«Están de moda los manteles de rayas», me apunta Beatriz Satrústegui. Vaya: el mantel que iba a poner esta noche es liso. «Pero no estoy a favor de las modas, uno tiene que montar la suya propia», continúa. Pues, si lo dice Satrústegui, liso ... se queda, porque esta abogada de profesión es un referente en el arte de decorar la mesa. Heredó la pasión de su madre y, en cuanto comenzó a subir sus exquisitas composiciones a Instagram, el éxito fue inmediato.
Autora del bestseller 'Amor Platónico, el arte de decorar la mesa' (Espasa) y fundadora de La Academia de la Mesa, ha sido columnista en diversos medios en temas relacionados con el arte de la mesa, sobre el que imparte talleres y conferencias. Satrústegui, estupenda conversadora, lo sabe todo acerca de cómo crear mesas maravillosas y ser la anfitriona perfecta. También sabe dónde poner el móvil en una cena: «En el bolsillo».
–¿Cómo ponemos la mesa para el vermú del domingo?
–Para el aperitivo no tienes que poner la mesa, así que lo importante es que lo presentes bien. Se lleva muchísimo colocar todos los aperitivos juntos en tablas de madera, y poner mucho relleno decorativo.
–Ahora hay más interés por la decoración de la mesa.
–Sí. Empezó justo antes de la pandemia, y tiene que ver con las redes sociales. Antes, la mesa era algo muy íntimo, que solo veía la gente a la que tú invitabas; ahora, como mostramos nuestra vida en redes, te preocupas más de cuidar las cosas. Luego, la pandemia lo cambió todo, porque la gente empezó a divertirse no solo redecorando su casa, sino haciendo esta forma de decoración efímera que es la mesa: no hace falta que pintes las paredes porque, en una mesa, cambiando una servilleta o un plato ya has cambiado el look. Y también tiene que ver con el hecho de que haya más cosas bonitas y asequibles.
–Parece que la comida sabe mejor en una mesa bonita.
–Sí. Además, es un gesto de hospitalidad, y estás creando un ambiente: si bajas la luz y pones unas velas y una mesa bonita, la gente se relaja antes, surgen más conversaciones, todo el mundo se ve más guapo… es transformador.
–¿Y se discute menos? Lo digo por esta noche.
–Pues copié de los andaluces una cosa que funciona y es poner en la mesa un centro con un niño Jesús para recordar que lo que estás celebrando, seas creyente o no, sea un acontecimiento histórico o religioso, es el nacimiento de un niño. Parece una tontería, pero tener una figura de un bebé en la mesa calma los ánimos: la gente se centra en la parte más trascendental de la Navidad y menos en la material.
–¿Algún otro consejo?
–En cuanto a tradiciones, yo he copiado una cosa de los italianos, que es poner una brizna de paja debajo del mantel para recordar el pesebre, aunque, si no encuentro paja, pongo alguna hierba. Es una cosa simbólica, solo tú sabes que está, por eso me parece bonito. Además, una mesa funciona gracias a las cosas inútiles, no a las útiles. Lo útil son las herramientas del comer; lo inútil son las flores y las velas. Y no hace falta que te dejes el sueldo en flores de Pascua: cortas abundante verde de la cuneta, lo pones con unas velas blancas y ya tienes belleza y magia.
–Dorothy Draper escribió un libro llamado 'Recibir es divertido'. Pues yo me pongo de los nervios.
–Porque eres la 'anfitriona Torrente': en una de sus películas, Torrente dice que un detective tiene que estar en «constante tensión», pero una anfitriona en constante tensión no es buena ni para ella ni para sus invitados. Entonces, si ya estás tensionada, te sugiero que te tomes una copita de vino, que una anfitriona medio piripi está menos tensionada que totalmente sobria. Pero, para evitar que se te desate el nervio, puedes hacerlo por fascículos: poner la mesa la noche anterior, tener ya algo hecho del menú… También hay que rebajar el nivel de autoexigencia: si las cosas salen peor, pero te ríes y todo el mundo está de buen humor, se van a acordar mucho más de eso que de lo bueno que estaba el pavo.
–Esta noche voy a sacar la vajilla de mi madre.
–Pues me parece precioso. Creo que hay una memoria en los objetos, y podemos recordar a los que no están a través de las cosas porque ahí se quedan pegados jirones de memoria.
–Pero no tengo platos suficientes.
–Pues los mezclas: la gente cree que mezclar es algo súper moderno, y no, siempre se ha hecho cuando se rompían cosas o cuando no te llegaba porque había más gente que platos. Eso sí, que las cosas estén muy limpias y muy bien colocadas, porque el orden y la repetición crean su propia armonía.
–¿Se puede poner una mesa bonita con platos de papel?
–Bonita sí, lo que no sé es si yo lo haría. Los platos de papel bonitos cuestan prácticamente lo mismo que unos que no lo son. Es muy cómodo, sí, pero también me parece que hay un punto sostenibilidad. Además, las vajillas de porcelana duran de generación en generación, y si se te ha roto un plato de la vajilla de la abuela, lo mezclas con otro. Y tenemos que ser más conscientes de que no hace falta ir comprando cosas de peor calidad todo el rato, sino cuidar lo que tenemos.
–¿Para quién le gustaría poner una mesa?
–Pues para los que la pongo, porque yo siento a mi mesa a quienes más quiero.
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