Salón con una zona de descanso y el comedor.CASA BONITA POTES
La creativa Ali Promesas reforma y alquila un bonita casa en Potes
casas dmoda ·
Alicia Hernández es la propietaria de Casa Bonita Potes, un lugar con encanto con vistas a los Picos de Europa que ha convertido en su refugio y al que se escapa siempre que puede desde Madrid
maría calvo
Potes
Domingo, 19 de junio 2022
Una decoración especial, un entorno único y los Picos de Europa como telón de fondo. Tres factores de los que puede presumir Casa Bonita Potes y su orgullosa propietaria, Alicia Hernández. La empresaria, conocida por muchos como Ali Promesas, fue la cofundadora de la ... exitosa marca Dolores Promesas y ahora es quien lleva las riendas de Valyty Place, un espacio en pleno corazón de Madrid donde arte, moda y comunicación se dan la mano.
Murciana de nacimiento, madrileña de adopción y norteña de corazón, se enamoró de Potes por casualidad hace ya una década. «Un amigo celebró allí su cumpleaños. Solo estuve un día, pero tuve un flechazo total», asegura. Tanto, que decidió volver para encontrar «su sitio», ese deseado rincón escoltado por la montaña en el que poder desconectar del bullicio de la gran ciudad.
Desde entonces, sus visitas a Cantabria se volvieron constantes. Se dejó seducir por el encanto silencioso de este pueblecito levantado en piedra y de sus alrededores salpicados de hórreos y paneras, de casonas y torreones, de verde y mar. Para cerciorarse de que su idilio con este paraíso del norte no era solo un arrebato, decidió alquilar durante dos años una vivienda antes de lanzarse a comprar la suya propia. «Era el típico lugar al que me encantaba ir en invierno y en verano. A nada que tenía día y medio libre me metía la paliza en coche solo para poder volver. Estaba tan contenta… Definitivamente, era mi sitio».
«Es el sitio donde siempre quiero volver, donde realmente despejo la mente y cargo las pilas. Algún día, me encantaría retirarme allí»
Encontró una casita de carácter rústico en medio de la naturaleza y a tan solo tres kilómetros del centro de Potes. Un remanso de paz que cumplía con su único requisito imprescindible: que mirara a los Picos de Europa. «En casa de mi amigo estuve, literalmente, tres horas contemplándolos desde el porche. Yo también quería tener esas maravillosas vistas», asegura. Y es que Alicia siempre ha sido más de montaña que de playa, y más de norte que de sur.
Lo tuvo «clarísimo» y se lanzó a la aventura de poner, entre viaje y viaje, su sello personal a aquella finca que había pertenecido a una familia de Santander y a la que, por motivos obvios, no pudo bautizar con otro nombre que no fuera «Casa Bonita».
Esteta, detallista y apasionada de la decoración, Hernández comenzó a dar un lavado de cara a su nuevo lugar favorito a modo de lienzo en blanco. Cien metros de jardín y algo más de doscientos de interior quedaron a su plena disposición. «Tiene un tamaño perfecto. No es excesiva, pero es amplia y cómoda», explica. Mantuvo la distribución inicial sin tirar tabiques, pero dio rienda suelta a su instinto creativo pintando, empapelando y acoplando muebles y objetos que ya tenía para empezar a vivirla a cuanto antes. Siempre tuvo claro que buscaría un estilo acorde con el entorno, un ambiente tenue, acogedor, con tintes de tendencia, en la que se permitiría ciertas licencias. «Si fuera mi vivienda habitual, quizás, habría sido más comedida», reconoce.
La casa, como la vida, cambia en casa estación, donde Alicia sustituye el terciopelo, los cuadros escoceses y las tardes de chimenea y manta tan típicos de invierno por los estampados Liberty, las cortinas de lino y los largos días de verano al sol. Los colores también oscilan según el criterio de su propietaria. «Pinté unas paredes en verde billar y tiempo después lo cambié por tonos tierra». Aunque puede presumir de ojo clínico, también necesitó la ayuda profesional de su buena amiga Adriana Nicolau. La interiorista fue la encargada de dar coherencia a la reforma y llevar a cabo detalles técnicos como la distribución de la cocina, la disposición estratégica de las luminarias o la correcta elección de los colores, que puede variar según la luz. «Me encantan los proyectos de Adriana y su forma de trabajar los ambientes oscuros y la iluminación», asegura.
La casa, que tiene calefacción central, está dividida en dos plantas de unos 80 metros cuadrados cada una, sumado a una buhardilla «donde guarda toda la decoración que va quitando y poniendo». En el piso de abajo encontramos una cocina con un renovado estilo rústico, un aseo, un dormitorio y un ecléctico salón con chimenea y salida directa al porche. En el jardín, Alicia ha dispuesto una zona 'chill out' y un comedor exterior con vistas a la montaña donde alargar las sobremesas de verano. Subiendo a la planta superior nos topamos con dos dormitorios con balconcito y un baño, junto al dormitorio principal, con baño incluido. «Desde la cama, tumbada, veo los Picos de Europa. No hay cosa que más me guste que tener esa panorámica y bajar luego a hacerme el desayuno», explica. «Es cierto que la felicidad está en las cosas simples, el verdadero lujo es esto».
Los amigos de Alicia comenzaron a interesarse también por esta zona de Cantabria de la que tantas veces les había hablado, pero a la hora de buscar alojamiento detectaron que no existía una oferta tan especial como la suya. Y es que todo en Casa Bonita está pensado al detalle, desde la cubertería hasta las tacitas de café. Por eso, la empresaria comenzó a valorar la idea de alquilar su hogar en los periodos en los que ella no podía disfrutarla, compartiendo así un pedacito de ese privilegiado entorno con los demás. «Mi intención era tenerla para mí, pero es cierto que las casas cuando están mucho tiempo cerradas se estropean y alquilarla es una forma de darle vida. Siempre me la han cuidado mucho, nunca he tenido ningún problema», asegura. Se puede conocer la disponibilidad contactando directamente con ella por teléfono.
Siempre que pueda, Alicia se seguirá escapando al norte, a ese rincón cántabro que le hace tan feliz. «Es el sitio donde siempre quiero volver, donde realmente despejo la mente y cargo las pilas. Algún día, me encantaría retirarme allí».
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