Luis Conde: «Noto que los jóvenes cántabros que viven en Madrid quieren volver a casa»
CÁNTABROS EN MADRID | DEL VALLE A LA MESETA ·
El teólogo y profesor de instituto, de orígenes mexicanos, pero afincado en Borleña de Toranzo desde pequeño, vive a caballo entre la capital y nuestra región
Nada más y nada menos que cuarenta años son los que el teólogo y profesor de instituto Luis Conde (Puebla, 1955), nacido en Méjico, pero establecido en Borleña (Corvera de Toranzo) desde los ocho meses, lleva viviendo en Madrid. Corría 1979 y tenía ... veintitrés años cuando un trabajo de becario lo llevó hasta tierras madrileñas. Desde entonces, e incluso viviendo al principio en malas condiciones, disfruta mucho de su vida a caballo entre Cantabria y Madrid. Y es que, aunque trabaje como profesor desde hace tantos años en la capital, está más días al año en Cantabria.
Sin embargo, cada vez que va sigue teniendo sensación de provisionalidad porque, al fin y al cabo, pasar sólo los fines de semana y las vacaciones no es lo mismo. Allí, desde hace veinticinco años, tiene a su mujer Marga Matarrubia. Por eso, en alguna ocasión, ha habido algún intento de volver, pero las vinculaciones con Madrid, sobre todo de trabajo, lo han dificultado. En realidad, nunca ha tenido una decisión firme de marchar, quizás porque le gusta mucho Madrid, ciudad donde vivió el 23-F, la manifestación contra la OTAN, los primeros meses de Tierno Galván o la boda de los actuales Reyes de España.
Aunque le gusta mucho la zona de La Paloma o la Morería, no sabría quedarse con un lugar concreto de Madrid. Y eso que se conoce casi todos los distritos, pues hasta hace poco, y muchas veces por 'hobby', cogía un autobús aleatoriamente para descubrir nuevos rincones.
Con Cantabria le pasa un poco igual, y aunque sea un apasionado de la tierruca, no tiene un sitio favorito. Aunque si lo piensa en profundidad, lo que más le gusta es el mar. Por eso, cada vez que vuelve aprovecha para pasear, por ejemplo, por la bahía o La Maruca.
-¿Cuánto llevas en Madrid y por qué viniste?
-Llevo cuarenta años, desde enero del 79. Vine a Madrid porque me salió un trabajó muy básico, de becario, pero que me permitía hacer la especialidad.
-¿Y te habías planteado ya venirte?
-No me lo había planteado. Estaba en La Pasiega y un amigo me comentó que había un trabajo en Madrid. Estaba buscando un empleo y surgió eso y, sin más, me vine. Me daba un dinerillo, tenía donde estar y podía estudiar.
-¿Recuerdas tus primeros días en Madrid?
-Cuando llegué hubo una cosa curiosa. Como solía ir en metro, alguien me dijo que había que moverse en autobús o andando para hacerse un poco con el territorio. Yo vivía en Arturo Soria y mi trayecto habitual era ir a Comillas y cuando venía al centro, salía un día en Colón, otro en Sol… Y claro, no relacionaba nada. Eso es uno de mis primeros recuerdos. Otro, es que me llevaron a Orcasitas, lo que ahora es Orcasur, cuando no había absolutamente nada, ni un metro de acera. Y eso para una persona que ha vivido en Santander y ha estudiado en Oviedo era muy novedoso. Y aparte de eso, pues el impacto fue muy bonito, era 1979 y era un ambiente muy efervescente, la transición, que estaba bien culturalmente.
-¿Nada a lo que te costase acostumbrarte?
-Nada. Yo vivía a un nivel muy sobrio, porque pretendía sobrevivir con ese pequeño sueldo y con lo que había ganado en verano. Había muchas cosas gratis: música, películas, conferencias, etcétera… A lo que yo iba casi en exceso. No tengo un mal recuerdo, un susto. Y he ido casi siempre en transporte público, así que el tema del tráfico no me ha afectado. Sin embargo, una época que iba en coche, quedábamos en Cuatro Caminos para ir a Comillas y era peor que ir en autobús. No estaba acostumbrado a estar parando continuamente, pero un día, sin pretenderlo, dejó de importarme y ya no me volví a ocupar del asunto. Pero ese será uno de los pocos recuerdos no buenos que tengo de Madrid, el de hacer ese trayecto prácticamente a cámara lenta.
«Nunca ha habido una decisión firme de irme de Madrid, pero paso más día del año en Cantabria»
-En todos estos años, ¿te has planteado volver a Cantabria?
-A mí Madrid me gusta y desde hace veinticinco años mi mujer está en Cantabria, y hasta hace muy poco estaba mi madre, así que iba bastante. Ha habido algún intento de volver, pero aquí tenía algunas vinculaciones, sobre todo de trabajo, que lo dificultaban. En realidad, nunca ha habido una decisión firme de irme. Entre fines de semana y vacaciones paso más días en Cantabria que en Madrid. Estoy allí más días al año, pero como son fines de semana y vacaciones, la sensación es de provisionalidad.
-¿Qué transporte eliges para ir?
-He ido mucho en la Continental, ahora llamada Alsa. Una etapa hace doce años o así, también cogí bastante Ryanair, por comodidad y salud. Últimamente básicamente en 'Blablacar' y algo en tren.
-A lo largo de estos años, ¿has notado la mejora del transporte?
