La sexta etapa fue sin duda el momento mental más duro y en el que necesitamos tomar la decisión más importante de toda la aventura ya que los problemas eran mecánicos y no dependían de nosotras. Después de pasar toda la mañana parando cada 15 minutos para que el coche se enfriara, llegamos al primer control de sellado y allí estaba la carretera para que continuaran los averiados y la parte de desierto más amplia y larga de todas etapas, bastante más de 50km de navegación sin pista, con viento fuerte que levantaba arena y niebla y que no nos permitía ver el horizonte debido a las altas temperaturas, unos 50 grados. En estas condiciones de navegación libre y baja visibilidad no permitía ver las rodadas de otros coches que pudieran servir de guía y contar con ayuda en caso de avería. Estábamos totalmente solas en pleno desierto, con el coche averiado en condiciones extremas. Ante la pregunta ¿qué hacemos?, ¿seguimos adelante o tiramos la toalla? Nos miramos pensando que lo correcto era seguir por la carretera de averiados. En ese momento a Eva, le salió su nervio característico, sacó un trapo mojado con agua y cinta americana, lo enroscó en una parte del motor, que todavía no sabemos muy bien lo que era. Eva cerró el capó, se subió al coche, sin decir una palabra, arrancó y tiró hacia delante. Laura no respiró y cogió el libro de navegación, bajó la cabeza con máxima concentración y el silencio se hizo dentro del panda. Ahí nos sentimos Thelma y Louis. Tragamos saliva y no hablamos ni una sola palabra durante un rato. Con la máxima concentración y confianza puesta en la conducción de Eva ante las dificultades y los socavones inesperados del camino y escuchando el ruido del panda seguimos. Y Laura con la máxima concentración puesta sobre el 'road book' y la brújula para no equivocarse en la navegación. No sabíamos lo que nos depararía el destino pero algo nos hacía sentir que lo íbamos a conseguir. El coche milagrosamente se arregló con el invento de Eva, no nos perdimos ni nos desviamos en ningún momento y cuando llegamos a la meta, nos desbordó la alegría con gritos, risas y aplausos de la organización y de compañeros que habían tenido que tirar la toalla.
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