«El momento cumbre de la creatividad nace de la inseguridad más grande»
CÁNTABROS DMODA ·
El santanderino, ganador de un Oscar, vuelve a casa por vacaciones y agradece todo el cariño recibidoSecciones
Servicios
Destacamos
CÁNTABROS DMODA ·
El santanderino, ganador de un Oscar, vuelve a casa por vacaciones y agradece todo el cariño recibidoEl Oscar del maquillador Sergio López-Rivera (Sevilla-Santander, 1967) espera su ubicación definitiva. Quizá sea como él, un nómada que lleva su arte con las brochas y pinceles a cualquier rincón del mundo con tal de crear personajes que traspasen la pantalla. Así ... lo hizo con Viola Davis, su musa desde hace siete años, a quien transformó en 'La madre del blues' en una icónica Ma Rainey. La Academia de Hollywood valoró ese trabajo de esencia artesanal y emocional –las enseñanzas de su abuela marcaron muchos de sus procesos creativos– dejando en la carrera por la dorada estatuilla a más de 300 cintas. Ahora, después de un intenso rodaje con la intérprete estadounidense encarnando a Michelle Obama, López-Rivera vuelve a casa.
Su última visita fue una semana antes de que la pandemia cerrara el país y progresivamente el mundo, así que tenía ganas de regresar y ver a los suyos sin pantallas de por medio. Educado, discreto y profundamente agradecido. Es el mejor resumen de su persona en este momento, cuando Santander quiere abrazar su éxito y talento abrumador. No necesita decir ni una palabra para expresar que llega a estar abrumado por esta ola de orgullo y reconocimiento.
–Vuelve a su ciudad y algo ha cambiado, tiene un Oscar.
–Sí y el Sergio de ahora tiene más ansiedad que el de antes. Es curioso, lo único que cambia, en mi experiencia personal, es la percepción de los demás, pero a mí no me ha cambiado nada. Noto que puede haber gente que en una terraza se da la vuelta, cuchichean, ese tipo de cosas... No me molesta tampoco. Y si cabe la ocasión me confiesan que están muy orgullosos. Es bonito.
–¿Le llegó la ola de orgullo que vivió Cantabria con su premio?
–Seré inocente, pensé que igual nadie se enteraba. Llevo 34 años en Estados Unidos y viniendo a Santander en verano, Navidad… Jamás he hablado con nadie, ni siquiera con mi familia, de mi trabajo. Vengo aquí y desconecto al cien por cien. Ahora me tengo que acostumbrar. La ola de cariño que me vino de España, Santander, Sevilla me chocó más que nada en todo el proceso. No me lo esperaba. Me sorprendió muchísimo, no pensé que hubiese tanto interés.
–En el set llegó a pensar que ese trabajo pudiera llegar al Oscar.
–En absoluto. Cuando estaba en el plató de esta película llevaba maquillando ya 33 años. 'La madre del blues' era mi retorno al cine. Dije que sí, sin saber quién era Ma Rainey, ni nada… Cuando inicié mi investigación entonces recordé los consejos de mi abuela. Era un reto crear productos de la nada y ella me habló de algunos trucos que compartía con las vecinas y a mí me fascinaban. Lo curioso es que me sirvieron para dar vida a esta mujer que no podía tener el maquillaje perfecto, pero no podía renunciar a él.
–El Oscar dará responsabilidad…
–Sí. Personalmente, no me siento nada diferente, pero repito que noto lo que significa para los otros. Si me contrata un director porque tengo el Oscar es cosa suya, no mía. Voy a hacer exactamente lo mismo, me lo voy a tomar todo con la misma seriedad.
–¿Qué siente al ver el resultado final de un trabajo en pantalla?
–Con compañeros y amigos he hablado mucho del síndrome del impostor. Por mucho que tengas buenos trabajos y reconocimiento, siempre hay una voz contigo que te dice 'no vales para nada, tío'. No soy yo el único, Viola Davis, también lo tiene; ella me cuenta que Meryl Streep también. El momento más cumbre de la creatividad de cualquier artista nace de la inseguridad más grande. Cuando estás temeroso de que te va a salir mal. Ahí tienes dos opciones, si das marcha atrás tu trabajo será mediocre; si haces lo contrario y te tiras al vacío sin saber dónde vas a parar, ahí cabe una posibilidad muy grande de que crees algo bueno.
–Ahora está recién llegado de rodar la serie sobre Michelle Obama. ¿Qué podemos esperar?
–Estoy en mitad de la tormenta del síndrome del impostor, ahora mismo estoy pensando que ojalá se queme el laboratorio donde están los episodios, que no lo vea nadie… Viola tenía una responsabilidad tan grande. Ella conocía bien a Michelle. Durante todo el proceso se ha sentido muy nerviosa por querer darle el tributo a una mujer tan increíble y maravillosa. Para mí ha sido muy complicado, técnicamente es uno de los maquillajes más difíciles que he hecho, muchísimo más que el del Oscar. Mi proceso ha sido el contrario, recrear a una de las mujeres más fotografiadas del mundo.
–Continúa su unión con Viola Davis, ¿próximo destino?
–Nos vamos a África cuatro meses, donde interpretará a una guerrera de jungla. Mi trabajo volverá a cambiar y será una suma de muchas heridas, cicatrices, polvo, sudor, sangre. ¡Me encanta! Esta vez dejo los pintalabios y las sombras de ojos en Los Ángeles.
–Disfruta lo mismo una guerrera que un look de alfombra roja.
–Sí, claro. La alfombra roja es como jugar con una Barbie, le pones guapa y lo disfrutas. El crear personajes es lo que me motiva. Te dan un guion y tú tienes un compromiso hacia quien ha escrito esa historia, debes honrar esa visión. Como maquillador o peluquero no puedes interferir en el mensaje ni en la historia, sí puedes sumar.
–¿Qué le diría al Sergio que llegó a Hollywood hace décadas?
–¡Qué narices tienes! Fue un salto al vacío y no fue fácil ni cerca. Estaba encantado de la vida cuando llegué allí a los 19 años, me comía el mundo y ni siquiera hablaba inglés. Tuve muchos trabajos antes de ganarme la vida como maquillador.
–De niño saltaba por la fachada de su edificio para maquillar.
–La historia es triste, habla del clasismo de la época. Era un niño tan creativo, pero sin referentes. Yo quería seguir mi pasión, mis hermanas tenían una cabeza de maquillaje abandonada. Quería rescatarla y pintarla en el baño. Y, sí, ese niño era un héroe.
Más noticias...
Álvaro G. Polavieja
–Es todo un ejemplo de superación y pasión por el trabajo.
–En mi casa nadie creyó en mí como maquillador, sí como un niño creativo, que dibujaba bien, pero cuando supe dónde se hacía el cine, ahí puse mi objetivo y hasta que me pude ir, no paré.
–Los santanderinos van a poder preguntarle en un encuentro, ¿qué espera?
–Será mi primera oportunidad de dar las gracias. Deseo encontrarme con profesionales de mi gremio y quisiera quitar el mito de que sólo tienes valor si estudias en una universidad. Si inspiro a alguien con mi historia, yo feliz.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.