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La cocina ha sido una de las mejores armas de seducción porque a través de los alimentos se experimentan múltiples sensacionesalicia del castillo
Sábado, 3 de febrero 2018, 08:20
Salir a comer o cenar es uno de los regalos más frecuentes de las parejas que celebran San Valentín. Para ello muchos restaurantes confeccionan menús en los que se incluyen alimentos afrodisíacos -fresas, ostras, chocolate, champagne, langosta, granada...- resultando una propuesta tentadora y apetecible.
No es ninguna novedad que la cocina sea una de las mejores armas de seducción. Muchas mujeres han alardeado de lo fácil que es conquistar a muchos hombres por el estómago, o viceversa, y lo cierto es que gastronomía y amor forman el tándem perfecto. Un maridaje que por San Valentín puede incluso convertirse en la excusa perfecta para seducir y cautivar a los cinco sentidos.
A través de los alimentos se experimentan múltiples sensaciones, placenteras en unos casos y saciantes en otros, y emociones, pero no todos los matices, aromas, sabores y texturas estimulan de la misma manera. Una cualidad que por lo general se pone de manifiesto cuando se trata de seducir el paladar.
Conviene recordar que los primeros afrodisíacos fueron hongos y plantas silvestres -aún no existía la agricultura como técnica para cultivar la tierra- que, a través de sus alcaloides, estimulaban el sistema nervioso central. De las orquídeas, por ejemplo, no interesaban sus llamativas flores, sino sus bulbos y en Europa fueron los mercaderes árabes quienes introdujeron especies traídas de los países del lejano oriente con propiedades estimulantes como canela, pimienta, nuez moscada, cardamomo, clavo, jengibre o azafrán, entre otras.
El ser humano no solo escoge los alimentos por sus propiedades nutricionales, lo hace también por el disfrute que estos le generan. A la lista de los alimentos que provocan ciertos estímulos, sensaciones y emociones, en el organismo hay que sumar a aquellos a los que se les conoce con el nombre de afrodisíacos dado que tienen la particularidad de estimular la oxitocina, conocida como hormona del placer.
Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello? Científicos y neurólogos llevan años intentando buscar una explicación científica a algunos de los mitos que se basan en la idea de que ciertos nutrientes, como las vitaminas o algunos minerales, pueden reforzar la función o el deseo sexual. Quizá sea simplemente que estos alimentos, al margen de estimular o no, contienen una serie de compuestos que favorecen la circulación y el flujo sanguíneo.
Ostras, canela, higos... durante siglos muchos han sido los alimentos reconocidos como afrodisiacos, pero si hay que hablar de un estimulante natural por excelencia que, además, tiene un gran protagonismo cada 14 de febrero, ese es el chocolate. Se dice que las endorfinas que contiene el chocolate generan una sensación (física y emocional) muy parecido al que se tiene cuando se está enamorado.
Un alimento ancestral que potencia la producción de las hormonas de la felicidad y el buen humor. La feniletilamina desencadena una placentera sensación de bienestar y relajación. Por lo general el cacao puro presenta múltiples beneficios como antioxidante y antidepresivo. El chocolate posee sustancias que son liberadoras de placer, como la teobromina, la feniletilamina (sustancia sintetizada por el cerebro en momentos como el orgasmo) y la anandamida, causante de bienestar general, además de colaborar en mejorar los niveles de dopamina, sustancia asociada a la excitación.
Se dice que el chocolate fue un regalo de los dioses a las tierras del Amazonas y el Orinoco y que el árbol del cacao era el más bello del paraíso de los aztecas, que crecía de modo natural a la sombra de los bosques tropicales hace miles de años. Después consumían este placer comestible en forma de bebida, una ofrenda de la naturaleza que les proporcionaba vigor, longevidad y salud. El chocolate cautiva por su olor y su sabor, dulce o amargo en función de su composición, por lo tanto, este afrodisiaco natural es perfecto para incorporarlo en una velada romántica.
La canela es un estimulante del riego sanguíneo en la zona abdominal del organismo, por lo que unido al chocolate el efecto placentero se multiplica. Hay múltiples maneras de combinar ambos, desde un chocolate caliente con canela, un pastel, unas galletas o una mousse, hasta un risotto y unas carrilleras de cerdo.
La más apreciada de todas las trufas -hay más de 70 especies-, la trufa negra es un característico hongo que vive bajo tierra fusionado a las raíces de encinas, robles y avellanos de los bosques españoles, y del sur de Francia e Italia. De ellas obtienen hidratos de carbono y vitaminas y el árbol recibe de la trufa, minerales y agua. Conocido en el mundo de la gastronomía como diamante negro por su elevado precio, posee un potente y exclusivo aroma y unas cualidades gastronómicas inigualables, aportando un sabor muy especial a los platos.
