-Defiende que la buena arquitectura es la que transmite sensaciones.
-Eso lo descubrí el primer año de carrera. Recomiendo a todos los estudiantes de Arquitectura que hagan como mi socio (Yago Simal) y yo. Dedicábamos el mes de julio a recorrer Europa siguiendo la ruta que nos marcaban las edificaciones con valor arquitectónico. Nos subíamos a mi Opel Corsa rojo y hasta donde nos llevara el dinero ahorrado durante los trabajillos que encontrábamos en invierno. La arquitectura hay que vivirla. No sirven solo los libros. La buena es la que te hace sentir. Nadie puede saber cómo es, por ejemplo, el Centro Botín si no se mete debajo y siente su peso, si no ve los diferentes matices de la piezas de porcelana que cubre su fachada.
-La crisis que se cebó con la construcción, ¿hizo sufrir también a los arquitectos como efecto rebote? ¿En qué momento se encuentra la arquitectura?
-La arquitectura sufrió muchísimo. En Madrid, cerraron el 70% de los estudios. En nuestro caso, como nos dedicamos, principalmente, a la obra privada, no nos ha ido tan mal. Hemos podido sobrevivir. Hacemos mucho vivienda de lujo, en lugares exclusivos, por toda España. El lujo es un sector que no entiende de crisis. Sí tuvimos que redimensionar el estudio. Ahora la cosa se ha estabilizado.
«Estoy en contacto con grandes constructoras y promotoras y parece que ahora les empieza a interesar Santander».
-¿Y en Cantabria?
-En Cantabria está algo complicada la situación, aún. Estoy en contacto con grandes constructoras y promotoras y parece que ahora les empieza a interesar Santander. Hace un año, ningún promotor grande miraba hacia aquí, pero algo está cambiando. Hay alguna esperanza. En Madrid, las oportunidades se están acabando, por ello comienzan a buscar en otros lugares, y entre ellos, estamos nosotros.
-¿Por qué cuesta que una ciudad de la categoría de Santander resulte atractiva de nuevo para el sector de la construcción?
-Santander es muy buena ciudad, pero desde el punto de vista productivo, no somos atractivos. Nuestro valor está en el turismo, pero hay que potenciarlo mucho más y hacer que sea de calidad. Hay que aprovechar lo que tenemos, empezando por el Centro Botín y el futuro espacio Pereda, que resultará de la rehabilitación del Banco Santander. Potenciar de nuevo la Universidad Menéndez Pelayo, que ha perdido gran parte de su brillo. Al igual que le pasa al Festival Internacional de Santander. Tenemos las mejores cuevas prehistóricas de España. Los franceses, que las tienen mucho peores, les sacan infinitamente más rendimiento. También habría que cuidar un poco más los hoteles. El viajero de hoy, de calidad, los quiere con más encanto. Huyen de los estándares. No digo nada nuevo si afirmo que las redes sociales lo han revolucionado todo. La gente quiere pasar sus vacaciones en lugares especiales, como los que ven en Instagram, por ejemplo. Si este turismo ha llegado hasta Bilbao, ¿por qué no le vamos a traer hasta aquí?
El primer estudio, en el salón de casa
Empezó el colegio en la Sagrada Familia y lo terminó en el instituto José María Pereda, donde su madre era profesora y después directora. Se fue a Madrid a estudiar Arquitectura en el CEU y después en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Sus primeros proyectos los realizó en el salón de casa, que compartía con el que es todavía su socio, Yago Simal. Poco después montaron un estudio «en serio». Y así empezaron una fructífera carrera, marcada por las obras privadas en toda España, enfocadas en muchos casos a viviendas de lujo. Pero también han participado en concursos, por los que han recibido diferentes galardones. Armando Gutiérrez deja claro que, aunque están con proyectos en Murcia, Extremadura, Ibiza o Galicia, «siempre hay tiempo para Santander».
-¿Cómo ve urbanísticamente a Santander?
-La ciudad está partida en dos. El cuello de botella está en San Martín. Santander es una ciudad lineal con dos zonas muy diferenciadas, con dos orientaciones y dos tipos de edificaciones que necesita una mayor conexión física. Para ello es importante resolver el elemento de conexión, que es San Martín. Nosotros realizamos el plan especial de esa zona hace varios años. Probablemente todavía muchas de esas ideas son viables. Propusimos una conexión mediante caminos en la falda de Reina Victoria. Estos favorecían nuevos espacios públicos de contemplación de la bahía, que podrían incorporar restauración y ocio, sin volumen aparente. En el interior y pegado al desnivel, a la altura de la Escuela Náutico Pesquera, situamos un aparcamiento público. El coche desaparece. Es un lugar algo imprescindible para Santander y las tres administraciones tienen la obligación de ponerse de acuerdo ya.
«Toda la arquitectura que se hace debe ser lo más bioclimática posible, con el menor consumo energético. Las generaciones que vienen detrás nuestro lo tienen aún más claro».
-¿Qué le parece la remodelación de El Sardinero?
-Necesaria. Pero veo la plaza de Italia más densa, algo dura. Creo que en el proyecto, la presencia arquitectónica está demasiado patente. Yo le metería algo más de vegetación. Seguro que va a quedar muy bien, igualmente.
-¿La construcción y la arquitectura todavía tienen mucha cuenta pendiente con el medio ambiente?
-Toda la arquitectura que se hace debe ser lo más bioclimática posible, con el menor consumo energético. Las generaciones que vienen detrás nuestro lo tienen aún más claro. Esto se resuelve ahora con materiales de aislamiento mucho mayores. Han evolucionado y son económicos. Y lo más importante, ha cambiado la mentalidad del constructor, porque por mucho que nosotros recomendemos, ellos tienen la última palabra.
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