El 'lío' histórico de los sombreros femeninos
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Su gran tamaño provocó en otros tiempos que las autoridades prohibieran a las señoras presenciar con ellos los espectáculosSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Su gran tamaño provocó en otros tiempos que las autoridades prohibieran a las señoras presenciar con ellos los espectáculosLa historia del mundo del espectáculo está cuajada de anécdotas que demuestran hasta qué punto han cambiado las modas, las costumbres y los tiempos. Buen ejemplo es lo que sucedió a comienzos del pasado siglo en los teatros. Como acudir a presenciar un espectáculo ... constituía sinónimo de acontecimiento social –ahora también, pero menos- la gente se acicalaba al máximo para dar la mejor imagen. Caballeros y damas lucían sus mejores galas.
Las señoras, además de salir de casa con vestidos elegantes, solían hacerlo con un sombrero bastante llamativo. Pero no sólo por su diseño, sino por su tamaño. Hasta ahí, todo más o menos normal. Pero lo que ya no resultaba tan normal era que presenciaban las funciones teatrales… con el sombrero puesto. No resulta difícil imaginar cómo se ponían los espectadores a los que les tocaba delante una dama, y las broncas que se montaban cada dos por tres porque no se podía ver bien la función.
Llegó la cosa hasta tal punto que incluso en Madrid se creó una ordenanza de espectáculos para evitar tal tipo de situaciones, que se implantaría en el resto de España. Quedándonos en el ámbito más local, procede recordar que hasta la publicidad de un evento organizado en el teatro del Gran Casino de El Sardinero indicaba en agosto de 1902: «La Empresa suplica a las señoras que no asistan a las representaciones con sombrero». Como la batalla era imparable, el asunto acabó mediante la aplicación de la ley. Resultado: las señoras, como hacían los caballeros, tuvieron que quitarse los sombreros para presenciar obras teatrales, recitales musicales, etcétera.
El reglamento nacional de espectáculos (año 1935) precisaba en su 'Art. 93.' lo siguiente: «No se permitirá en los teatros ni salas de espectáculos estar con el sombrero puesto, en ninguna localidad, mientras se halle el telón alzado, prohibición que se hace extensiva a las señoras de no ocupar éstas localidad de palco o de última fila de butacas, o cuando se trate de conciertos al aire libre». Al principio costó resolver el problema, pero al final acabó haciéndose la paz porque quedó claro que todos los espectadores tenían derecho a presenciar un espectáculo con el mismo «campo de visión». ¡Qué cosas!
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