-Cuando iba en la Continental iba en un autobús que salía a la 1 del mediodía y que tardaba menos que lo que tarda ahora el Alsa. Era un autobús de apoyo y no hacía paradas. Yo dejé de ir en autobús porque creo que empeoró. En tren no iba mucho y ahora, alguna vez, también por motivos de salud, comodidad, desconexión, pero me parece muy difícil de sobrellevar el Palencia-Santander. Creo que las comunicaciones son malas y el 'Blablacar' está bien. Es barato y es rápido.
-Después de tu primer trabajo aquí, ¿cómo continuó tu vida profesional?
-El mismo curso, no me renovaron. Y el año siguiente viví en unas condiciones bastante malas, incluso higiénicas y demás. Allí me liberaron y coincidió que un amigo de Santander me ofreció otro trabajo, ya con Seguridad Social, un buen sueldo, etcétera. Era en Ciudad Universitaria, en la Institución San Isidoro, ahora instituto, con habitación y un sueldo curioso. Aquello fue un cambio drástico, de los hogares que quedaban de posguerra de aquellos de asistencia social a una fundación casi excesiva, de huérfanos de periodistas. Luego estuve un ratillo de paro, viví en Granada, pasé por el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia, por un instituto de nueva creación en Alcalá de Henares y luego diez años en ciudad de Los Ángeles, que no tiene nada que ver con lo que es ahora. Era una especie de isla entre Villaverde alto y Villaverde bajo y allí eran hijos de migrantes españoles, el típico modelo de migrante de Toledo, de Ciudad Real, buena gente. Eso se deterioró y parece que ahora está mejorando otra vez. Era agradable. A partir del 2000 fui a un instituto en Pozuelo, que es donde estoy y llevo casi veinte años.
-¿Qué crees que ofrece Madrid que no tenga Cantabria?
-Posibilidades laborales. Yo en 'Blablacar' voy con jóvenes, gente que ha estudiado y se nota que quieren estar allí porque van todos los fines de semana. Yo cuando vine a Madrid me instalé sin mayor planteamiento, iba en vacaciones y no todas. En cambio, ahora observo, aunque por supuesto habrá de todo, que mucha gente está en Madrid de manera provisional, por trabajo.
-En estos cuarenta años en Madrid habrás vivido momentos importantes históricos como el 23-F. ¿Qué recuerdos tienes?
-El 23-F, por ejemplo, lo viví con la inconsciencia propia de mi edad. Me acuerdo que mi comentario fue que me daba igual que me gobernaran sanguinarios que delincuentes. Yo pensaba que eran delincuentes los que gobernaban entonces, claro que no sabía lo que iba a pasar después. Fue una irresponsabilidad, aunque la situación no se vivió dramáticamente. De hecho, mi amigo José Enrique y yo nos fuimos al centro, sobre las 9 o 10 de la noche, y estuvimos enfrente del Congreso de los Diputados. Allí la gente se reía, mientras por radio se decía que se palpaba tensión en el ambiente… Ese es quizás el momento más fuerte. Luego, pues tengo muy buen recuerdo de ese primer momento de Tierno Galván como alcalde. Recuerdo haber ido a las lecturas de aquellos bandos, se empezaron a promocionar las fiestas, la pradera de San Isidro y todo eso. Y luego pues acontecimientos que me atañen a mi particularmente, como cuando asistí al funeral del cardenal Tarancón, que para mi era interesante. Y bueno, también recuerdo la manifestación contra la OTAN, que vino gente de Cantabria, de Toranzo, que es mi valle. También estaba aquí mi mujer cuando se casó el actual rey de España, y fuimos de los muchos que fuimos a coger un pedazo de moqueta.
«Recuerdo que el 23-F, en el exterior del Congreso, la gente se reía, mientras por radio se decía que se palpaba tensión en el ambiente»
-¿Eres de moverte mucho por tu barrio?
-Yo me he movido exageradamente por todas partes. Como paro poco en casa, por lo menos hasta hace poco, muchas veces por 'hobby' me cogía el autobús y me iba a un barrio que no conocía. Creo que me he pateado Madrid y casi todos los distritos.
-¿Algún rincón favorito?
-Hay muchos y son antitéticos. Me gustan algunas zonas del barrio de La Paloma, La Morería… Lo turístico, menos. Hay cantidad de sitios en barrios que me interesan mucho. Por ejemplo, en Puente Vallecas. También he pasado muchas tardes en el Parque Lineal del Manzanares viendo atardecer, pero me sería difícil recomendar un sitio o asociarlo a experiencias especiales.
-¿Y lo que más echas de menos de Cantabria?
-Soy un apasionado de Cantabria y me encanta el mar y la montaña, pero no soy de esos que dicen que el problema de Madrid es que no tiene mar. Aunque también te digo que en cuanto llego a Santander, solo o acompañado, me asomo a la bahía y casi a diario damos paseos por La Maruca, la bahía, dónde sea. Así que, si hubiera que darle muchas vueltas, pues sería el mar, pero tampoco es que lo eche de menos. Es más, creo que Madrid con mar sería un horror.
-¿Notas mucho la diferencia de precios?
-Sí. A mí me parece que Madrid es mucho mas caro, aunque Cantabria no es que sea barata, particularmente Santander. Llevo una vida bastante sobria, pero hacer una vida normal me costaría. En Madrid hay muchísima variedad y esa es otra ventaja. Variedad de todo, de tiendas, de espectáculos, de bares. Puedes elegir y puedes acoplarte. A tus intereses y a tu bolsillo. Francamente, creo que Santander ha cambiado mucho y a mejor, y que hay una oferta muy variada, pero tampoco sabría valorar bien porque hace cuarenta y cinco años que no estoy residiendo allí.
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