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Vista aérea del Palacio de Bustamante, con los prados donde pastan los caballos de la Yeguada de Quijas. Daniel Pedriza

Paz y señorío en el Palacio de Bustamante, hogar de la Yeguada de Quijas

Ramón Bustamante descubre a DLujo sus preciados caballos, que cría para el salto de competición, en su finca, en la que se alza una torre medieval, que data del siglo XI

Mariana Cores

Santander

Domingo, 13 de agosto 2023

Hace 25 años que Ramón Bustamante dio un giro a su vida y apostó por lo que más ilusión le hacía: los caballos. Así nació la Yeguada Quijas, en su finca del Palacio de Bustamante, especializada en la cría de caballos de salto. Empezó con tres yeguas anglo-árabes que trajo de Francia. Hoy tiene cerca de 30, entre ejemplares adultos y potros, que gozan de prestigio nacional.

La finca tiene dos partes totalmente diferenciadas: las tierras bajas, frente al bosque, con árboles centenarios autóctonos, con hayas, robles, encinas, laureles o acebos, lugar en el pastan las yeguas con sus potros y los caballos más jóvenes. Y las altas, que llegan hasta el Alto de Quijas, donde está la torre medieval construida con fines defensivos, dominando la vista del valle. Es donde descansan las yeguas más mayores.

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Al llegar, huele a hierba recién cortada, es la que se utilizará como heno para el invierno. Según cuenta Ramón a DLujo, los mejores pastos de Cantabria están entre Torrelavega y San Vicente de la Barquera. La mezcla de propiedades resultantes de las tierras situadas entre la montaña y el mar, con su salinidad, hacen que la hierba crezca con un gran valor nutritivo. Y ese es uno de los secretos del éxito de su yeguada, la alimentación que reciben sus caballos en sus pastos, bañados por el río Saja, que atraviesa la finca, y el mar, tan cercano al palacio. Además, agrega Ramón, si sus caballos son tan nobles se debe también al trato que reciben de las personas que trabajan en la finca.

De sus campos también disfrutan los caballos que tiene en pupilaje, la mayoría propiedad de amigos de Ramón, que prefieren que sus animales pasen el mes de agosto lejos de los 40 grados de lugares como Madrid.

El lugar transmite paz y señorío. Macizos de hortensias salpican todo el camino hasta el palacio, que consta de una torre que data del siglo XI y alrededor de la misma se edificó la capilla y la residencia, ambas del siglo XVII.

La torre es de mampostería con sillería en los esquinales y vanos. Tiene almenas cuadradas y varios vanos con el arco apuntado. A la misma se adosó el palacio con corralada. Su fachada tiene seis arcadas sobre pilares decorados, que dan acceso al zaguán, sobre el que hay una solana en el piso superior. El muro de éste es de ladrillo macizo con entramado de madera.

La capilla adosada se sitúa en el extremo oriental. Es de nave única, con bóveda de crucería, y se remata por una espadaña simple en el hastial. En la fachada meridional de la capilla hay un escudo con las armas de Francisco de Alsedo, de finales del siglo XVIII, así como el lema de la casa grabado al pie.

Pasear por el Palacio de Bustamante, por su bosque, sus prados acotados por vallas blancas, en los que pastan caballos, de mirada noble, llegar hasta la torre medieval, en el alto. Todo en este lugar une a la tierra y a la naturaleza, con la distinción y señorío que marca el palacio, su torre y su capilla, un conjunto declarado Bien de Interés Cultural.

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