Maite Benítez ya ha sido expulsada de Gran Hermano y está de vuelta en Ampuero

Maite Benítez, la cántabra de 35 años que había entrado en Gran Hermano con una personalidad fuerte y sin filtros, ha sido la segunda expulsada definitiva. Pese a que en un principio fue una de las favoritas del público, su paso por la casa de Guadalix ha estado marcada por numerosas polémicas y enfrentamientos que han acabado pasándole factura. Este viernes por la mañana ya se le ha visto en Ampuero donde se ha fundido con su padre en un fuerte abrazo ante la atenta mirada de un grupo de vecinos que había ido a recibirla al portal de su casa.

Desde su entrada en Gran Hermano, Maite destacó por su carácter abierto y su habilidad para no callarse nada, lo que le permitió ganarse simpatías iniciales. Natural de Ampuero, trabajadora de una conservera de Santoña y muy querida por sus vecinos, la cántabra prometía ser una concursante que daría mucho que hablar. Sin embargo, su estancia no ha sido tan larga como parecía cuando en redes manifestaron que la veían como ganadora.

La tensión en la casa ha ido creciendo a medida que Benítez se involucraba en discusiones con otros concursantes, especialmente con Óscar, el donostiarra profesor con quien ha protagonizado una de sus peleas más fuertes. Un enfrentamiento en la cocina, que incluyó gestos ofensivos y comentarios que molestaron incluso a sus compañeros más afines, fue uno de los puntos de inflexión que minaron su relación con los demás concursantes y, en última instancia, con el público. Su falta de empatía, comentarios hirientes y un comportamiento que muchos calificaron como «cruel», han sido decisivos para que este jueves fuera expulsada.

En los últimos días, Maite intentó acercarse a algunos de sus compañeros para suavizar las tensiones, pero sus esfuerzos fueron percibidos como una estrategia para mejorar su imagen y no lograron el efecto deseado.

Una vez fuera, la recepción que tuvo en el plató fue fría. Jorge Javier Vázquez no dudó en reprocharle su actitud durante el concurso, calificando su comportamiento de «maleducado y poco humano», y señalando que había sido «una decepción» tanto para la audiencia como para él. La de Ampuero intentó defenderse afirmando que siempre había actuado desde la sinceridad, aunque también admitió que estaba arrepentida al ver los vídeos que le pusieron sobre su estancia en la casa. «Son pocos rasgos de humanidad que te he visto dentro. Inexistentes, por decir de alguna manera. Has sido maleducada, poco empática, cruel en muchas ocasiones, cero autocrítica y con un empecinamiento en ser como tú eres, con 'yo soy así', y no escuchar a nadie», le espetó.

«Esperabas ser la expulsada?«, le preguntó Vázquez. »Sí me lo esperaba, Jorge. Por una simple cagada que hice el otro día pero como rectificar es de sabios, me quedo con eso. Con la mujer empoderada que soy. Soy una gran concursante. Sin pelos en la lengua, sin ninguna máscara. Sin victimismos. Lo siento de corazón, me llevo grandes amigos«, decía al llegar al plató y hablar con el presentador.

Uno de los momentos más tensos de su salida fue cuando se encontró cara a cara con la madre de Violeta, una de las concursantes con las que más fricciones tuvo en la casa. Maite había criticado duramente a Violeta, lo que provocó una fuerte reacción por parte de la madre de la joven, quien no aceptó sus disculpas.

A pesar de su expulsión y los enfrentamientos que han marcado su paso por Gran Hermano, Maite también ha dejado momentos muy divertidos, sobre todo al principio del concurso. En su despedida, mostró su afecto por los miembros de la 'habitación azul' a quienes definió como su verdadero grupo dentro de la casa. Aunque su paso por el programa ha estado lleno de luces y sombras, Maite se despidió del concurso con la firme convicción de que fue fiel a sí misma, una mujer empoderada y sin máscaras, aunque no siempre comprendida por los demás.

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