Cómo decorar una casa con muebles encontrados en la calle y restaurados
Casas DModa ·
Marciana Alonso está jubilada y se ha convertido en una experta en dar una segunda vida al mobiliario que otros tiran al contenedor. Nos muestra su hogar y la singular decoración de su hogar en la comarca de Medina del Campo
Laura Negro
Valladolid
Miércoles, 31 de enero 2024, 15:06
Sin saberlo, Marciana Alonso López, una vecina jubilada de un pueblo de la comarca de Medina del Campo, es toda una precursora del 'Stooping', un movimiento que se ha puesto de última moda en las redes sociales. Se trata de recoger, reutilizar, reciclar ... y restaurar muebles de la calle para darles un nuevo uso. Cada vez son más los 'instagramers' que presumen de conciencia ecológica y social al compartir publicaciones recogiendo muebles y otros objetos que están en la calle para que los recoja el camión de la basura o los servicios municipales. Marciana Alonso lo lleva haciendo más de 30 años. De hecho, su casa del pueblo está decorada con mobiliario reciclado y también con antigüedades pertenecientes a su familia. Ella lo guarda todo, porque para ella, todo «es historia».
Muy amable y cercana, nos da la bienvenida a su casa, en la entrada del pueblo. Se trata de una bonita vivienda de dos plantas, que se construyó en el año 1992 sobre un terreno que perteneció a su familia. Dispone de un amplísimo jardín que en verano resulta un refugio acogedor, repleto de diferentes especies de plantas y árboles que ella cuida con mucho mimo. El porche tiene numerosas macetas, que están esperando la llegada de la primavera para florecer en todo su esplendor.
La casa tiene dos entradas. Entramos por la secundaria, que tiene un porche y pasamos directamente al salón, que tiene forma de 'ele'. Es una estancia llena de historias y maravillas encontradas en las esquinas menos esperadas. Esta vecina de Medina es una cazadora de tesoros. Su casa se ha convertido en un santuario para las antigüedades familiares y los muebles que han sido olvidados por otros. Ella les ha dado su lugar y con ellos ha creado un hogar con una autenticidad única.
El salón tiene una mezcla ecléctica de estilos, pero que resulta armoniosa. En cada rincón encontramos un objeto con historia. La joya de esta casa es su impresionante librería, que ocupa una pared completa de la sala de estar. Miles de libros de todas las épocas y géneros se alinean meticulosamente en la estantería. Asombra la cantidad, pero también la forma en que cada toma y cada adorno tiene su lugar designado.
«Todas las lámparas de mi casa las he recogido de la basura. Yo antes vivía en Madrid y cuando en el periódico o en panfletos anunciaban que iba a pasar el punto limpio por alguna calle, avisando a los vecinos para que sacaran sus enseres viejos afuera, mis amigas y yo, íbamos un par de horas antes para recoger todo lo que nos interesaba en mi R-18. Principalmente lo hacíamos en el Barrio de Salamanca y casi todo lo que encontrábamos eran muebles de primerísima calidad. Además, era muy divertido hacerlo», relata nuestra anfitriona. «Una amiga se pedía los espejos que fuéramos encontrando, otra los baúles, otra las sombrereras y yo… siempre me pedía las lámparas. Así que todas las que tengo en casa son recicladas. Algunas venían con bombilla y todo, aunque yo ahora las he puesto de bajo consumo», prosigue muy orgullosa.
Las paredes del salón están presididas por dos colecciones diferentes y muy vistosas. Una es de abanicos antiguos, cada uno con su correspondiente marco, para resaltar cada pieza como merece. Y otra colección de metopas (escudos) naúticos.
En el salón se encuentra también una de las piezas que Marciana guarda con más cariño. Una mesita de madera de rincón. «Me la encontré en el río de mi pueblo. Estaba totalmente destrozada, pero me pareció una preciosidad. La traje a casa, la restauré y quedó preciosa. Al tiempo me enteré que era de una amiga mía de la infancia que ya ha fallecido, así que para mí es una pieza muy importante. Le puse una lámpara y un cuadro y quedó tan divina. Las alfombras, eso sí, las compré todas de Turquía», comenta.
