Cuando se pedía el 'aguinaldo'
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Se habla mucha de esta tradición, pero no todo el mundo conoce bien en qué consistíaPicados en su curiosidad por la reciente alusión al 'aguinaldo' que hice en uno, varios jóvenes lectores de estos artículos vintage con los que conversé la semana pasada me pidieron que les explicara con detalle en qué consistía. Les prometí que lo ... haría como corresponde. Es decir, mediante otro artículo. Voy con ello.
El 'aguinaldo' se materializaba mediante una tarjetita que, personalizada por oficios, diversos profesionales (cartero, panadero, sereno, barrendero, etcétera) entregaban casa a casa para que los ciudadanos les dieran a cambio una propinilla con la que aliviar sus limitadas economías y gozar en fechas señaladas de algún «extra» alimenticio.
Varios se la daban al instante. En otros casos, cuando el propietario no se encontraba en el hogar pero hallaba la tarjetita tras haber sido metida por debajo de la puerta, volvían unos días después con la esperanza de no escuchar sólo el sonido del timbre o del picaporte...
En aquellas tarjetitas, que se imprimían en imprenta, se incluía a veces un pequeño poema, de rima más o menos inspirada, lleno de buenos deseos navideños o enfocado hacia la valoración de un trabajo. En las fechas que transitamos del calendario «pedir el aguinaldo» era lo más normal del mundo. Una tradición muy popular. Ilustro el presente artículo con unos ejemplos para que se constate con todo lujo de matices de qué iba, en forma y fondo, la cosa.
Este asunto del aguinaldo derivó en singulares anécdotas. Se cuenta una de cierto niño cántabro que hoy peina canas al que su mamá, que iba a salir de casa para hacer un recado, le dijo: «Si llaman a la puerta no abras ni contestes, porque va a venir un señor a pedir el aguinaldo y no tenemos dinero». Salió del hogar unos minutos la señora y al poco tiempo entró en escena uno de los peticionarios del «aguinaldo».
Ante su reiteración apretando el timbre de la puerta, respondió sin abrirle la criatura: «¡No insista, señor, que me ha dicho mi madre que le diga que no hay nadie porque no le quiere pagar el aguinaldo!». Al regresar la progenitora y preguntarle si había venido alguien, el nene le explicó con naturalidad lo acontecido. Y casi le da un patatús, claro. Ya lo escribió en el guión de una de sus maravillosas pelis el gran Billy Wilder: «Nadie es perfecto».
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