El café, testigo mudo de muchas reuniones y confidencias

La última vez que tomé café con un amigo, y me perdonaréis que mantenga su identidad en el anonimato, mientras dábamos pequeños sorbos a nuestra bebida, él se desahogaba dejando al desnudo las vicisitudes de su día a día. Terminamos riéndonos de nosotros mismos y recordando aquellos años mozos. Todos los problemas seguían intactos mientras pagábamos los cafés al camarero. Me dio las gracias porque ese café le supo a una mano extendida, a una luz en el túnel, a un abrazo reparador.

Cuando quedamos para arreglar un malentendido, el café suele ser el testigo mudo de la reunión. Cuántos cafés han sido espectadores en primera fila de una declaración de amor o los planes del proyecto de una vida, cuántas propuestas de trabajo se han brindado con café y los largos viajes en la carretera no serían lo mismo sin la obligada parada para repostar nuestra dosis de cafeína.

Si el día se complica y necesitamos energía para seguir o desconectar para volver a conectar, un café hace de las suyas para regalarnos un valioso respiro. Muchas veces llevo un café en un termo y escapo a las montañas, o incluso llevo todo el material para prepararlo allí, soy así de frikie, y mientras saboreo lentamente mi bebida favorita observo la belleza de un atardecer y justo en ese instante soy feliz.

Mi café tiene sabor a aliento en las adversidades, a alegría compartida, a amistad casi siempre, a risas, a la ilusión de las primeras citas, tiene notas a reconciliaciones, a espera, a ganas de comerse el mundo, tiene los matices de la esperanza, de los sueños y a despedida.

En torno a él gira la vida. Cuánto nos da el contenido de esta taza. El precio del café, ¡qué barato es!

• Temas
• Café
• Cantabria en la Mesa