La voz de May Mínguez (Santander, 1964) suena como la de una joven delicada, como sus telas, pero segura de sí misma. La vida le ha dado varios golpes duros. El más fuerte, hace cinco años, cuando le diagnosticaron un cáncer de mama. El segundo, ... cuando con la baja en la mano le dijeron que ya no tenía trabajo. Pero eso no la detuvo. Porque la vida está hecha para los luchadores. Ella supo ver un nicho en el comercio de Santander: volver a vender telas para la confección de prendas. Con una ilusión que se palpa, hace tres meses abrió su tienda en la calle Arrabal, 'Joli tissu'.
–¿Cómo se pasa de auxiliar de clínica a vender telas?
–Por las circunstancias personales. En 2014 me diagnosticaron un cáncer de mama. Yo llevaba 29 años trabajando en una clínica dental. Un día, durante el proceso de recuperación de mi enfermedad, tras haber pasado por distintas cirugías, fui a entregar la baja laboral y el propietario me comunicó que cerraba. Me quedé sin trabajo. Después de meses buscando y de no encontrar nada, decidí montar mi propio negocio. La costura es mi gran afición desde los 17 años. Por ello me lancé con este proyecto.
–El 'low cost' acabó con las tiendas de tejidos de Cantabria, como ocurrió en muchas otros lugares de España. ¿Qué ha cambiado para que usted haya apostado por este sector?
–Santander se ha quedado prácticamente sin este tipo de comercio. Creo que hay interés por la costura y que hay ganas de expresar la creatividad con la aguja.
–Dejando a un lado las generaciones mayores, ¿la gente sabe coser?
–No podemos ignorar a las generaciones mayores porque tienen mucha experiencia y creo que a los jóvenes les pueden aportar muchas ideas. De todos modos, en estos tres meses que 'Joli tissu' lleva abierto ha entrado por la puerta bastante gente joven que está aprendiendo y quiere hacerse su propia ropa. Es bonito ver a los jóvenes que quieren iniciarse en el mundo de la costura.
–¿Se ha planteado dar un taller de costura? Los de tejer salpican todas las capitales de España e internet está plagado de vídeos con tutoriales.
–De momento, no. Tal vez más adelante. Mi intención ahora es traer nuevos tejidos para atender tanto a los profesionales como a los aficionados de la costura. Vienen personas que tienen pequeños talleres, que igual compran por catálogo, pero ahora pueden palpar las telas, y eso es muy importante. Las telas hay que palparlas, sentirlas.
–¿Qué buscan las personas que acuden a su tienda?
–Yo creo que buscan diferenciarse un poco de lo que se ve en la calle; hacer una prenda especial y que se acomode a sus gustos y necesidades.
–Cuando entran en su tienda, ¿la gente sabe lo que quiere o se deja aconsejar?
–Muchos vienen con una foto de instagram de un vestido que les ha gustado y quieren hacerse algo similar. Otros con una foto antigua, con un modelo que quieren reproducir. Pero también muchos que quieren 'tunear' sus prendas, o bien porque son de temporadas pasadas, pero son de calidad y quieren añadirle un forro nuevo o convertir un vestido en falda o al revés. Se trata de dar una segunda vida a la ropa. Creo que eso es lo que hace especial a las tiendas de telas.
–¿La costura debería ser algo que se volviera a enseñar a los jóvenes?
–Sin lugar a dudas. Muchas veces nos quejamos de que no se van de casa, pero tampoco les enseñamos a ser independientes. Eso de 'no sabe coser ni un botón' debe de dejar de ser una frase recurrente.
–Este debe de ser uno de los pocos negocios que no tienen buen encaje en internet. Como decía antes, un buen satén o un popelín hay que palparlo, sentir sus texturas, antes de meter la tijera y cortar.
–Internet tiene su mercado, indudablemente, pero a la hora de comprar una tela, no cabe duda de que es esencial tenerla delante para poder comprobar su textura y ver su color al natural. De ello depende el resultado final de la prenda que se vaya a confeccionar.
–La guerra por las aperturas en festivos de los pequeños comercios con las grandes superficies provoca el desánimo entre muchos pequeños empresarios del sector. ¿Cómo lo afronta usted?
–Es una batalla perdida. Es imposible que un pequeño comercio tenga la flexibilidad de horarios de una gran superficie.Pero lo único que nos puede salvar es la apuesta por el pequeño comercio. Creo que da un servicio más personalizado y al final este tipo de tiendas son las que dan vida a nuestra ciudad.
–Sospecho que más de una persona le ha debido de catalogar como valiente por atreverse con esta aventura empresarial, dado cómo está el pequeño comercio en Santander. ¿Cómo lo percibe usted? ¿Se siente una valiente?
–¡Sí que me lo han dicho varias personas! Pero lo afronto con mucha ilusión y con muchas ganas de aportar cosas nuevas al mundo de la costura. La vida me ha enseñado que no nos queda más remedio que continuar, que luchar.
–Ser mayor de 50 años, mujer y emprendedora, no ha debido ser una buena combinación para montar de cero un negocio propio. ¿Cuáles han sido las mayores trabas?
–Han sido muchas. La primera: la burocrática, la cantidad de vueltas que hay que dar para abrir un comercio. La segunda, el elevado coste que supone todo para un pequeño emprendedor. Pero tengo que agradecer a la Cámara de Comercio la ayuda que me han ofrecido en todo momento. Sin ellos habría sido más complicado.
Ella, su mejor oportunidad
Estudió en el colegio La Milagrosa de Santander. Al terminar Primaria, como la costura era su pasión, decidió matricularse en Corte y Confección. Pero la vida le llevó por otros derroteros y a continuación estudió Auxiliar de Clínica en Los Ángeles Custodios. «En ese momento fue lo que más se llevaba entre las jóvenes, eso o peluquería. Pero me atrajo más lo primero», explica. Su primer trabajo fue el definitivo. «Nunca cambié de clínica». Pero cuando el dueño echó el cierre, «me vi en la calle y busqué en distintos sitios. A pesar de mi experiencia, creo que la edad fue mi hándicap y nadie me dio una segunda oportunidad». Hace tres meses que es la dueña de la tienda de telas 'Joli tissu', en la calle Arrabal, de Santander.
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