Recordando las tarjetas navideñas
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Con la tecnología se ha perdido la tradición de escribir a mano buenos deseos a seres queridos y conocidosSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
Con la tecnología se ha perdido la tradición de escribir a mano buenos deseos a seres queridos y conocidosOtra de las costumbres que, en general, se han ido perdiendo con el paso de los años debido a la irrupción de la tecnología es enviar tarjetas de Navidad. Sí, aquellas que se compraban, se escribían a mano (alucinante, oiga: ¡hubo un tiempo en ... el que se escribió a mano!), se ponía en el sobre el correspondiente sello y metíamos en el buzón, objeto urbano que más de uno no sabe ni para qué sirve. Vamos, nada que ver con los tiempos actuales, en los que todo se resuelve enviando una «tarjeta» (es decir, un frío sucedáneo de tarjeta) vía e-mail a varias personas de una tacada. O mediante WhatsApp con movimiento 'ad hoc' incluido.
El número uno de la cuestión fue el dibujante barcelonés Ferrándiz (Juan Francisco Manuel Ferrándiz Castells), que realizaba escenas llenas de candor, encanto. Otras tarjetas eran más baratas, pero las de este gran artista garantizaban siempre la calidad. Envié muchas y recibí muchas también. No en vano, el correo formaba parte habitual, antaño, de nuestras vidas. Se recibían cartas cada dos por tres. Y en Navidad, obviamente, más de lo habitual.
A la Navidad de ahora le faltan referentes como las citadas tarjetas y algunos que también formaron parte de su esencia y que debido a los 'new times' son materia 'vintage'. De hecho, las actuales generaciones no saben de qué van, educadas como están en planteamientos radicalmente distintos. Quienes conocimos las tarjetas a las que me refiero en este artículo, sabemos muy bien que desprendían un encanto especial.
A las tarjetas habría que añadir en la lista de tradiciones que forman parte del olvido detalles tan significativos como «el aguinaldo», entregar regalos a los policías municipales (me referí a los ellos en mi artículo de la semana pasada), etcétera.
Lástima que, en aras de la comodidad, determinadas cosas que siempre fueron de una determinada manera sólo sean utilizadas ya por una minoría. ¿Avanzamos de verdad o al avanzar retrocedemos? Ahí queda la duda modelo Hamlet.
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