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Mucho trabajo, dedicación, constancia, vocación de servicio y un poco de osadía. Estos son los valores que están detrás de Camarguesa de Despice SL, más ... conocida como Camarsa, empresa de venta de productos cárnicos que comenzó su andadura hace casi cuarenta años como un pequeño negocio familiar, con apenas una decena de empleados y hoy es una gran compañía de ámbito nacional que tiene en plantilla a más de 170 personas.
Sentados a la misma mesa Pedro Díaz y Juana Lavín, junto a sus hijos María, Ana, Mateo y Pedro, ponen en común los atributos que definen a la corporación de la que hoy todos forman parte mientras comparten entre risas y mucha, muchísima complicidad su historia y sus planes de futuro. Y es que lo primero que uno nota tras cruzar las puertas de esta organización afincada en el polígono de Trascueto (Camargo) es que este es un equipo bien ensamblado, que trabaja codo con codo, echando una mano allá donde es necesario porque todos conocen al dedillo cada rincón y tarea de la nave. Para nosotros, Camarsa «es un modo de vida», asegura María.
Pero empecemos por el principio, por Pedro y Juana, los pilares de un proyecto que «empezó de cero, con un camión que debía ser de quinceava mano y no nos duró ni un mes», recuerda Pedro. Y es que la verdad no es otra que los inicios de Camarsa fueron duros. En 1988 Pedro dejó su puesto para sumarse a este negocio que en sus primeros compases tenía tres socios y donde él comenzó como empleado. La suerte, –«sobre todo visto a toro pasado», puntualiza Mateo– quiso que a los pocos meses se viera en la tesitura de ponerse al frente o cambiar de rumbo. Y «como siempre he sido un poco lanzado, decidimos aprovechar la oportunidad aunque fuera con el cielo arriba y la tierra abajo, nada más».
El tiempo, sin duda, ha respaldado la decisión. Hoy, Camarsa es un referente en el sector, con un dilatado bagaje en la comercialización de carne despiezada a gran escala, una fórmula en la que fueron pioneros en la región y que han convertido en un sello de identidad junto a su vocación de servicio, la cual se plasma en un principio básico: «dar al cliente lo que quiere y cuando lo necesita», afirma Pedro hijo.
En el proyecto de Camarsa nunca ha estado presente la faceta productora. «Nosotros compramos la carne –en España y otros países de la UE–, la manufacturamos y la vendemos», expone Pedro, lo que también ha supuesto «no tener ese respaldo, por lo que la única manera de salir adelante y crecer era a base de meter muchas horas».
De inicio, Camarsa se centró en el despiece y comercialización de carne de pollo, el sector que Pedro mejor conocía. Después se incorporó el cerdo, el vacuno, el cordero y el lechazo. De todos ellos el cliente puede encontrar prácticamente cualquier corte que pueda imaginar, así como también embutidos, morcilla y huevos.
Con el tiempo, los elaborados también entraron a formar parte de la gama de productos, al principio a través de una empresa externa y ahora con una producción propia. «Decidimos implementar ese valor añadido que se quedaba por el camino y creamos nuestra propia planta de elaboración, con la que hemos aumentado mucho nuestro catálogo». Tanto es así que ahora ofertan hasta una treintena de opciones, entre las que cabe destacar una decena de variedades de hamburguesa, chorizos, pinchos morunos, salchichas, cachopos... Disponen también de lotes ya cerrados, donde «sobre todo en verano es muy popular el de barbacoas», explica Ana. Y finalmente, desde el año pasado, también se han convertido en «punto de venta de productos de quinta gama», concluye María.
En cuanto a la red de distribución, las empresas de hostelería constituyen su principal cliente y, junto a ellas, también son habituales de la casa colegios, hospitales, centros penitenciarios, residencias de mayores y centros de día, empresas de cátering y carnicerías.
Pero eso no es todo, ya que –«aunque quizás aún sea algo desconocido», reconoce Mateo– Camarsa también realiza venta directa a particulares, bien a través de su página web, por encargo telefónico o presencialmente en sus instalaciones de Trascueto.
En definitiva, aquí hay de todo y para todos, porque, pese a que el suyo es un nombre que el ciudadano de a pie tiene más asociado al ámbito profesional, «lo nuestro es tanto la venta al por mayor como al por menor», aclara María.
