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Recordando las canciones infantiles

Recordando las canciones infantiles

LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·

La tradición popular conservó unos cuantos temas que pequeños y mayores compartían cómplices

Javier Rodríguez

Santander

Domingo, 3 de febrero 2019, 10:14

Ya adultos -y como decía aquel, «con los hijos criaos»- hemos dejado de interpretar las entrañables canciones infantiles con las que en su día fuimos felices y comimos perdices. Por ejemplo, la que tantos entonamos cuando mamá empezaba con «el cocherito, leré, me dijo anoche, leré, que si quería, leré, montar en coche, leré. Y yo le dije, leré, con gran salero, leré, no quiero coche, leré, que me mareo, leré…».

Qué decir al respecto de otra que forma parte de la historia popular de nuestro país, la dedicada a la famosa muñeca vestida de azul: «Tengo una muñeca vestida de azul, con sus zapatitos y su canesú. La lleve a la playa, se me constipó...».

Popularísima es también 'El barquito chiquitito'. Sí, la que dice: «Había una vez un barquito chiquitito, (bis) que no sabia, que no podía, que no podía navegar. Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas… Pasaron un, dos, tres, cuatro, cinco, seis semanas y aquel barquito y aquel barquito y aquel barquito… navegó».

Claro que para clásica entre las clásicas, la de «el patio de mi casa es particular. Cuando llueve se moja como los demás. Agáchate y vuélvete a agachar, que los agachaditos no saben bailar…». ¿Quién no la ha cantado muchas veces?

Colocando el matiz regional en el asunto, conviene recordar que alcanzó por aquí especial éxito 'Que llueva, que llueva'. Y es que antaño llovía en la tierruca cada dos por tres. Si caería agua que en Santander había varias tiendas dedicadas a vender paraguas… ¡Qué letra tan simpática tiene!: «Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan. Que si, que no, que caiga un chaparrón con azúcar y turrón…».

Las canciones aquí citadas y varias más que habitan en la memoria colectiva de quienes peinan canas trasladan de inmediato a la infancia, paraíso de la pureza y las ilusiones sin marchitar. Convertidas en recuerdos, son lágrimas de nostalgia que resbalan por el alma en nuestro desesperado afán por viajar a tan irrepetible tiempo de la vida. ¡Bendita y añorada niñez!

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