Vermú dulce, vermú dulce, vermú dulce...

El bucle de lo cotidiano es también sentimental, emocional y sensorial. El mismo día se repite una y otra vez. Todos llevamos dentro un 'día de la marmota'. El vermú dulce con el que Bill Murray intenta ligarse a Andie MacDowell es luego ese vermú ... dulce, vermú dulce, vermú dulce, vermú dulce... con el aroma del dejà vu de una vida condenada a repetirse. Vino blanco, distintas especias y hierbas aromáticas. Desde que Harold Ramis firmara esta imaginativa comedia, retorcida y sutil, que se hace querer por su propia envoltura hipnótica y chiflada, cada espectador pasa por ser un Phil Connors en busca de Rita en un proceso de enamoramiento interminable. El vermut dulce con hielo decorado con un rizo de piel de limón traslada la ensoñación del protagonista a las puestas de sol de Roma. Ingenio, imaginación, humor y romance y la vida sigue, sigue, sigue...Una construcción en elipse y elipsis, del laberinto al treinta, una mirada escéptica pero en constante actitud de búsqueda, en alerta, entre la desesperación y la resignación. La fábula fantástica de 'Atrapado en el tiempo', convertida ya en un pequeño clásico, con vermú o sin él, bucea en el espacio tiempo, en la repetición a modo de catarsis existencial. Con Sísifo al fondo -cargando con su piedra para subir un monte un día tras otro- la peripecia que acontece en Pennsylvania es un juego de paralelismos y reiteraciones, de reacciones y tránsitos, de incesante cruce de caminos. Suena el reloj despertador y un día comienza pero... es el mismo. Un combinado de Sturges, Wilder y Capra con marmota dentro que forma parte de la cultura popular y las referencias cotidianas de conversación por su poderosa capacidad de sugestión. Un descenso a los infiernos de la repetición: «¡Bien, excursionistas, arriba! ¡Despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace frío! Hace frío todos los días. ¿Qué te creías que estabas, en Miami?». Y un trago de vermú...