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Con nueve años ya sabía cuál iba a ser su futuro. No soñaba con ser astronauta, enfermera o bombero. Ella quería tener su propia joyería. El padre de Pilar Lobato (Santander, 1972), el día de su primera comunión, le preguntó que qué prefería de ... regalo: una bici o ir juntos a la joyería Galán. «Te puedes imaginar la respuesta». Convivió desde pequeña con las antigüedades y el amor por las joyas lo heredó de su madre Pilar. En los viajes, a diferencia de sus amigas o acompañantes, pasaba de los escaparates de moda y «pegaba la nariz a los de las joyerías». «En Europa tienen un gusto por la joya antigua exquisito». A costa de un gran disgusto de su padre, dejó Derecho cuando le faltaban tres asignaturas para graduarse, «quería empezar a hacer lo que sabía que me haría feliz». Montó su primera joyería 'Joyas Antiguas Sardinero'. Hoy tiene una abierta en la calle Calvo Sotelo y otra en Bilbao. Su próximo objetivo: Madrid. «Tengo allí muchos clientes, lo que me obliga a ir, mínimo, una vez al mes, así que al 100 % seguro que será mi próximo paso».
-¿Qué características tiene que reunir una pieza para considerarse una joya antigua?
-Originalmente, aquellas piezas fabricadas antes de 1950. Esta fecha se ha ampliado debido a que los años 50 -también llamados 'vintage'- están ahora en auge. Las épocas más comercializadas de joyas son el siglo XIX (época isabelina en España ); Art Noveau (1900), época importante en la joyería catalana; años 20, Art Deco; y los maravillosos años 40, época Chevalier.
-¿Cómo adquieren sus piezas?
-Sobre todo compramos a particulares, a través de herencias, o en viajes. Lo que más funciona es el boca a boca, sobre todo, después de 20 años en este mundo.
-Además de por temas económicos, ¿por qué una persona se desprende de sus joyas?
-El exceso de joyas es un buen motivo. También haberlas heredado y no tener sintonía con el estilo de las mismas, los cambios de moda...
-Cada joya tiene una historia detrás. ¿Se la cuenta a sus nuevos dueños?
-A veces, sí. A los buenos coleccionistas les encanta saber a quién perteneció o dónde se adquirió.
-¿Qué historia es la que le ha conmovido más?
-Una señora vendió un diamante de gran tamaño para pagar el máster a su nieta. Digno de admirar. A veces es duro para las personas desprenderse de piezas que pertenecieron a sus abuelas. Pero la situación actual, tanto económica como práctica, les impide utilizarlas.
-¿Alguna pieza en especial de la que le costara desprenderse?
-Tengo aún en mi poder un broche doble clip, realizado en los años 40 por el gran maestro de la joyería francesa Mellerio. Pieza punzonada, firmada y numerada. Aún existe en la Place Vendome de París la joyería que lleva su nombre, junto a otras importantes como Cartier, Boucheron, Van Cleef... No solo tiene gran valor económico por la calidad del trabajo y los diamantes, sino por la firma del orfebre.
-¿Por qué joya mataría?
Por el diamante más grande del mundo, que pertenece a la Corona Británica, el Cullinan. Lo encontró Frederik Eells en 1905 y pesaba más de 3.000 kilates en bruto. Es una cosa excepcional. ¡Pero mataría por muchas!
-¿Qué tipo de joya es la que le gusta al público cántabro?
-Las joyas Art Deco, de los años 20, realizadas en platino y diamantes. Nuestro público es de edad variado. Los más jóvenes buscan sobre todo sortijas de pedida, pendientes o broches para el día de su boda. A las mujeres que nos enloquecen las joyas, nos gusta usarlas a diario. Son para eso. La joya antigua vuelve y está de moda. El público de edad más avanzada quiere piezas que ya conoce, que ha visto y que, por circunstancias, antes no podían adquirir y que el paso del tiempo les ha permitido hacerlo.
-Este tipo de joyas, ¿son para un público elitista o no hay que tenerles miedo?
-No hay que tenerles miedo. Desde 400 euros se puede adquirir una sortija o pendientes de los años 20 de oro o platino con diamantes, por ejemplo.
–¿Cómo se hace una tasación? ¿Qué es lo que da valor a una joya?
–Lo primero, el responsable tiene que haber hecho un curso de Tasador de Joyas del Instituto Gemológico Español, que debe completarse con el curso de especialista en diamante, piedra de color y perlas. Y a partir de ahí, existen muchos tipos de tasaciones y para cada uno se utiliza un criterio distinto. Es importante la manufactura de la pieza, la maestría del orfebre que la realizó y la calidad de las gemas.
–Los coleccionistas de relojes merecen una mención aparte. ¿Cómo funciona este mundo?
– Se pagan auténticas fortunas por determinados relojes. Por ejemplo, un Rolex Daytona (el modelo de Paul Newman) puede superar los 100.000 euros.
–¿Los hombres también figuran entre los clientes habituales de este tipo de establecimientos?
–¡Por supuesto! Los gemelos más exquisitos son los de los años 20, realizados en platino, diamantes y zafiros o rubíes. No hay que olvidar tampoco que en los siglos pasados los hombres lucían anillos como un símbolo de estatus social y económico.
–¿Viendo estas joyas, no siente nostalgia de otras épocas, cuando se lucían sin complejos, como se hace aún en EE UU?
–Por supuesto que sí. A mí me hubiera encantado vivir a finales del siglo XIX o en los maravillosos años 40, en Francia. Yo uso a diario joyas antiguas, dependiendo de donde vaya.
Tras terminar el colegio en el Castroverde, se matriculó en Derecho en la Universidad de Cantabria «por tradición familiar». Pero tenía muy claro cuál sería su futuro. En quinto curso, a falta de tres asignaturas para graduarse, dijo «basta» y fue directa a cumplir su sueño.
Abrió su primera tienda en la calle Panamá. Allí se mantuvo durante cuatro años. «No paré de formarme», recuerda. Combinaba la joyería con viajes a Madrid, donde cursó estudios de Tasación de Joyas, Experto en Diamantes o Historia de la Joya Antigua Española, en el Instituto Gemológico Español de la Escuela de Minas. Los viajes por Europa y Sudamérica también fueron una buena escuela.
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