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El Hotel Campomar, en la localidad de Isla (Arnuero), juega con la gran ventaja de tener una buena parte de la despensa a muy poca distancia de las puertas del restaurante. Peces y mariscos que los pescadores de la zona traen a diario a esta casa, que además cuenta con su propio vivero para abastecer a una cocina tradicional, muy marinera, al frente de la cual está Lucilo Quesada, un chef que ha pasado por otros restaurantes importantes, como el Deluz o La Radio, en Santander. Por lo tanto, el Campomar pone sobre la mesa dos importantes cartas: la materia prima que le ofrece la mar y la mano de obra especializada. Pero es que, además, en este establecimiento se trabajan con acierto y criterio las carnes de Cantabria, en especial de Campoo, y postres caseros.
En verano, el comedor principal del Campomar está a reventar de clientes. En los días de sol, la gente compagina el baño en la playa de La Arena, con el almuerzo en el restaurante que regentan los hermanos Campo, Javier y Saúl. Ellos lideran un negocio que fundó su abuela y que siempre ha sido fiel a la demanda del cliente, en cuanto a la elaboración de los platos se refiere, pero siempre teniendo en cuenta los toques personal del chef.
Un día cualquiera, entre semana, abundan en la sala y en la terraza las familias con niños que han elegido el hotel Campomar para pasar unos días de vacaciones. Para ellos existen variedad de platos que salen sin pausa de la cocina de Lucilo y su equipo. Se ven en las mesas arroces y muchos menús infantiles.
Para comer a la carta -destacar el trato de todo el equipo de camareras-, se puede comenzar por un pulpo a la brasa sobre una espuma de patata barnizada con el propio juego del cefalópodo y un toque de pimentón. Este plato está de moda en toda España y su demanda es altísima, por eso no falta en el Campomar. Las 'patas' están en su punto de textura y cocción sobre el fuego, con un interesante toque, muy sutil, de picante.
La segunda de las propuestas es una interesante y sabrosa lasaña de foie, con queso de cabra y setas (boletus). Hecha con una besamel muy suave es capaz de mantener los sabores de las tres materias que componen el plato. De acompañamiento lleva dos toques de mermelada: fresa y manzana. Plato muy original y bien estructurado.
De carne, merece la pena pedir - está siempre en la carta- la paletilla de lechazo. Esta se hace a baja temperatura durante 16 horas, según comenta el propio chef. El resultado es el de una carne muy tierna, que se deshace en la boca, manteniendo todo su sabor. Se acompaña de unas verduras de temporada.
Otra opción, como plato, fuerte es el arroz, una de las especialidades de la casa. El meloso con bogavante bien merece la pena. El arroz sale a la mesa suelto, jugoso, con ese intenso sabor a mar que deja el crustáceo, procedente de los viveros que el restaurante tiene en el mismo edificio.
En el apartado de postres, señalar que todos ellos se hacen en la cocina del Campoamor. Ninguno procede de pastelería u obrador alguno. Destacan tres en especial: la tarta de queso, la torrija de la abuela y el helado de queso. Este último es una delicia, ideal para acabar el almuerzo. Se trata de un postres denso de textura, dulce y con acentuado sabor a queso.
Para los amantes del marisco, este restaurante tiene un menú especial compuesto por un aperitivo, tosta de queso de cabra con manzana confitada con coulis de frutos del bosque, pudding cremoso templado de pescado, parrillada de Marisco (4 gambas, 3 langostinos, 6 navajas, almejas al vapor, 1/2 bogavante, 1/2 Langosta) o chuletón de Alto Campoo de 600 gramos y pastel fluido de chocolate con helado de vainilla, café y licores. Su precio es de 38 euros por persona, sin bebida.
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