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Son 20 y todos han aprendido a bailar en el estudio de danza que Elisa Urbina tiene en el barrio Castilla-Hermida. Gracias a su esfuerzo, estos chicas se han clasificado para la final del Concurso Nacional de Danza, que este fin de semana se celebra en Tarragona. En la primera jornada de hoy, han obtenido un excelente resultado, pues tres de ellas han sido galardonadas con premios individuales, uno de ellos por unanimidad del jurado. «Hay muchos nervios, pero sobre todo, ilusión», cuenta Urbina. Hoy es el turno de las más pequeñas, en la categoría de flamenco, además de los tres grupales y mañana, domingo, les tocará a las tres chicas de individual de flamenco.
Llegar hasta aquí «me llena de orgullo, porque somos una escuela pequeña, pero mis chicos se han esforzado mucho y sus familias no han dudado en involucrarse, pagándolo todo y acompañándonos hasta aquí», dice con emoción.
Urbina empezó a estudiar danza en la Escuela de Belén Cabrillo con seis años. Su pasión por esta disciplina le llevó a querer hacer de su afición una profesión y así fue como terminó viviendo en Madrid y licenciándose en el grado superior de Pedagogía de la Danza, en la Universidad Rey Juan Carlos. Si algo tenía claro desde bien joven era «que más que bailar, lo que de verdad quería era enseñar». Y bajo esa premisa tiene hoy en día a 93 alumnos bajo su tutela, entre los 3 y los 23 años, a los que no solo enseña pasos de flamenco o ballet, sino también principios, como la honradez, la confianza, a ayudar a los demás y a creer en uno mismo.
Todo empezó cuando, al volver de Madrid, «Belén Cabrillo me dijo que una madre del Barrio Pesquero estaba buscando a una profesora para baile, como extraescolar, para el colegio Miguel Bravo. Y así arrancó todo», recuerda.
Para dar el siguiente paso, tuvieron que pasar seis años. Ya con numerosos alumnos, animada por otra de las madres, decidió abrir su propia Escuela de Danza Elisa Urbina. Con cariño, cuenta como esa alumna «hoy es una de mis profesoras».
En su escuela, situada en la calle Sargentos, tras la tienda la Ponderosa, de la calle Castilla, imparte danza española, danza urbana, ballet clásico y baby ballet para niños de tres años.
Según ella misma explica, «lo que nos diferencia, desde mi punto de vista, es que no solo se da importancia a la danza, a la disciplina y competición, sino también a todo aquello que supone ser una familia. Todos nos cuidamos unos a otros: los mayores apoyan a las pequeñas, una entra en la clase de otra para enseñar un paso... Aquí hasta se hacen deberes entre clase y clase y yo, ¡hasta pregunto las lecciones! Todo ello crea un lazo, más allá de lo que supone acudir a una academia de baile».
Con los padres, cuenta, «también hay una relación muy estrecha, porque cada niño es un mundo y se les trata de manera personalizada. Hablo mucho con ellos».
Además, señala, «hay que tener en cuenta que aquí nadie recibe una subvención para nada. Es más, son los padres los que hacen frente a todos los gastos y, los que pueden, patrocinan los gastos extras, como la ropa deportiva para ir a competir fuera (Chiringuito del Puntal, Chocolat Factory y Pools).
Así, afirma sentir «todo un orgullo por esta gran familia, por el esfuerzo que hacen los chicos y sus padres. Sin ellas esto no podría salir adelante».
En esta escuela, los horarios son muy relativos, «abro a las cuatro de la tarde y cierro a las diez de la noche. Aquí todos saben que pueden venir a hacer los deberes y se pueden quedar a ensayar, sin que tengan clase ese día concreto. Y los sábados, vienen por la mañana los chicos de danza urbana».
Lo único que lamenta, aparte de la falta de apoyo económico de las instituciones, es «que aún tenemos muy pocos alumnos chicos. Sigue habiendo un gran estigma al respecto. Solo tengo cinco. Estoy segura de que si más chicos tuvieran la oportunidad de conocer lo que supone el baile, se unirían. El baile, la danza, es una forma de expresarse, maravillosa. Y no entiende de sexos».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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