
Cuando volvíamos al colegio
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el ayer regresar a las aulas implicaba mucho material escolar genuino y ahora vintageSecciones
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LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el ayer regresar a las aulas implicaba mucho material escolar genuino y ahora vintageResultan inolvidables las vueltas al cole. En otros tiempos –por ejemplo, los de mi infancia- eran, por lo que respecta al «material de trabajo», completamente distintas a las actuales. Hoy no es novedad estrenar lápices, bolis, rotuladores, pinturas de cera, goma de borrar, mochila (entonces, cartera), etc. Antaño, sí.
Todos los que peinamos alguna que otra cana tenemos frescos en el recuerdo objetos como el estuche, la caja de pinturas «Alpino», la goma de borrar «Milan», la escuadra, el cartabón, el compás, las plumillas, los tinteros de «Pelikan», los secantes, la «Enciclopedia Álvarez», el sacapuntas, los cuadernos «Rubio» e incluso el popular «pizarrín» (que un servidor usó porque disponer de muchas libretas constituía sinónimo de lujo asiático).
Volver al colegio significaba reencontrarse con antiguos compañeros de aventuras y otros recién aparecidos en el horizonte; descubrir asignaturas, etc. Es decir, que tenía su interés. Como a los chavales y chavalas nos hacía ilusión estrenar cosas, la oportunidad parecía inmejorable.
No se pueden comparar las aulas de entonces con las de ahora. Las antiguas solían incluír, entre otras cosas, la clásica pizarra para escribir en ella mediante tizas, un mapa de España y una bola del mundo que hoy tampoco tendría vigencia, pues incluso los países han cambiado.
Y de sus pupitres, ¡qué decir! Eran de madera y estaban bastante pintarrajeados con todo tipo de inscripciones. ¿Motivo? Desde la más tierna edad el ser humano anhela dejar huella donde está para que otros miembros de la especie sepan dónde estuvo. Así es (o sea, somos).
El recuerdo del retorno a las clases resulta, por lo indicado aquí, agradable. Y provechoso, pues gracias a los maestros aprendíamos de verdad. Evocado a estas alturas, cuando por culpa del DNI queda tan lejos, provoca una inevitable nostalgia. La misma que todas las experiencias felices vividas, que el tiempo se llevó y nunca volverán. Snif.
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