
Recordando las comidas 'sin vicios'
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado las familias planteaban sus mesas y menús de forma más austeraSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado las familias planteaban sus mesas y menús de forma más austeraAntaño, cuando los recursos económicos eran menores que hogaño, la mayoría de la población planteaba la mesa de forma muy distinta a como se hace hoy. Ahora, y lo dicen cargadas de razón numerosas madres que conocieron otras épocas, «lo que hay es mucho vicio».
Cierto: hay mucho vicio. ¿Razón? Sencilla: la cartera lo permite. Antiguamente, en cambio, no sucedía así. La única opción consistía en guisar. Y, por supuesto, no se tiraba nada de lo que «sobraba» (que solía ser poco). Al llegar a casa se percibía siempre un aroma divino que provocaba el inmediato comentario «¡Qué bien huele!» y la respuesta «¡Mejor sabrá!» Ambas afirmaciones se ajustaban a la realidad. Olía muy bien y sabía todo de maravilla. Para empezar, porque se cocinaba con calma y en cocinas de carbón…
Mamá solía ser la cocinera (y qué cocinera: ¡de estrellas Michelín!) de cada hogar. Preparaba unos menús con propuestas tan atractivas de primer plato como alubias con chorizo, garbanzos con arroz, macarrones, patatas con carne, sopa de pan, judías con patatas, cocido, lentejas, etc. Y de segundo, huevos fritos con patatas (si se era padre, huevos; si no, huevo), filete con patatas (plato poco habitual, obviamente), tortilla española, etc. Y de postre, una pieza de fruta. En resumen, comida sencilla, barata y ¡estupenda! Eso sí: sin lujos. Sin caprichos. Sin «vicios».
¡Ah! Y por supuesto: tanto a la hora de comer como a la de cenar, todos juntos en la misma mesa y comiendo/cenando lo mismo. Además, mirándose a la cara y comentando las respectivas aventuras de la jornada. Nada que ver con lo que sucede en los tiempos que corren. ¿Cuántas familias comen/cenan juntas y cuántas los mismos platos? Se podrían contar con los dedos de una mano y sobrarían dedos. La mayor parte de domicilios parecen restaurantes: cada miembro de la familia come «a la carta». ¡Los lujos que permite ahora la cartera! He ahí la clave del asunto. Sin «perras», adiós a la comida de capricho…
Es obvio que, si se quiere aprender, el ayer constituye una gran lección para transitar el presente y estar preparado para encajar cualquier revés del futuro. Útil lección. En la vida no siempre pintan oros.
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