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En el obrador del convento de Las Clarisas, en Villaverde de Pontones, empezó ayer por la mañana la operación Roscón de Reyes. Hasta el próximo ... domingo, 5 de enero, será el producto estrella en sus hornos para responder al tirón de demanda que ayer mismo ya se empezó a notar a las puertas del edificio. «Me llevo diez roscos en un mismo viaje. Me los encargan familiares y compañeros de trabajo. Para muchos de nosotros son los mejores que hemos probado», comentaba un cliente que se había desplazado desde Santander. De puertas para adentro, la producción estaba a pleno rendimiento. Aunque nadie sabrá cuántas unidades se venderán, porque eso «es secreto profesional», como indicaban las religiosas al frente de esta empresa, bajo la marca Repostería Fina Santa Clara, que cumple dos décadas de trayectoria. Serán cuatro jornadas intensivas en la elaboración de sus famosos roscos, que se distribuyen en los supermercados BM y en el propio convento a 20,90 euros el de medio kilo relleno de nata fresca. Pero los tienen también de crema, trufa o sin relleno, y en dos tamaños, el de 500 gramos o el de 750.
En el convento de clausura venden repostería todo el año, pero es ahora su temporada alta. Por eso, a la entrada se puede comprobar el permanente goteo de clientes que se acercan para adquirir sus dulces navideños. «La calidad del producto es inmejorable. Los roscos son deliciosos y también los puños de San Francisco», añadía otra clienta que llegaba desde Revilla de Camargo.
El Roscón de Reyes es su producto estrella estos días, pero «se vende todo lo que elaboramos por igual», aseguran las religiosas y expertas reposteras, que también preparan turrón praliné, duro, blando, de nueces, de yema o de chocolate de almendra; así como glorias, almendrados, polvorones, mazapán, empiñonadas, rosquillas, magdalenas, tejas, pastas variadas o tartas por encargo. Desde que empezaron con el negocio, en el monasterio se han ido profesionalizando y ahora son capaces de producir «mejor, más cantidad y más rápido», afirman, hasta el punto de que han llegado a su máximo: «No queremos vender más de lo que ya vendemos». Detrás de la marca Repostería Fina Santa Clara, que dispone de página web, hay un equipo de trece monjas clarisas, varias de ellas procedentes de la India y Vietnam, que trabajan concentradas y sin borrar la sonrisa. Y eso que su horario de trabajo comienza a las cinco y media de la mañana, con parada para la oración y comer. Después, continúan con las manos en la masa hasta las siete de la tarde. A lo largo de estos 20 años que llevan elaborando repostería, «hemos invertido en nueva maquinaria que nos permite ganar tiempo en el proceso de elaboración y poder producir más rápido», explica la abadesa, Sor María Clara.
Al frente del negocio está Sor Encarnación, la más veterana, que ronda los 80 años. Y a pesar de su edad es quien puede presumir de propuestas innovadoras, como las 'pastas surferas', de las que tienen la patente. Son unas galletas con forma de tabla de surf, vinculando su producto al tirón turístico del surf en los municipios próximos al convento, en especial al de Ribamontán al Mar. «Me vino la idea por el Espíritu Santo. Un día iba conduciendo y al ver el cartel con forma de tabla de surf del municipio tuve la iluminación», explica Sor Encarnación, vicaria del convento. «Al llegar, se lo planteé al resto del equipo y nos pusimos a trabajar para conseguir el molde y tramitar la patente para que no nos copiaran la idea. Después, las comercializamos y son un éxito, como todos los demás dulces que preparamos. La calidad de la materia prima es la clave».
Sor Encarnación es, además, la persona que se ocupa de llevar la hoja de gananciales. Los beneficios se destinan a costear sus necesidades, alimentos, mantener el convento y contribuir en obras de caridad: «Llevar las cuentas es una labor diaria que requiere rigor, como en todas las empresas y en todas las casas», subraya.
Cada hermana está dada de alta en la Seguridad Social y paga a Hacienda, explica. Además, las clarisas se esfuerzan por «ajustar mucho el precio del producto sin restar calidad». Sus proveedores son de Villaverde de Pontones, donde adquieren la nata fresca, y desde Logroño y Barcelona llegan el chocolate y los frutos secos. A estas monjas de clausura el trabajo les motiva, pero no quieren que les aleje de las reglas de la Orden: «Procuramos seguir el mensaje de nuestro Padre, San Francisco de Asís, 'trabajar sin apagar el espíritu de devoción y oración'».
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