La pobreza de tiempo, «un indicador clave» para evaluar la situación laboral de las mujeres
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Observatorio socialA finales de la década de los setenta y los primeros años de los ochenta del pasado siglo, millones de mujeres de todo el mundo occidental se incorporaron al trabajo remunerado sin abandonar muchas de las responsabilidades que tenían en casa relacionadas con los cuidados de la familia. Además, esta incorporación de las mujeres al mercado laboral no se correspondió, o al menos no en la misma medida, con la incorporación de los hombres al trabajo no remunerado. Las consecuencias en la vida de ellas fueron múltiples, tanto en su salud mental como en su tiempo de ocio. En definitiva, las convirtió en pobres de tiempo.
El pasado 31 de enero, las investigadoras Margarita Vega Rapun, del Center for Time Use Research de la University College London y autora del estudio 'The multidimensionality of poverty: Time poverty in Spain (2021)', y Sara Moreno Colom, profesora de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona e investigadora del Centre d'Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT), se reunieron en CaixaForum Macaya para conversar sobre la pobreza de tiempo en los países desarrollados dentro del ciclo 'El derecho al tiempo, debate clave para el siglo XXI', organizado por el Observatorio Social de la Fundación »la Caixa».
«La pobreza de tiempo es un indicador que nos permite dar una medida más completa sobre la pobreza, que normalmente solo recoge la pobreza de ingresos», explica Margarita Vega. «A través de las encuestas del uso del tiempo, podemos evaluar el tiempo que las personas le dedican al trabajo remunerado, al no remunerado y a los cuidados personales. Esta información nos permite establecer una línea de pobreza de tiempo similar a la que se calcula para los ingresos. Todas aquellas personas que estén por debajo de la misma serán considerados pobres de tiempo».
En España, esta línea se ha establecido en los 170 minutos al día: si estamos por debajo de ese umbral, somos pobres de tiempo. Y si además tenemos pocos ingresos, se genera un círculo vicioso del que es difícil salir: probablemente la persona pobre de tiempo tendrá unas responsabilidades propias del trabajo no remunerado que no le permitirán acceder a uno remunerado o trabajar las horas suficientes para tener un salario digno.
«La pobreza de tiempo a veces no solo la podemos medir contabilizando la cantidad de tiempo de libre disposición personal que tienen las personas», explica Sara Moreno, «porque podemos disponer de mucho tiempo, pero también tener poca capacidad para decidir acerca del mismo o que este se acabe contaminando por otras actividades, como por ejemplo los cuidados». La profesora explica que disponemos de 24 horas al día, pero las condiciones materiales con las que vivimos determinan cómo las usamos y nuestra capacidad de decisión sobre las mismas. Nos encontramos, por ejemplo, el caso de los parados que, en realidad, lo que querrían es trabajar. Disponen de mucho tiempo libre, pero esto no los hace más ricos temporalmente, sino que viven en la pobreza material.
«La pobreza de tiempo está feminizada», afirma Vega. «Al calcularla, tenemos en cuenta el trabajo no remunerado, que hasta ahora no se valoraba porque no teníamos indicadores ni datos. Un trabajo en el que se incluyen las tareas de limpieza, hacer la comida o el cuidado de los hijos, y que todavía hoy en día recae en su mayor parte sobre las mujeres. Al añadir este factor al cálculo de la pobreza global, esta se vuelve todavía más severa para las mujeres».
Según datos de la encuesta de características esenciales de la población y viviendas 2021 del Instituto Nacional de Estadística, solo un 15 % de los hombres dice encargarse de la mayor parte de las tareas domésticas, frente al 46 % de mujeres.
Las investigadoras apuntan que muchas mujeres se han incorporado al trabajo remunerado en los últimos años y también algunos hombres al no remunerado. Respecto a estos últimos, no lo han hecho en la misma medida que las primeras.
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