Mujeres de izquierdas, con estudios y sin creencias religiosas son las que más sexo quieren
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VIRALES DMODA ·
Una de cada cuatro féminas tiene bajo deseo sexual, a menudo por conflictos de parejainés gallastegui
Miércoles, 5 de febrero 2020, 13:26
Según el tópico, para que una mujer tenga ganas de practicar sexo necesita un ambiente seductor, estar relajada y de buen humor, y no tener ningún conflicto pendiente con su pareja, mientras que para 'encender' a un hombre hace falta... nada. Pero es un estereotipo ... : en realidad, afirman los expertos, en nuestra predisposición a la actividad erótica influyen múltiples factores, desde la ideología política hasta las creencias religiosas, el nivel de estudios o la actividad profesional.
Una encuesta realizada a 18.530 mujeres hispanohablantes de 71 países, entre ellas medio centenar de españolas, ha revelado que, en cuanto a deseo sexual, las féminas de izquierdas tienen más libido que las de centro y las de derechas, las lesbianas y bisexuales puntúan mejor que las 'hetero', las profesionales superan a las amas de casa, las universitarias ganan a las que no tienen estudios y las ateas son más carnales que las católicas.
Lo que ha llamado la atención de este estudio impulsado por el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología en colaboración con la Academia Internacional de Sexología Médica ha sido que las féminas que se consideran 'progres' sienten más inclinaciones amatorias que las liberales o conservadoras. A su autor, el médico, psicólogo y sexólogo Francisco Cabello, con más de tres décadas de experiencia en su consulta de Málaga, estas diferencias -estadísticamente significativas, pero no abismales- le resultan en cambio de lo más lógico, si tenemos en cuenta, por ejemplo, la «clara correlación» entre la derecha política y las creencias religiosas y la acusada tendencia de muchas confesiones a 'penalizar' la sexualidad, especialmente la femenina.
- ¿Es posible que el resultado esté sesgado porque las mujeres conservadoras sean más reacias a hablar de su intimidad?
- La muestra es demasiado amplia para que funcione ese sesgo y, además, la mayoría de las encuestadas proceden de Norteamérica, donde se toman muy en serio la investigación y están acostumbrados a responder a las encuestas sin ocultar nada. Las actitudes correlacionan con las conductas, y la gente de izquierdas suele tener actitudes sexuales más positivas.
Para el especialista, sin embargo, lo más relevante de su trabajo, la mayor investigación internacional sobre el deseo realizada hasta ahora, no es tanto haber medido la libido de una gran cantidad de personas de orígenes y culturas muy diferentes, sino cuantificar la ausencia de deseo y su manifestación más extrema, la aversión sexual.
Al doctor Cabello le extrañaba que muchas investigaciones detectaran que porcentajes altísimos de mujeres -entre el 40% y el 80%, según los estudios- carecían de interés por las relaciones sexuales, porque lo que veía en consulta contradecía esos datos. Y los resultados del estudio le han dado la razón: del 26% de encuestadas que manifiesta tener una escasa motivación hacia el sexo, en más de la mitad de los casos el problema no es estrictamente individual, sino derivado de que su 'partenaire' no resulta ser un «inductor externo» adecuado. Es decir, la mujer es fisiológicamente receptiva, no sufre depresión ni ansiedad y tiene fantasías y sueños eróticos, pero su pareja no le 'pone'.
«Se estaba patologizando a las mujeres», señala el investigador, cuando en realidad solo el 10% de las féminas presenta «deseo sexual hipoactivo». ¿Las causas? «Influyen muchas cosas -subraya-. Lo primero, la comunicación con la pareja. Después, en nuestro entorno, las intromisiones familiares y en el mundo anglosajón, los problemas económicos. También las diferencias en la forma de educar a los hijos. Hasta la política se mete en la cama».
Pero el gran enemigo del deseo es la convivencia de larga duración. Tiene una base fisiológica: el núcleo 'accumbens', la zona del cerebro que controla el placer, la risa, la adicción y la recompensa, es muy sensible a la variedad. Es lo que en biología y psicología se conoce como el 'Efecto Coolidge', en honor a un presidente de Estados Unidos que no sabía que los gallos de las granjas se apareaban docenas de veces al día. A su esposa el dato le pareció digno de ser escuchado por su marido, hasta que el mandatario preguntó al granjero: «¿Docenas de veces con la misma gallina?». «Oh, no, señor, con una gallina distinta cada vez».
«Nosotros hemos superado esa parte biológica, pero en nuestro deseo sigue siendo importante el cambio -reflexiona el sexólogo-. Una relación de amor es una especie de triángulo formado por la pasión, la intimidad y el compromiso. La pasión baja a partir de los tres años de convivencia y la intimidad, a partir de los seis». Por eso en la encuesta la máxima puntuación en deseo sexual se la llevan las poliamorosas (11,73 sobre 14) y las mujeres que tienen pareja pero no cohabitan (11,14), esta última una fórmula tan en auge que tiene sus propias siglas, LAT (Living Apart Together) y ya es la opción preferida por el 10% de las parejas adultas en algunos países.
Por el contrario, las casadas obtienen las peores notas entre las mujeres emparejadas (9,27 de 14) y son, por tanto, las más propensas a experimentar aversión sexual. El doctor Cabello lamenta que este desorden fuese eliminado en 2013 del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM 5), a pesar de estar muy presente en las consultas de sexología. Se trata de personas que, pese a querer practicar sexo con sus compañeros, no pueden porque la simple idea les da asco. «Al final, solo con escuchar a su pareja entrar por la puerta ya les entra dolor de cabeza o ganas de vomitar», advierte el experto. Según la encuesta, le ocurre al 4% de las mujeres de forma habitual. La buena noticia es que se puede curar con una combinación entre el tratamiento habitual para superar una fobia y una terapia encaminada a mejorar la relación marital.
Las 1.890 encuestas realizadas a hombres también destrozan algún que otro tópico: la falta de deseo es su tercer problema sexual.
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