![Construyendo una vida: el sueño hecho realidad de Isabel y Diego en el Valle de Cayón](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2025/02/11/ISABEL-ESTEBAN-CONSTRUYENDO-UNA-CASA%20(4).jpg)
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Cuando Isabel Esteban era una niña (ahora tiene 37 años) su hermano le preguntó cuál era el sueño de su vida y recuerda la seguridad con la que le respondió «tener una casa con piscina». Aquella idea que le rondaba desde siempre se materializó en 2020 cuando, ya casada con Diego de Lózar, y vivendo en un adosado compraron cerca un terreno y empezaron a diseñar su vida en el valle de Cayón. No fue todo tan bonito como hoy parece cuando se abre la puerta del jardín y se ve una impresionante casa de madera que destila tranquilidad y buen gusto.
La construcción les pilló en plena pandemia. Isabel dirigía ya su propia agencia de viajes, Diego trabaja en banca y sus hijos tenían entonces 1 y 4 años. Cuando quedaban dos meses para que se la entregaran, salió la oportunidad de alquilar el chalé en el que vivían y se fueron a un piso pequeño. Iban a ser dos meses, y al final fueron seis. Entonces se declaró el estado de alarma y su vida, como la de muchos, se quedó del revés. Los aeropuertos se cerraron e Isabel no podía trabajar, así que se vieron con las manos atadas al tener que pagar dos hipotecas y un alquiler sin saber cuánto iba a prolongarse aquella situación. Isabel recuerda aquellos días con angustia. Estar en un piso, con dos niños pequeños, con una casa en obras en la que el constructor no cumplía los plazos se le hizo bola. De aquello interiorizó dos cosas: «Nunca más me voy a quejar de tener mucho trabajo» y «Todos los días damos gracias por lo que tenemos».
Sin ser consciente, Isabel dibujó la casa que quería bebiendo de series como Las chicas Gilmore o Mujeres desesperadas. Con buen gusto y rodeándose de profesionales adecuados, logró que aquellos bocetos se convirtieran en una preciosa casa de madera de estilo americano.
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Muchos quisieron quitarles la idea de la cabeza de construir en Cantabria una edificación así, pero Isabel y Diego lo tenían claro: «Si en los países nórdicos o en Canadá hay tantas construcciones así, seguro que guardan bien el calor, como hemos comprobado después al poner el suelo radiante». Isabel dejó «de aceptar críticas constructivas de gente que no había construido nada», y así, poco o poco, fue 'construyendo una vida'.
Precisamente con ese es el nombre y animada por su amigas Eva y Yoli empezó a compartir en Instagram cada paso que iban dando. «La comunidad empezó a crecer rápido y ya tiene más de 14.700 seguidores. Con lo mal que lo estaba pasando Instagram se convirtió en una ilusión, en una válvula de escape que me reforzó mucho», confiesa aunque reconoce que «no hemos hecho más que trabajar, trabajar y trabajar». En estos últimos cuatro años, Isabel se ha convertido en toda una experta en hacer masa de hormigón, poner enchufes, lijar y pintar lo que haga falta, coger la rotaflex o el taladro sin que le tiemble el puslo… Por no hablar de la maestría con la que es capaz de remover toneladas de tierra para adecentar el jardín de 6.000 metros cuadrados en el que han plantado mano a mano 300 árboles. «Los fines de semana nosotros no descansamos», comenta siendo consciente de la paliza que tienen encima aun sabiendo que «todo ha merecido la pena».
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La casa tiene una gran cocina abierta al salón con una zona de comedor; tres baños y un aseo; cuatro habitaciones; una preciosa sala de juegos y el despacho de Isabel, además de zona de lavandería y garaje. Fuera, un bonito porche delantero con un balancín y detrás otro que da a la piscina.
«En verano no necesitamos irnos de vacaciones a ningún sitio», dice mirando con orgullo la casa que han conseguido levantar. Se fueron a vivir allí en cuanto tuvieron luz y la estructura, pero ya estaban en casa. La primera decisión que tomaron fue los colores que reinarían en cada estancia, y el azul, el gris y el blanco fueron los elegidos. Isabel diseñó el mueble del salón, dónde quería que estuviera la ventana de la cocina para poner debajo y centrado el fregadero… Todo está medido con mimo y, aunque con humildad reconoce que no tiene conocimientos teóricos y se mueve por intuición, Isabel tiene un gusto innato que se nota en cada detalle. Hasta los niños y su perra Luna tienen sus casitas en el jardín del mismo estilo que la principal.
Para Isabel y Diego es fundamental que sus hijos entiendan lo afortunados que son de vivir en un lugar así, así que Nicolás y Alicia colaboran y cuidan cada rincón. Hoy, cuando la familia se detiene a contemplar su casa, no solo ven una construcción de madera. Ven esfuerzo, sacrificio y la prueba de que los sueños, por difíciles que parezcan, pueden cumplirse.
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Ana del Castillo
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