A medida que avanzamos por la estancia, descubrimos pequeños tesoros, como una pequeña muñeca folclórica que también fue rescatada en la calle. «Yo la llamo la Lola Flores, porque se le parece. Tiene un vestido precioso que estaba todo roto, pero yo lo arreglé y le coloqué un mantón. También las chocolateras, que eran de mi abuela, son muy antiguas», dice.
Nos enseña también un precioso aparador en la zona de comedor, una gran mesa y sus sillas a juego. Todo en madera maciza. «Yo estuve muchos años llevando la contabilidad de una empresa. La mujer de mi jefe los iba a tirar y me los dio a mí. Estaban en perfectas condiciones y son unos muebles fabulosos. Originalmente fueron de un general que trabajó con Franco en Melilla», relata.
Nos lleva a la entrada principal de la casa, que está decorada con un antiguo mueble de lavabo, al que ha cambiado la encimera y en el pasillo, vemos una pieza que nos llama extraordinariamente la atención. Es un buró antiquísimo en el que aparecen talladas diferentes cabezas de personajes demoniacos. Se trata de una reliquia familiar. «Antiguamente guardábamos aquí el jabón que hacíamos en casa. A mí me daba mucho miedo», reconoce entre risas mientras se dirige a la cocina.
También es muy especial. Es grande y espaciosa. Con muebles blancos y decorada con textiles en tonos rojos. Aquí encontramos una vieja silla en paja, que Marciana Alonso ha restaurado. «Era donde antiguamente las mujeres amamantaban a sus bebés. Estaba de pena. Me la encontré en la calle Tirso de Molina de Madrid y la restauré porque me pareció precioso y muy cómoda. Y este armario era un ropero. Me lo traje de Madrid, le puse cristales y aquí guardo la vajilla de verano», comenta. También nos muestra una colección de almireces y morteros. Ella sabe como aprovecharlo todo.
Su habitación también está en la planta baja. Tiene un descalzador muy llamativo, en el que vemos una bonita mañanita de punto. «Cada habitación tiene su mañanita correspondiente. A esta en concreto la tengo mucho cariño, la hizo mi madre, que era muy buena con las labores y me encanta», dice. «Y esta es mi foto de comunión», añade mostrándonos a una Marciana Alonso de ocho años, con trenzas y recién comulgada.
Nos dirige hacia la parte de arriba y a los pies de la escalera vemos un ánfora antigua. Muy, muy antigua. «Esta la pescó mi jefe en Mazarrón. Tampoco la quería y me la dio. Aquí la he puesto junto a mi escalera. Igual era de los cartagineses», aventura mientras la seguimos arriba. La escalera es de hierro forjado y también procede de uno de sus rescates. «Esta era de la antigua fábrica de Danone. Iban a remodelar todo. La traje al pueblo por piezas en mi R-18 ranchera. El herrero la soldó y me la colocó. Todavía me falta por poner el pasamanos», dice.
El baño de las ranas
En la planta de arriba se encuentra la zona de noche, que cuenta con tres amplios dormitorios, uno de ellos en suite y un baño principal. «A este lo llamo el baño de las ranas. Todo lo he decorado en verde, con dibujos y figuras de ranitas. Lo principal de este baño son los espejos. El que está encima del lavabo era un antiguo paragüero que he pintado en verde. Este otro espejo que tengo en un lateral también era de la fábrica de Danone, del vestuario de los trabajadores y en mi baño queda estupendamente», presume. Desde el descansillo de arriba vemos otra lámpara muy especial, también recogida en la basura.
En el baño de una de las habitaciones, encontramos una impresionante colección de frasquitos. Los hay por cientos. «A lo largo de mi vida he trabajado muchísimo. Llevé durante años la contabilidad de una perfumería y gran parte de mi sueldo me lo gastaba en perfumes. Aquí guardo muchos de sus frascos», dice. «Otra de mis aficiones son las labores. Los textiles de la casa los he hecho todos yo y guardo muchas antigüedades de ropa, que son una verdadera preciosidad», se despide.
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