acababan de inventar. ¿El motivo? Salvar a los hombres que huían de las tropas. Los médicos acababan de elaborar un rápido e inteligente plan para diagnosticar a los refugiados con la enfermedad del 'Síndrome K', de esta manera podrían distinguir a los sanos de los realmente enfermos del hospital.

Cuando un médico se encontraba con un paciente con 'Síndrome K' todos los que trabajaban allí sabían qué pasos debían tomar. Según palabras del doctor Adriano Ossicini, que inventó el nombre en clave: «La enfermedad se marcó en los informes de los pacientes para indicar que el enfermo no estaba enfermo en absoluto, simplemente era judío. Creamos esos documentos para ellos como si fueran pacientes ordinarios, y en el momento en que tuvimos que decir qué enfermedad sufrieron decíamos que tenían el síndrome. Aquello significaba que «estoy admitiendo a un judío», como si estuviera enfermo, pero sabiendo que todos estaban sanos», dijo en una entrevista el médico.

El nombre escogido, esa 'K' tenía un significado y era por Albert Kesselring, el comandante nazi que estaba a cargo de la ocupación italiana de Hitler. «Los nazis pensaron que era cáncer o tuberculosis y huyeron como conejos», explicó O. Una buena paradoja el usar la inicial del apellido para conseguir hacer todo lo contrario a lo que venían haciendo.

Sin importar si eran niños o adultos, se les obligaba toser violentamente si aparecía un nazi por el edificio o incluso se ponían carteles donde se leía 'Prohibido tocar a este paciente', técnicas que ayudaron a completar el engaño. Los alemanes, asustados de contraer la enfermedad, ni siquiera se molestaban en inspeccionar a la gente.

Toda una hazaña que permitió salvar a gran cantidad de vidas y que hasta hace unos años no fue revelada. Un buen diagnóstico para una enfermedad 'contagiosamente' humana.

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