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Hace dos años, los propietarios de esta casa de tres plantas, de los años 50, situada en pleno Sardinero, no dudaron en que debía de ser suya, en cuanto traspasaron la verja de entrada. A pesar de que necesitaba una profunda reforma, ya que llevaba años sin que se cambiara un solo aplique, vieron las múltiples oportunidades que ofrecía para ellos y sus cuatro hijos, aún pequeños. Siempre supieron que en Santander tendrían un segundo hogar, tras años de veraneos y fines de semana en una casa alquilada. Esta era perfecta. Al lado de las playas de El Sardinero, donde sus hijos pueden hacer surf o darse largos baños, sin necesidad de coger el coche.
La rehabilitación les llevó más de lo que pensaban, pero, al fin, este verano, la inauguraron. De la decoración se encargó la madre de la propietaria, dedicada al interiorismo desde los años 80. Aunque vive en Madrid, procuró que la mayoría de los proveedores fueran de la región. Y así consiguieron una casa muy actual, con las últimas tendencias y materiales. Se reestructuró toda la distribución de la casa, tirando tabiques y baños. El resultado: seis dormitorios y cuatro cuartos de baño, además del aseo de invitados.
De techos altos, la casa está pintada en blanco, solo roto en los dormitorios, donde se ha jugado con otros colores, como el de las vigas de color verde azulado de los dormitorios del último piso. En el cuarto de juegos, el techo se asemeja a los nórdicos, cayendo a dos aguas y cubierto por láminas de madera, que hacen más cálida la amplia estancia, donde dos camas nido, para los pequeños invitados, se camuflan a modo de sofás.
En la planta principal, el distribuidor comunica con el salón, donde se mantuvo la chimenea de la casa original, así como la tarima de los suelos, que fue reparada. A la hora de decorar, se optó por colores como el blanco roto del sofá curvo o el mostaza de los pufs. El cuero se dejó para las butacas nórdicas de piel y madera. También destaca una original barra de mimbre de los años 50, adquirida en La Central, en Santander.
En el comedor, muy luminoso por los amplios ventanales instalados, llama la atención el mueble chino, lacado en rojo, de un anticuario de Madrid, en cuya parte superior se colocaron porcelanas, también chinas de la serie azul.
Uno de los espacios más especiales de la casa es la cocina, que se tiró entera, salvo por el horno de leña y la parrilla, originales de la casa, donde se preparan asados y pizzas, como si de un hogar italiano se tratara, para disfrutar en familia o en las veladas que comparten con amigos. Los muebles, pintados en negro mate, fueron montados y diseñados por Manuel Gestera, de Santander. Una casa reformada con mucha ilusión, para disfrutar a lo largo de todo el año.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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