Cuando estrenábamos ropa
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En la actualidad tenemos exceso de prendas en el armario, pero antes se heredaba el armario entre la familiaSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En la actualidad tenemos exceso de prendas en el armario, pero antes se heredaba el armario entre la familiaHoy día, gracias al nivel de vida del que se dispone, no constituye un acontecimiento comprar ropa. En otros tiempos, en cambio, marcados por la que se «heredaba» de padres a hijos y de hermano a hermano, poder estrenar una prenda resultaba sinónimo de ... experiencia gozosa. Si mamá podía llevarnos a la tienda para adquirir un jersey, por ejemplo, tal visita derivaba en fiesta. Lo mismo era aplicable a unos zapatos «de vestir» o unas botas «Gorila» (aquellas, sí, de las pelotas de goma, que aguantaban todo tipo de retos propios de la infancia callejera). No en vano aún se mantiene en el lenguaje coloquial la expresión «más contento que un niño con zapatos nuevos»…
Como antaño las carteras estaban, en general, al borde de la agonía (si no en la agonía, sin borde), lucir ropa nueva resultaba un deseo la mayor parte de veces frustrado. Hogaño se hace con tal frecuencia que implica rutina, no es algo extraordinario. Pero conviene recordar con detalle el pasado.
Hay que insistir en él para que las nuevas generaciones de españolitos (por cierto, dotados casi desde la cuna y el chupete de una magnífica tablet, un móvil de última generación, un moderno ordenador, etcétera) no crean que el día a día fue siempre jauja. De eso nada, monada. ¡Ya nos hubiera gustado a unos cuantos que lo fuera!
Salir a la calle con ropa de tienda significaba que se había podido dar un paso más allá del tradicional (confeccionarla hábilmente en casa con las agujas de punto o merced al dominio de la «Singer», la «Alfa», etcétera). Naturalmente, tal lujo únicamente podía permitírselo un pequeño segmento de la población. Y qué decir al respecto, claro, si hablamos de las denominadas «familias numerosas». Entonces, se agotan las palabras.
Planteada queda la reflexión para que quienes la lean y compren pronto en cualquier establecimiento otra camisa, otro pantalón (que se sumarán a las muchas y muchos que ya tienen), o lo que sea, valoren el feliz presente del que disfrutan en materia de consumo. Por intentarlo, al menos, que no quede.
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