Las trufas son conocidas y apreciadas desde la Edad Antigua. Los egipcios y los romanos ya las utilizaban en su cocina, principalmente por sus virtudes afrodisíacas.
Los científicos han encontrado hasta 80 componentes aromáticos en ella, pero es la androsterona, una sustancia que se produce de forma natural también en el sudor axilar de los hombres y es lo que realmente ha dado fama de afrodisíaco a este producto de la tierra.
El aspecto y el tamaño de la trufa negra dependen de la época del año. Su mejor fecha de recolección es en invierno, de diciembre a marzo. Su composición es similar al de otros hongos y setas, tiene muy pocas calorías y se cocina con mucha delicadeza. Su potente aroma se impregna en todo lo que le rodea, por ello no debe utilizarse en grandes cantidades.
La trufa es más un condimento y por ello son numerosas sus aplicaciones. Quizá una de las recetas con trufa más famosas sean los huevos trufados. Para ello se introducen en un recipiente hermético y cerrado los huevos y la trufa durante dos días para que se impregnen bien los aromas y después poder disfrutarlos acompañados de unas ricas patatas fritas y un toque final de ralladura de trufa por encima. Otros alimentos que se pueden trufar son el aceite de oliva virgen para aromatizar ensaladas, introduciendo una buena trufa en una botella de aceite durante 3 días; los quesos, la nata, la mantequilla, el foie, los embutidos, la pasta, el arroz, las carnes, los pescados...
Deliciosas, sutiles, sugerentes, las ostras son un verdadero placer para quien sabe apreciarlas. A este sensual bocado de mar se le han atribuido desde la antigüedad propiedades afrodisíacas. Y la razón no es otra, más allá de ciertas similitudes, que su alto contenido en vitaminas A y D, zinc, potasio, fósforo y magnesio, minerales que facilitan la producción de testosterona, al tiempo que elevan la energía y mejoran la circulación de la sangre.
Giacomo Casanova (Venecia 1725) fue un personaje adelantado a su época. Hijo de comediantes, llegó a ser diplomático, escritor y filósofo, pero sobre todo, fue todo un aventurero, un gran seductor y amante de la gastronomía. Según se desprende de su obra autobiográfica, su vigor se debía al chocolate caliente que tomaba antes de sus sesiones amatorias. Todo apunta a que Casanova sentía predilección por los afrodisíacos, en especial por las ostras. Según cuentan varios libros, Casanova, adjetivo que hoy se emplea para definir a los hombres que ostentan una larga lista de conquistas, desayunaba medio centenar de ostras crudas para poder soportar su ajetreada vida amorosa y seducir a sus amantes con este molusco en la boca.
Sin embargo para la psicóloga, sexóloga y experta en 'gastrosexología', las ostras y otros muchos afrodisíacos son un claro ejemplo de efecto placebo. «Tienen propiedades afrodisíacas, sí, pero no hacen efecto inmediato a no ser que se tome mucha cantidad. Normalmente hasta que no se metabolizan no se nota el efecto. Es la predisposición y la sugestión las que realmente producen el placer posterior».
Los expertos aconsejan consumir las ostras al natural o con unas gotas cítricas -lima o limón-, acompañadas de un buen champagne o cava porque las burbujas limpian la salinidad de la ostra, e incluso con albariño, manzanilla o jerez.
Otros mariscos con alto poder estimulante son las langostas y los mejillones.
Las fresas son una fruta que se ha vinculado siempre a la pasión y el erotismo por su forma, color y propiedades pero hay otras mucho más antiguas, como el higo, que desde el Medievo e incluso antes han estado relacionadas con el erotismo y la sensualidad, no solo por su apariencia física, sino por las cualidades organolépticas y nutricionales que le otorgan esa cualidad de estimulante natural. La Biblia original, escrita en hebreo, dice que la fruta prohibida que Adán y Eva comieron en el jardín del Edén no fue una manzana, sino unos higos, y estaban cubiertos con hojas de higuera.
A la jugosidad de su carne y dulce aroma de este irresistible fruto milenario se unen numerosas propiedades -fibra, hidratos de carbono y un alto índice de azúcares de rápida asimilación- que aumentan los niveles de serotonina en el organismo, además de potasio, magnesio, calcio, fósforo y muchos antioxidantes que aportan una energía altamente estimulante.
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