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José Manuel Martínez Ansótegui, conocido como Manuel Macavi, falleció este lunes por la noche a los 87 años. Este miércoles, a las 17.00 horas se oficiará su funeral en la iglesia de los Capuchinos (calle Juan de la Cosa) de Santander. Los equipos de ... los doce salones de la firma han mostrado en redes «una profunda tristeza por tener que decirte adiós. Dejas un legado impresionante en todos los aspectos de tu vida. Gracias por tanto. Descansa en paz, maestro».
El famoso peluquero revolucionó los salones de belleza a finales de los años setenta cambiando la estética de miles de mujeres al desterrar los rulos y los secadores de casco y llegando a dirigir sesenta franquicias por todo el país. Años después Macavi reconoció que en aquella época «cada vez resultaba más difícil mantener nuestra filosofía y calidad. Era rentable, pero no es lo que yo quería y decidí volver a los orígenes». Se centró en los doce salones que la firma tiene en la actualidad, y aunque se jubiló al cumplir los 70, siempre siguió pendiente.
Su hijo Manuel cogió el testigo y sigue los pasos de su padre siempre revolucionando con tendencias y siendo objetivo de los grandes eventos del país como los Premios Feroz de 2018, cuando fueron elegidos para peinar a los rostros más conocidos del cine y la televisión en España en la gala.
Cuando Manuel (padre) dejó de trabajar decidió dedicarse «a vivir». Le encantaba el jazz -«siempre que puedo voy a conciertos en Vitoria o de Bilbao», decía en una entrevista a este periódico-, y le apasionaba el deporte. «Juego al fútbol, al tenis, salgo a correr, en verano nado casi un kilómetro... ¡Me siento fuerte!», comentaba orgulloso cuando tenía 73 años. Era del Barça y orgulloso recordaba que «nací en la calle Barcelona de Puertochico, eso lo justifica todo».
Una de las preguntas que siempre le hacían era de dónde venía el nombre 'Macavi' y, sin importarle tener que repetirlo hasta la saciedad, recordaba que 'Macavi' era el mote con el que conocían a su familia en Puertochico. «Mi abuelo descubrió el caladero de Macaví (con acento), que está a unas cinco millas al Noroeste de Cabo Mayor». Y de ahí un joven Manuel cogió la idea que llegó a plasmar todos los centros que llegó a tener por toda España.
Su pasión por la peluquería no la descubrió hasta pasados los veinte años. Cuando sólo tenía cuatro, su padre desapareció en un barco en la costa portuguesa, así que, aunque su familia era gente de mar, cuando dijo que quería hacer Náutica, pusieron el grito en el cielo. A los trece años empezó a trabajar en un negocio de tejidos y a los 18 se fue a Madrid. Hasta esa fecha recuerda cómo «siendo niño merendaba arenques y bocadillos de anchoas. Mi familia ha sido siempre gente de mar y en mi casa era eso lo que había. Comíamos cigalas que desechaban en la lonja porque tenían una pata rota, pero pollo, por ejemplo, sólo lo probábamos en Navidad».
Pero una vez que se fue a Madrid y luego a París empezó a conocer a peluqueros como Patrick Ales o Jean Louis David con los que empezó a poner en marcha multitud de ideas. «Fui el primero en introducir en España el 'brushing', es decir, peinar el pelo con cepillo y secador. Además somos distribuidores en España del 'Yuko System' (técnica de alisado definitivo) y de las extensiones 'Great lengths', que son de cabello de mujeres de India y tienen una cutícula impecable», explicaba orgulloso.
Por todos estos motivos, Macavi convirtió en todo un referente para diseñadores y peluqueros no sólo de España, sino que su nombre se hizo un brillante hueco a escala internacional. No en vano, el grupo francés Carrefour escogió a la firma cántabra para que recomendara los cepillos que vendían en España.
Después de una temporada de un lado a otro, «mi mujer, Teresa, me hizo ver que eso no era vida, que lo importante era mi familia, mis cinco hijos. Así que traspasé la mayoría de los salones a Jean Louis David y me quedé en Santander». En Cantabria tiene siete peluquerías, tres en Asturias, una más en Madrid y una última en Barcelona.
Su familia, los libros y Loredo eran sus pasiones. Era capaz de devorar cuatro libros a la vez. «A mucha gente le extraña, pero siempre digo que es como ver diferentes series en la televisión. Si ahí no confundes a los personajes de una con los de otra, en los libros igual... Al cabo del año, sin exagerar, me puedo leer más de cien libros», decía hace unos años.
Y si la lectura era una de sus aficiones, su lugar favorito era la localidad de Loredo, donde tiene una casa y un gran jardín con mandarinos, limoneros y una higuera. «Los fines de semana solemos hacer una gran comida familiar. A veces les hago venir vestidos de gondoleros venecianos y comemos espaguetis a la carbonara, que me encantan. Soy feliz viendo a mi familia unida. Es de lo que más orgulloso estoy en la vida. Todos son muy buena gente». Sus nietos sienten auténtica devoción por él, algo que era más que mutuo. «Me llaman 'Manu' y me ayudan con mis despistes», comentaba riendo. Su mujer, Teresa Duque, siempre fue pilar. «Es fantástica. Es elegante, moderna, siempre va con gorros... Todo le queda bien», decía enamorado y orgulloso. «Jamás hemos estado un día enfadados. Nunca».
Así era Manuel Macavi. Un santanderino revolucionario, emprendedor, lleno de ideas y vitalidad. Hoy los equipos de sus salones se sienten un poco huérfanos porque aunque él no estuviera en primera fila, siempre fue un referente para todos.
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