Caprile, el modista 'gruñón' que no olvida sus veraneos en Cantabria
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El diseñador pasaba las vacaciones familiares en Laredo hasta la muerte de su padre en 2006El de la 'tele' «es un personaje, no soy tan gruñón». Es lo primero que nos aclara Lorenzo Caprile (Madrid, 1967), muy vinculado con Cantabria. El mediático diseñador pasaba sus veranos en Laredo hasta el fallecimiento de su padre en 2006. De hecho, está allí enterrado, junto a su abuelo. De ahí que «se mezclen los buenos y los malos recuerdos, pero volver a Cantabria es como estar en casa de nuevo», confiesa. Y es que eran «unas vacaciones maravillosas, me entra mucha nostalgia, porque no van a volver. Ya ni siquiera Laredo es como entonces», asegura. Así que prefiere «mantener congelados esos recuerdos y ya no vengo tanto como debiera.
Según cuenta, «vivía mi particular 'Verano Azul', de julio a septiembre, con un montón de primos y hacíamos 3.000 planes». Lo curioso es que «ese niño ya soñaba con el oficio de la moda. Empecé jovencito como becario en industrias textiles italianas, estaba allí los meses de julio y volvía directo a Laredo. Traía telas y revistas a mis primas, adelantaba lo que se llevaría», recuerda.
Si no hubiese sido por la cuarta temporada de 'Maestros de la Costura', «el año habría sido una mierda» para Caprile. El modista 'con a', como le gusta que le llamen, se muestra muy feliz por las diez semanas de grabación del programa de televisión de La 1 de TVE, que cerró su taller catódico la pasada semana. «Lo he pasado fenomenal, he podido viajar y encima me han pagado», asegura con entusiasmo. Para sus compañeros de programa –Raquel Sánchez Silva, María Escoté y Alejandro Gómez Palomo- sólo tiene buenas palabras.
LORENZO CAPRILE
Con ellos ha logrado cumplir la regla de oro que le enseñó hace muchísimos años Julia Otero, con la que colabora desde hace muchos años, «una monstrua, a la que desea todo lo mejor». «Al principio me daba miedo la 'tele' y ella me animó a decir que sí. Ella, mi maestra a la hora de comunicar, defiende que tú te lo tienes que estar pasando bien, eso el público de alguna manera lo capta y así sale adelante. Se necesita cariño, respeto y complicidad para que el espectador disfrute».
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Es consciente de su rol de hueso duro de roer en el concurso, pero afirma que lo que ocurre es que es el más viejo. «Empecé de becario en el sector con doce o trece años. Me sé todos los trucos. Fui cocinero antes que fraile. Los aprendices no me van a impresionar porque se vea una teta con uno de sus diseños porque he visto mucha moda». Eso sí, hay un punto en el que es tajante. «Sólo soy inflexible en la técnica». Tampoco le preocupa la fama de antipático. Ya lo decía su abuelo: «Ten cuidado con las personas que gustan a todo el mundo».
Él va por libre, como demostró al ponerse la banda de Miss Cantabria en televisión, para un programa hoy de culto. Su belleza era más bien pasiega, pero le preguntábamos por la supuesta elegancia 'innata' del norte. «Esas etiquetas se han quedado ya muy pasadas de moda. Ahora mismo ya todos vestimos igual de bien (o de mal) porque compramos en esas cuatro marcas globales de sobra conocidas», sentencia.
Lo suyo siempre ha sido impactar, no tratar de gustar. Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad de Florencia, se consagró como modista con el traje de novia que realizó, en 1993, para su amiga Carla Royo-Villanova. Dignos de recordar también fueron los dos 'Capriles' que lució doña Letizia, entonces prometida del Príncipe de Asturias, en la boda de Federico de Dinamarca con Mary Donaldson, en el que fue su debut ante la realeza europea. A su cuñada Elena le hizo trajes que perduran en la retina como el goyesco que se enfundó en el enlace de Victoria de Suecia, mientras que a la infanta Cristina la vistió para dar el 'sí, quiero' a Iñaki Urdangarín.
LORENZO CAPRILE
El diseño que hizo, como el mismo confesó, que perdiese «la olla», copó revistas internacionales, como ha ocurrido con uno de sus últimos diseños nupciales, el vestido globo gigante de Carlota de Vega. O lo amas o lo odias. «Lo que importa es que es lo que ella quería», defiende Caprile. Una boda en la pandemia que tanto ha frenado el incesante goteo de clientas en su taller. «Va a saltos. Hay semanas de frenesí y otras que no suena el teléfono y me dedico a ordenar estanterías. He aprendido a vivir al día», confiesa.
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En lo que a su vida personal se refiere, «ya no te acuestas los fines de semana a las 3 de la madrugada, por suerte, pero puedes ir al teatro o a cenar» porque «Madrid es una burbuja. Doña Isabel –Díaz Ayuso– habrá cometido errores, pero ha logrado un equilibrio difícil de conseguir entre proteger la salud y la vida diaria», en la que siempre tiene un hueco para rezar a la Virgen de la Bien Aparecida y el Cristo de Limpias por todos lo que tiene alrededor que lo necesitan.
Aprovechando que el también autor del libro 'De qué hablamos cuando hablamos de estilo' no tiene pelos en la lengua, preguntamos por los políticos mejor vestidos y no titubea. «Aunque esté en la antípodas de mi pensamiento, a la ministra de Trabajo Yolanda Díaz da gusto verla. Va impecable, bien peinada y tiene unas piernas muy bonitas. Demuestra que se puede pensar lo que uno quiera pero ir bien vestido». «No por ser rojo hay que vestir mal», apostilla antes de asegurar que Meritxell Batet –presidenta del Congreso de los Diputados–, con la que coincide por su barrio, tiene mucha presencia.
LORENZO CAPRILE
Nada que ver con los anónimos... «La calle es muy triste, paradójicamente con tanta información, todos vamos vestidos como clones. Hay una cultura del feísmo mundial, el primer valor es la comodidad y la moda va evolucionando al tiempo que la sociedad», asegura. Él, en primer lugar, «no me pienso nada qué me pongo cada día, cero. Tengo ya mi uniforme de vaqueros y camisa».
Una de sus últimas visitas a Cantabria fue para presentar otro título, el de Mariu Emilas, 'Mi Jefe', sobre la experiencia de su padre con Balenciaga. «Con el maestro no me imagino hablando mucho, con una mirada nos hubiéramos entendido. Los dos estamos enfermos de algo llamado costura y trabajo, dedicando nuestra vida entera. Él, en cuanto se retiró, duró muy poquito, no sé si me va a pasar eso a mí», asegura. Eso sí, espera que se le recuerde «como alguien coherente, con principios y valores que intento mantener».
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