Reflexiones de una abuela preocupada sobre lo que vivimos estos días
UNA CARTA PARA TI ·
A pesar de los juegos, los libros, la televisión y las redes sociales no es fácil estar encerrados sin poder abrazar a los nuestros. Tenemos que aprender a olvidarnos del 'yo' para pensar en el 'nosotros'
Nos parecía poco probable que llegase aquí. Estaba muy lejos. Solo veíamos imágenes en televisión que parecían un mal sueño. China no estaba cerca. Nos olvidábamos de que este mundo en el que vivimos es una gran aldea global, para lo bueno y ... lo malo, y si en unas pocas horas podemos la vuelta al mundo, los virus también.
El coronavirus ha llegado para cambiar nuestros hábitos y rutinas, nuestra tranquilidad, nuestras prioridades y nuestra, hasta ahora, forma de vivir la vida.
Y en medio de todo eso nos muestra la cara de la muerte y nos confirma que somos vulnerables, frágiles y necesitamos de otros para vivir, para subsistir.
Las lágrimas de nuestro país, del mundo entero, llenarán ríos y mares, pero no habrán sido en vano si aprendemos de nuestros errores y olvidamos el 'yo' para pensar en el 'nosotros'.
¿Por qué?
No tengo la respuesta, creo que nadie la tiene. Tras la incredulidad inicial, ahora nos queda la evidencia de lo que está ocurriendo. Y no es agradable. Es horrible. Horroroso.
Pero mientras todo pasa, debemos aprender a gestionar la rabia, el dolor y practicar la empatía, porque solo dejando a un lado individualismos y pensando en el bien común, conseguiremos nuestro objetivo: sanar nuestros cuerpos para que sanen también nuestras almas.
Nada es eterno
Desde que las autoridades decretaron la alerta sanitaria, todos (con excepciones conocidas, personal sanitario y de limpieza, transportistas, personal de supermercados y farmacias, cuerpos de seguridad, ejército, pequeños quioscos, agricultores y tantos otros oficio) hemos sido confinados en nuestros hogares, y salvo excepciones, lo estamos haciendo bien.
Cuesta cumplirlo, la verdad. Sobre todo no poder abrazar a quienes quieres, estar separados de tus padres, hermanos, hijos, nietos… A pesar de los juegos, los libros, la televisión y las redes sociales, no es fácil.
La libertad es un derecho que en este país adquirimos al nacer. Ir a trabajar, disfrutar de un aperitivo en una terraza, un agradable día de playa, velar a tus difuntos, celebrar un cumpleaños con tu familia, la boda de tu hermano o simplemente, llevar a tus hijos al parque, se ha convertido en algo que, por ahora, no nos podemos permitir.
Y no le hemos dado importancia hasta que la hemos perdido. Ni a los besos, ni a los abrazos ni a nada de lo que forma parte de nuestra vida cotidiana, siendo la familia y el amor lo que nos sostiene en estos momentos. Este último, el amor, es el motor que nos impulsa cuando creemos que nada puede salir bien, que no hay fin para tanto dolor. Pasará. Lo sé. Y será momento de celebrar. Todos en casa ahora para muy pronto volver a celebrar la vida.
«Por muy larga que sea la tormenta,
el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes».
Kalil Gibran.
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