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Cantabria disfruta en Navidad de las torrijas desde al menos 1864

Cantabria disfruta en Navidad de las torrijas desde al menos 1864

recuerdos ·

Ya en ese año José María de Pereda relataba en sus 'Escenas Montañesas' como unos preferían comerlas con miel y otros con azúcar

Gabriel Argumosa

Santander

Jueves, 30 de diciembre 2021

En estas fechas seguimos con la tradición gastronómica de disfrutar unidos en familia de un plato de verduras o sopa, pescado o marisco, un pavo o pollo relleno y de postre los consabidos turrones, polvorones o mazapanes. Pero en nuestra infinita Cantabria tenemos nuestras peculiaridades, como en otros muchos detalles gastronómicos, y nos salimos de tal patrón típico, no solemos dar valor ni a las sopas ni a las verduras, hemos abandonado, por razón evidente del precio, el degustar el famoso besugo, y en los postres, acompañamos a los típicos de nuestro país con torrejas, algo tan peculiar nuestro en esta época del año, pero que en el resto de nuestro país se degustan en Semana Santa.

De entrada, nos encontramos que incluso en nuestra tierra su denominación varía, según las zonas e incluso conforme a las familias, unos las llaman torrejas, otros torrijas e incluso muchos las denominan tostadas. Con todo respeto, no encuentro explicación a esta última denominación, pues en ningún momento el pan, ingrediente imprescindible y principal de su elaboración, pasa por ser tostado.

Mi denominación preferida es torrejas, puesto que la primera vez que un término parecido a 'torrija' aparece por escrito fue en un texto del poeta y autor teatral salmantino Juan del Encina (1468-1533), que en su villancico número IV, escribe:

«En cantares nuevos

gocen sus orejas

miel e muchos huevos

para hacer torrejas

aunque sin dolor

parió al Redemptor».

Nuestro hábito de consumirlas en Navidad no es de reciente costumbre, pues ya José María de Pereda, en sus 'Escenas Montañesas' (1864), en su capítulo sobre la Noche de Navidad escribe:

«De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata.

De repente exclama el primero, en la misma postura y dándose con los talones desnudos en las asentaderas:

–Yo voy a comer torrejas... ¡anda!

–Y yo tamién, –contesta el otro con idéntica mímica.

–Pero las mías tendrán miel.

–Y las mías azucarás, que es mejor».

Como podéis apreciar, se consideraba mejor acompañamiento el azúcar, posiblemente por ser necesario adquirirlo y la miel fuese de producción propia. Actualmente el azúcar ha caído en desgracia, a pesar de que muchas generaciones han crecido, y disfrutado incluso, de bocadillos de otro producto denigrado en nuestros momentos, como es la mantequilla, acompañados con el azúcar.

La carne también formaba parte de sus cenas o comidas especiales de esas fechas, con pan de trigo, otro producto actualmente en entredicho:

«–Pus en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello...

–Y mi padre trijo ayer dos basallones... ¡más grandes!...».

Se ensalzaba otro producto que en estos momentos cuestionado, como es la leche entera y su nata, os pongo a colación:

«Con igual uniformidad de movimientos retiran los brazos del arcón, míranse cara a cara y se chupan los respectivos dedos.

–¡Güena está la leche! –dice el de casa.

–¡Mejor está la nata! –repone su camarada.

–¿Te la comiste?

–¡Corcia!... ¡toa la apandé con el deo!»

Así que, igual que en 1864, a comer y disfrutar de las torrejas, pues es muy probable que, tras leer una receta os animéis a elaborarlas en vuestra casa. Tened presente que es difícil comer solo una, así pues, disfrutemos de ellas en tan especiales fechas, y si os gusta la nata, no la hagáis ascos, tal cual, a dedo, si tenéis la suerte de que vuestra leche «la crie», o elaborar un postre con ella.

Ya José Bergamín escribió refiriéndose a las torrejas: «El hambre de cada día dánosla hoy, y mañana dánosla más todavía».

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