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Con 18 años, Irene Rodríguez Artieta no sabía hacía dónde dirigir su futuro en materia de estudios. Sólo tenía claro que debía ser algo relacionado con los aromas. Y fue Enología la carrera que le convenció después de informarse en La Rioja, donde cursó un ... primer ciclo de ingeniería agrícola para terminar licenciándose en Enología. En su casa de Trebuesto (localidad de unos 200 habitantes en el municipio de Guriezo), no había antecedentes ni vínculos con el mundo del vino. Pero Irene fortaleció su pasión, primero en las aulas y después en el campo con sus primeras prácticas en la Rioja Alavesa.
«Me gustó y no dudé dedicarme a lo que había estudiado». Tras su primera experiencia en tierras riojanas, hizo la maleta y se fue a Australia a hacer una vendimia y a mejorar su inglés. A su regreso, «me llamaron de Bodegas Bilbaínas para hacer una vendimia y me quedé trabajando diez años».
Entre tanto, en una finca propia de la familia, en mitad del pueblo de Trebuesto y completamente cercada con muro de piedra, plantó viñas en 2014 con la colaboración de su padre ya jubilado. «Apenas tiene media hectárea y nos decantamos por plantar al cincuenta por ciento Riesling y Gewürztraminer», comenta Irene que hasta el año pasado compaginó el cuidado de sus propias viñas con el trabajo en La Rioja.
La elección de uvas la detalla Irene: «La Gewürztraminer me gusta desde que la conocí, es muy expresiva, muy alegre. Al estar en la IGP del Vino Costa de Cantabria, no lo dudé. Respecto a la Riesling, es más serie, pero se puede combinar muy bien con otras uvas».
El modesto proyecto de Hortanza -este vocablo en desuso quiere decir en la zona oriental de Cantabria 'huerta grande'- tiene otro hito en el año 2016, cuando se empezó a construir la bodega, pequeño edificio que cumple la doble función de espacio de acogida para el visitante y de zona de vinificación. «En 2016 también empezamos a hacer vino en casa de forma simbólica, ya que no fue hasta 2018 cuando salimos al mercado tímidamente. Se puede decir que la comercialización se activó en 2019».
Las viñas «se adaptaron estupendamente, aunque hay que tratarlas y manejarlas con muchos cuidados. Y, aunque el clima es idóneo para determinadas plagas, hay que aprender a convivir con las dificultades».
A medida que el proyecto fue tomando cuerpo, aunque en sus modestas dimensiones -la producción está en 2.500 botellas y la bodega se apoya en una casa rural sita en la propia finca con cuatro habitaciones-, llegó el dilema de seguir manteniendo esta media hectárea «como un hobby, aunque algo pesado porque tenía que venir todos los fines de semana desde La Rioja, o de dar un empujón, con más tiempo, más presencia y más trabajo».
Y la decisión ya se la puede imaginar el lector, Irene, que ahora tiene 35 años, reconoce que «me sentí fuerte. Aposté por esto. Si no lo hubiera hecho, me hubiera pesado». Dejó su trabajo y Hortanza se ha convertido en su gran reto, hasta el punto que su objetivo es crecer. El problema es ¿cómo?
Se muestra crítica con la gran limitación existente para conseguir derechos de plantación. A Cantabria cada año le concede el Ministerio muy poco, lo que dificulta el crecimiento de pequeños proyectos que necesitan algo más de suelo para poder ser viables, generar riqueza en el medio rural y puestos de trabajo.
Se trata de una hectárea que estuvo en explotación desde 2001, cuando se efectuó la plantación, pero que llevaba varios años abandonada. «Es interesante pero el trabajo para recuperarla ha sido ingente, parecía un bosque. La producción no será inmediata. El viñedo está 'dormido'. Hay que ser paciente».
Las inquietudes de Irene no terminan aquí y como joven emprendedora que es, de cara al futuro no renuncia a nada. Prueba de ello es que el pasado año, con la vendimia hecha en Cantabria, se fue a Ribera de Duero (Legaris) a hacer allí la vendimia. «No quiero perder el contacto con el vino tinto. También en 2018 fue a hacer una vendimia a Argentina. Además, a Burdeos me gusta ir cada año de turismo, para ver cómo tratan el producto, cómo lo venden... Y al Rhin fui cuando plantamos Riesling, para conocer esta variedad en sus orígenes de verdad».
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El catálogo de Bodega Hortanza en los primeros pasos de su vida se limita a dos vinos de finca, Hortanza (50% Riesling y 50% Gewürztraminer) y Sierra de la Vida (60% Albariño y 40% Riesling), y un espumoso, que toma como base el Hortanza y que hace la segunda fermentación en la botella por el método tradicional champenoise. De este la producción que llegará al mercado el próximo otoño (tiene 11 meses de crianza) se limita a 600 botellas. «Lo hacemos porque la zona es muy apropiada, partimos de vino base con graduación y acidez moderadas. Hacer espumoso es algo bueno para la zona y desde el primer año nos ha encantado. Ha tenido muy buena acogida, pero el reto que tenemos con estos vinos es que hay que sacarlos del 'brindis final', debe ser un vino más y para ello es preciso desestacionalizarlo».
Respecto a la vinificación, señala Irene, «tratamos de hacerla lo más limpia y sencilla posible. Tenemos unos rendimientos bajos porque, después de despalillar, la presión a la que sometemos a la uva es muy moderada, para que no se rompa la pepita. La decantación es natural y la fermentación se hace en depósitos de acero inoxidable durante 5-8 días, cada variedad por separado. Luego, durante la maduración hacemos un pequeño trabajo de lías».
Como enóloga inquieta, a Irene le gusta experimentar, probar coupages diferentes y, aunque no ha madurado en barrica, no lo descarta: «Sí que me lo he planteado y más cosas... No descarto un tinto, aunque sé que es complicado».
Respecto al vino blanco en Cantabria, «como enóloga lo veo con potencial y creo que identifica muy bien la zona en la que estamos, clima templado, graduaciones moderadas, puntos de acidez moderados... El clima nos está favoreciendo, el cambio climático es la realidad. Ahora hay que ver cómo la viña se va adaptando, lo hará porque es una planta muy dura».
Respecto a su calidad, lo tiene muy claro: «Han mejorado mucho con lo cual la tendencia es ir a mejor. Tenemos más conocimientos, más años de experiencia y esto se nota y se notará. En general los vinos blancos de Cantabria son vinos muy correctos. El único problema que veo, además del citado de la falta de derechos de plantación, es que tenemos una asignatura pendiente, darnos más a conocer. El sector no tiene la notoriedad suficiente, necesita apoyo y más respaldo institucional».
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