Una red de ventas que, aunque pone especialmente el foco en nuestra región, también se despliega por Asturias y País Vasco. De momento... «Nosotros no tenemos un plan de crecimiento establecido», afirma María, pero el «trabajo nos va llevando, sin pretenderlo, hacia nuevos sitios, es un crecimiento natural», asegura Mateo.
Fruto de ese trabajo constante y de esa evolución sostenida en el tiempo, Camarsa arroja hoy en día unas cifras apabullanes que reflejan la envergadura que ha alcanzado. Así, en 2023, detalla Ana, «vendimos 4.320.000 kilos de carne, con una facturación próxima a 26 millones de euros». Al día, esto se traduce en una media de 14.000 kg y, «en verano, podemos llegar a trabajar con unos 25.000».
La gran complejidad de este volumen, explica María, reside en que «podemos gestionar pedidos que van desde 1 kg hasta un palé, por lo que la logística es complicada». Y además, puntualiza Juana, «nos exigimos muchísimo, siempre trabajamos con el reto de hacerlo perfecto».
En este contexto, cabe señalar también la tendencia al alza de la nueva gama de elaborados, que en conjunto ya supone el 12% del volumen de ventas.
Camarsa dio sus primeros pasos en el polígono de El Carmen, en Revilla de Camargo, donde «uno de los socios fundadores tenía una nave que se aprovechó para empezar», rememora Pedro. No obstante, pasados unos cinco años de actividad, se publicó una nueva normativa que marcaba una serie de exigencias que aquel local no reunía, lo que llevó a la empresa a buscar una nueva localización. Y así fue como Camarsa recaló en el Polígono de Trascueto, en el mismo valle de Camargo, donde ya lleva más de treinta años asentada.
Aquella nave, de unos 1.200 metros cuadrados de base y repartida en dos plantas, ha sido el centro de operaciones del negocio familiar hasta que en 2018 decidieron expandir sus instalaciones. Así, la compañía adquirió el local adyacente, de similar tamaño, con el objetivo de «ampliar el espacio para cámaras frigoríficas y salas de despiece, ubicar los compactadores de cartón y plástico que nos exige la ley, instalar una nueva sala para productos elaborados y modificar un poco la zona de oficinas», enumera Ana.
Y junto a la nueva distribución de la sede –operativa desde 2022– la empresa ha ido realizando una continua inversión en maquinaria y herramientas tecnológicas que favorecen su eficiencia.
A escala administrativa, explica Ana, las aplicaciones tecnológicas «han supuesto un gran avance», ya que atrás ha quedado el apuntar los pedidos a mano y pasarlos a producción vía telefónica. «Ahora todos los comerciales cuentan con una tablet y un programa específico que hace que todo sea mucho más automático». En paralelo y sobre todo a raíz de la pandemia, su página web también ha evolucionado mucho, principalmente como canal de venta online.
Por otra parte y en lo que a la zona de producción se refiere, se ha adquirido toda la infraestructura necesaria para crear la nueva sala de elaborados y en el área de despiece cuentan con maquinaria puntera que «facilita el trabajo, aunque es importante decir que para nosotros, las manos, el factor humano, es esencial, porque en Camarsa damos un servicio personalizado al cliente y las máquinas hacen un trabajo más estandarizado que no siempre es lo que necesitamos», argumenta Pedro hijo.
Por otra parte, la compañía cuenta con una delegación en Trápaga (Vizcaya), desde la que surte a su clientela de Vizcaya y gestionada por Alfredo Fernández, también ligado a la familia. Igualmente, tiene alquilado un muelle en otra nave de San Sebastián desde donde distribuye el género para este territorio, último en sumarse a su red de puntos de venta.
Desde Ana, que ya lleva 30 años en la empresa, hasta María, que ha sido la última en incorporarse hace tan solo tres, a día de hoy, todos los hijos de Pedro y Juana trabajan en Camarsa. La historia de cada uno de ellos dentro de la organización es distinta, pero todas han evolucionado hasta converger en el momento actual, cuando los cuatro han formado un sólido equipo, listo para tomar el testigo y dar a sus padres «el descanso que ya se han ganado», afirma Mateo. Así, «aunque cada uno tenemos nuestra área de especialización, todos dominamos todo y nos apoyamos en lo que haga falta, tenemos una unión muy fuerte y para nosotros, trabajar con los de casa es lo mejor», asegura Pedro hijo. Y mientras al padre se le ve encantado con la decisión, delegando la gerencia y volviendo a sus orígenes –«donde más le gusta estar», asegura Juana–, repartiendo y en contacto con la gente.
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Ana del Castillo
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