Cuando había poco en casa
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado la escasez marcaba el mobiliario y la decoración de los hogares medios españolesSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado la escasez marcaba el mobiliario y la decoración de los hogares medios españolesComo hoy día somos todos millonarios, las casas están llenas de cosas. En cualquier vivienda -fíjese el lector de este artículo, sin ir más lejos, en la suya- hay una notable variedad de muebles, objetos de adorno, electrodomésticos, etcétera. No sólo es que no ... falta nada, sino que ¡sobra! Antaño, en cambio, no era así porque el dinero estaba contadísimo. Para la mayoría de la población no quedaba viva a fin de mes ni una pesetuca. En cada hogar había, pues, lo justo tirando a poco.
Incluía la cocina un modesto armario y la tradicional «económica» de carbón o leña; una sencilla mesa, sillas o banquetas y los útiles precisos para que ejercieran su labor el cocinero o la cocinera. Por no haber, no había ni frigoríficos. Reinaban las «fresqueras». Los frigoríficos son un invento/lujo muy moderno.
Solían presidir el salón una «mesa camilla» y la tradicional máquina de coser «Singer» o «Alfa». En los días de clima duro les acompañaba una estufa de butano o el brasero. La variedad de muebles resultaba, en general, escasa. La que mejor parada salía al respecto era la tele. Para ella se crearon mesitas con ruedas. Detalle a subrayar: encima del aparato se solía colocar una muñeca flamenca o unos pañitos de ganchillo con fotos enmarcadas.
En las habitaciones tampoco abundaba nada. Hasta los armarios planteaban escasa oferta, pues las carteras obligaban a heredar la ropa. Como mucho, alguien disponía del «traje de los domingos», destinado, literalmente, a ser lucido de vez en cuando el indicado día de la semana. Tres cuartos de lo mismo podría afirmarse de los zapatos y complementos. O sea, que la abundancia brillaba por su ausencia.
En el baño las comodidades eran las imprescindibles y rematadas de manera simbólica por el inolvidable papel higiénico de «El elefante», que rascaba el culo sin ningún tipo de contemplaciones. Por lo que se refiere al resto del domicilio, solían estar ilustradas ciertas paredes con cuadros que reproducían litografías de paisajes idílicos, con banderines y pare usted de contar.
Compárese lo dicho con lo que tenemos ahora en las casas. Es evidente que en materia de consumo una cartera llena hace milagros, sí. Y que vacía obliga a frenar en seco ante el 99% de los deseos, confirmando las palabras de Jacinto Benavente: «En la vida, la mayor parte de los sueños… se roncan».
Ayer y hoy.
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