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Cuando sólo teníamos un televisor…

Cuando sólo teníamos un televisor…

LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·

Recuerdo con nostalgia aquella época en la que todos nos reuníamos en familia para ver los programas en el salón, que era el único sitio donde, si había dinero, se colocaba el aparato

Javier Rodríguez

Santander

Viernes, 24 de enero 2020, 20:02

A raiz del artículo que escribí la semana pasada sobre el 'Estudio 1' de 'Doce hombres sin piedad', varios fidelísimos lectores de estos artículos evocadores me han recordado aquella época en la que en las casas sólo había un televisor. O sea, no como ahora, que en cada domicilio hay unos cuantos. Es evidente que en tal materia han cambiado mucho las cosas como consecuencia de lo de siempre: el estado de la cartera.

Debido a que antaño las alegrías económicas las ofrecía el destino con cuentagotas, resultaba preciso conformarse con la unidad de todo o casi todo. El televisor es un paradigma. Considerando el sueldo de la mayoría de trabajadores, su precio impedía hacer lo de hogaño: adquirir uno para la habitación del niño, otro para la habitación de la niña, otro para la habitación de los padres, otro para la cocina, otro para el salón, etc. Eso no se lo podía permitir el 99,9 por ciento de la población. Es más: quien disponía de uno ejercía de privilegiado.

La gran ventaja derivada de poseer un televisor era que todos nos reuníamos en familia para ver los programas. En cambio, con uno en cada habitación el planteamiento es radicalmente distinto, ya que los miembros de la misma familia pasan bastante menos tiempo juntos mirándose a la cara y conversando sobre lo que le ha sucedido a cada cual durante la jornada. He aquí un inmenso error en el que, por culpa del elevado nivel de vida actual, cae un elevado número de ciudadanos.

Hablando del asunto recuerdo incluso el gozoso momento en el que un auténtico genio inventó el comodísimo mando a distancia para cambiar los canales. ¿Qué persona se apropiaba o intentaba apropiarse de él? Estoy seguro de que el lector recuerda perfectamente su caso. Tener el mando significaba tener, literalmente, el 'poder'. O sea, no poca cosa.

¡Qué tiempos aquellos de un aparato y todos unidos para contemplar en él 'Bonanza', 'Directísimo', 'El hombre y la tierra', 'Un, dos, tres', 'La Familia Telerín', 'La casa de la pradera', 'Un globo, dos globos, tres globos', 'La familia Monster', 'Galas del sábado', 'Embrujada', 'Cesta y puntos', 'Superagente 86', 'Reina por un día', el 'Festival de Eurovisión', etc.! Qué lejos quedan, por desgracia. Qué lejos…

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