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El jardín de la finca familiar de los González-Camino, en Esles, tiene nombre propio: Cotubín. Y no es de extrañar que así sea, cuando uno se adentra entre sus árboles centenarios, sus caminos, macizos y sus muros, que han ido creando su propia identidad a través de las generaciones, desde que se construyera la casa principal, en 1860. Pero lo que hace único a este lugar es ver cómo este jardín tradicional se funde con el creado por el paisajista Luis González-Camino, a partir del año 2000, cuando adquiere unos terrenos colindantes con los familiares. Y así, se hace la magia. Entre sus múltiples trabajos por Europa o Sudamérica, él mismo destaca La Ciudad del Vino de las Bodegas Marqués de Riscal, en Elciego, en Álava, «que comencé en 2001 y que todavía desarrollo»», afirma.
Su bisabuelo, levantó la casa principal actual sobre la ruina de una anterior que se había quemado, acompañada por el jardín original. La capilla la construyó su padre hace casi ochenta años. La botánica, el amor por las plantas y la naturaleza, en general, se fueron pasando de generación en generación. Hasta que le llegó a Luis. Él heredó de su padre esta pasión por la jardinería, quien, con tan solo 13 años, leía las dos únicas publicaciones sobre el tema que existían en aquella época, en español. Nació y estudió en Madrid. Empezó Biología, que abandonó por Montes. Pero finalmente, lo dejó todo por lo que de verdad le hacía feliz: trabajar en los jardines y así empezó su carrera (de manera autodidacta), con poco más de 20 años, en 1975, hasta hoy.
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Daniel Pedriza
Dentro de la finca, además de la casa principal, está la que adquirió y rehabilitó su padre en 1953 (junto a una capilla). En 2009 llegaría la suya. Estas tres edificaciones, más la capilla, arropan a un jardín en el que se puede disfrutar de una sequoia que fue plantada en 1860, pero que al secarse, le dieron forma de lápiz. También se descubre un roble de más de 200 años, dos cipreses de Lawson, uno de los tilos más antiguos de Europa, un castaño de Indias y otros seis que figuran en el Catálogo de Árboles Singulares de Cantabria.
Cuando tenía 30 años, ya casado y con dos hijos, dejó Madrid para instalarse en Cantabria. De allí solo se mueve por motivos de trabajo, pero procura volver al menos, los fines de semana. Siempre con una tijera de podar en el bolsillo del pantalón, no concibe un paseo sin arrancar una mala hierba o una hoja fuera de lugar. En sus dominios: hayas rojas, nísperos, un ginkgo, un sauce llorón, un peral de flor, un abedul del Himalaya... Todo ello se descubre mediante senderos que suben y bajan, que te llevan a una pequeña explanada con una mesa y una silla de madera, forradas por el musgo y el níquel por obra de los años al aire libre.
A la hora de abordar un proyecto, señala tres premisas que le condicionan: «Lo primero, adaptarme al sitio en el que voy a trabajar, sacar partido a lo que ya hay, no hago borrón y cuenta nueva. Además, está el deseo y lo que espera el cliente». Y por último, señala, «las plantas. El mundo vegetal. Hay grandes paisajistas para los cuales son algo secundario. Para mí son una fuente de placer que debe de ponerse a disposición del cliente y hacer que él también lo disfrute».
Para inspirarse, nombra los viajes que ha hecho por el mundo, pero sobre todo, «los libros. He perdido la cuenta de los que he leído. Al principio me vi obligado a leerlos en inglés y francés, ya que no existían en español (solo había dos), lo cual me vino muy bien para mejorar mi inglés y aprender francés, gracias a ellos y a la ayuda de mi madre, que sí lo hablaba».
En cuanto al diseño, no duda un momento: «los jardines ingleses son mis preferidos, porque son los que más hacen hincapié en la botánica y su diversidad. Me gustan más que los franceses, que apuestan por la transformación del paisaje, imponiendo la huella del hombre. Sin embargo, el inglés se adapta a la naturaleza. El hombre interviene sin violentar».
Una de sus últimos proyectos es el Bosque del Cine, en Udías, encargado por la Academia del Cine, que contempla la plantación de 34.000 árboles autóctonos (ya se han plantado 200), con los que se compensarán 19.000 toneladas de CO2, que es aproximadamente lo que se genera con la producción de 320 películas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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