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En casa de Federica Barbaranelli (Roma, 1978) siempre hay mucho que hacer. No se para, pero nunca hay prisa. Esta romana, instalada desde hace tres años en Novales, vive según su concepto de 'slow life' (vida tranquila), aunque no siempre lo consigue. Al llegar al ... portón de hierro, tras el cual se alza una casa blanca de indianos, rehabilitada por ella y su marido, Jaime, quienes reciben son el burro 'Darwin' y una pareja de pontier. Nada más traspasar las puertas, las velas, flores frescas, hojas secas y muebles restaurados son los dueños y señores. Es el universo de Federica & Co, empresa que llegó a Cantabria tras su paso por Madrid y sufrir una profunda renovación. Formada en EE UU y Europa, Federica se instaló en la capital de España, donde montó con una socia y amiga uno de los primeros 'pop up' (espacio para la venta puntual de distintas firmas) en pleno barrio Salamanca. Fueron muchos los avatares a los que se enfrentó, desde un cáncer a verse obligada a inventarse de nuevo, tras arruinarse. Fuerte y enérgica, que nadie espere a una cándida mujer regentando una 'cottage' o casa de campo en un pueblo perdido de Cantabria y gestionando una web con productos que compra en sus viajes, principalmente a Francia. Su sueño es concluir y publicar su primer libro. «Mi vida es escribir».
–Tras crear una marca propia en una ciudad como Madrid, lo deja todo por Novales. ¿No sintió vértigo? ¿Qué le llevó a dar ese paso?
–Ningún vértigo. Obviamente, cerrar un negocio grande en una ciudad en la que te has metido en una rutina y un estatus, con un equipo, no fue una decisión fácil ni tomada a la ligera. Lo importante era que ni mi marido ni yo éramos felices. Madrid y el negocio de la calle Hermosilla nos suponía un esfuerzo que era un despropósito. Mi marido es cántabro y decidimos refugiarnos aquí, un lugar que a mí me encanta por muchas razones.
–¿Qué es Federica & Co?
–Es un proyecto de locos, hecho por locos, muy apasionados y con muchas ganas de hacer sonreír a la gente. Es un estilo de vida. Por un lado es un 'cottage' con tres habitaciones, donde se dan cursos de cocina y donde todo lo que tenemos se puede comprar. De lo que hay a la venta no hay nada que yo no comprara para mí. Tampoco cocinaría lo que yo no comería. No dormiría en ninguna de mis habitaciones si las camas no fueran cómodas (las he probado todas) y el ambiente agradable. Todo lo que hay en esta casa me gusta. Refleja un mundo interior que se comercializa. Quizá no somos muy hábiles como comerciantes, pero trabajamos en algo que nos gusta y que nos llena.
–¿Cómo es trabajar con su marido?
–Este es un proyecto de dos. Yo soy la cara visible, porque él es sumamente discreto. Él tenía un trabajo en el que estaba continuamente viajando. Ahora es mi jefe, quien apostó por este negocio. Es quien cree en mí, quien me aguanta y me maneja, porque yo tengo una personalidad difícil. También es psicólogo y gestor. Él fue quien me rescató y quien rescató Federica & Co. Estoy muy orgullosa de trabajar para él. Aunque es la parte más financiera del negocio, también tiene una parte creativa.
Fue al colegio en Roma y en Madrid, al Liceo Italiano. Con 17 años desembarcó en Nueva York, donde estudió Escritura Creativa y Cine, aunque no llegó a graduarse.
Por circunstancias económicas tuvo que trasladarse a París donde, a través de una beca, se formó en Literatura Comparada e Historia del Arte Moderno.
Con poco más de 23 años regresó a Madrid, «sin tener ni idea de lo que quería hacer». Con una socia montó una tienda de ropa, «era la época de 'Sexo en Nueva York' y nos trajimos todas las marcas de la serie».
Después llegó otra tienda, un cáncer y su gran amor. En 2011 montó Federica & Co en un jardín de Hermosilla. Ahora sigue con la esencia de la marca en Novales.
–La idea es que la casa fuera su base mientras viajaba a Francia a por material y gestionaban su tienda por internet. Pero el proyecto se transformó.
–No exactamente. Estábamos arruinados. No teníamos un euro ni para viajar ni para comprar nada. Nos refugiamos aquí. Compramos esta casa y la rehabilitamos nosotros. A pesar de todo, queríamos seguir con la tienda 'online', ya que la web estaba hecha y tenía un nombre, pero teniendo claro que si teníamos la oportunidad de volver a empezar, sería de cero, con algo mucho más sencillo de manejar. La idea era que la casa fuera un lugar donde poder dar clases de cocina y que sirviera de escaparate para la tienda y almacenaje. Luego vimos que había capacidad para montar unas habitaciones. La casa fue hablando sola.
–Su abuela Valeria fue una gran influencia para usted. ¿Qué heredó de ella, además del gusto por preparar todo tipo de pasta? ¿Cómo era vivir a su lado?
–Era muy sencilla. Era una 'nonna' (abuela) tradicional. Mi abuelo era expiloto militar. Se levantaba muy pronto para ir al mercado, a comprar la mozarella, la pizza bianca y hacía la pasta en casa. Me encantaba que por las mañanas, cuando me quedaba en su casa, oliera a bizcocho;de hecho, me gusta que las casas huelan a bizcocho. Aunque mi obsesión por la cocina y la materia prima nació en Francia al ver esos maravillosos mostradores y esos mercados.
–Su formación académica se inició a los 17 años en Nueva York. ¿Cómo transcurrió todo hasta llegar al jardín bohemio del barrio Salamanca de Madrid, donde montó Federica & Co?
–Pasé una adolescencia tardía. Me rebelé mucho a partir de los 19 años, por mi carácter, mi vena artística y mi entorno familiar, que era un poco complicado. No tenía ni idea de lo que quería ser. No tenía las armas interiores para crecer. Al poco tiempo de regresar de París, tras terminar de estudiar, a los 23 años, conocí a mi alma gemela, Elsa. Y con ella empezó mi aventura empresarial, primero con ropa, en la calle Lagasca, en un patio maravilloso de una casa. Era como un cuento. Tuvimos una segunda tienda, también en Lagasca, pero ya con muebles, un café, organizábamos exposiciones... Dimos forma a lo que sería Federica & Co. Sin embargo, por el camino, desde 2007 hasta 2011, el proyecto quedó enterrado. Mi socia se casó, yo enfermé de un cáncer. Lo bueno, que conocí al poco tiempo a mi marido y seguí explorando.
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