El buen hacer de La gloria de Carriedo de la calle Cádiz

'Cuco' se mueve constantemente entre la cocina, la barra y la terraza, no para de ir de un lado para otro. Dice que en el trabajo hace una media de 7 kilómetros al día. En la cocina elabora y enseña a su equipo de cocina las salsas que acompañan a los mejillones y las patatas bravas, dos de las especialidades de la casa, junto a las rabas, cada vez con más demanda, o los torreznos de Soria, el pulpo a la gallega con sus grelos y el foie a La Gloria, elaborado con una reducción de Pedro Ximénez y servido sobre un croissant tostado.

La barra, durante todo el día, expone una gran variedad de pinchos fríos y caliente, sin que falten unas 'gildas' realmente atractivas y muy recomendables para abrir boca con cualquiera de los vinos que tiene esta casa. Los octavillos de anchoas no faltan en la barra, a vista del público.

Destacan también en La Gloria de Carriedo las raciones y los mini platos combinados, pensados para comer en muy poco tiempo, pero sin perder la esencia de lo casero.

Cuco, tras catorce años en El Emboque, mítico bar de copas ya desaparecido, se tuvo que reciclar, hizo cursos de cocina, aprender un nuevo oficio. «Me queda mucho por hacer, aunque intento hacerlo lo mejor posible. Soy muy inquieto, muy activo, y aquí en el bar más que un jefe soy uno más. De hecho, me dicen que no tengo un negocio, que tengo un trabajo. Hago las salsas, las tradiciones, y es en la cocina donde me gusta estar, llevando el control. Y para irme de vacaciones, tengo que cerrar».

A la hora del aperitivo, o por la tarde cuando terminan los turnos de trabajo, en la terraza y en interior de La Gloria de Carriedo se encuentra un clientela, asegura su propietario, formada por «comerciantes, médicos, abogados, políticos, repartidores..., clientes fieles. De todo un poco, eso sí, siempre con un buen ambiente». Aunque «cada vez viene más gente de fuera, los pasajeros del ferry, a las seis de la tarde, ya están pidiendo comida».

En cuanto al funcionamiento del local, Cuco afirma que «la hora del desayuno y la del vermut son muy fuertes y, por la tarde-noche, con la cerveza y el vino, se disfruta de las consumiciones con una agradable música de fondo. La terraza, cuando el clima es favorable, siempre se llena. Estoy intentando instalar unas mamparas para evitar el rigor del nordeste».