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Cada vez que entro en un restaurante mexicano en mi ciudad, me encuentro con la icónica imagen de Frida Kahlo. Su tez oscura, sus grandes cejas que se funden en una sola, sus ojos de mirada penetrante y su cabello azabache recogido por detrás con ... un pequeño moño, deslumbran al cliente hasta tal punto de que uno se olvida de la carta para centrarse en su retrato. A la salida, en varias tiendas de modas, se vuelve a repetir la imagen, esta vez sobre una estampación en la parte delantera de una camiseta blanca. Incluso, en alguna calle, podemos encontrarnos un grafity que nos recuerda a esta pintora que, más conocida por su rostro que por su vida y obra, subió a los altares del arte en los primeros años del pasado siglo. A veces, junto a Frida, nos vemos de frente con Diego Rivera, su marido, el que la enseñó alguno de los secretos de la pintura y con el que vivió unos años tormentosos llenos de infidelidades.
En Madrid, desde hace ya unas semanas, se contempla la exposición 'Frida Kahlo, alas para volar', en la Casa de México. Más de treinta obras de la artista poliomilítica, cuya juventud se vio aún más masacrada por un violento accidente cuando se desplazaba en tranvía hasta su casa, y cerca de un centerar de fotografías, se pueden contemplar en esta muestra, abierta hasta el próximo noviembre.
En la cotidiana vida de Frida y Rivera hubo, además de mucho arte, unas fiestas en las que se servían a los invitados platos de auténtica cocina mexicana, muy elaborados, sin nada que envidiar a las nuevas creaciones de cocina fusión abundantes ya en todo el planeta. Para recordar aquellas cenas y comidas, la Casa de México en Madrid ha inaugurado un taller gastronómico titulado 'Entre sabores, de manteles largos con Frida'. En él, un grupo reducido de personas aprenden, bajo las directrices de un chef, algunas técnicas básicas de la cocina del país hermano. Limpiar un chile, freír un plátano o elaborar una de esas salsas picantes que preparaban Kahlo y Rivera para agasajar a sus amistades, se enseñan en este taller. Una manera de mostrar la riqueza culinaria de esta cocina ahora tan de moda en nuestro país.
Recientemente, en una de estas clases, los aprendices del arte culinario mexicano pudieron, entre otras actividades, asar, pelar y triturar unos tomates que, mezclados con distintas especias, se convirtieron en una rica salsa. También prepararon unos chiles, a los que pasaron por la lumbre y quitaron las pepitas. El resultado final fue una degustación de chiles rellenos de queso, arroz y plátano frito, sobre esa salsa 'pelín' picante.
Eduardo Pérez, director de Asuntos Empresariales de la Casa de México, en declaraciones a la agencia EFE, señalaba que se trata de «platos muy representativos en la vida de esta artista mexicana. Contamos con la colaboración de chefs y restaurantes para mostrar esta riqueza culinaria que tiene todo México y lo hacemos semanalmente para que el público conozca a esas raices, y que no solo somos tacos o guacamole».
La Casa de México en Madrid se encuentra en la calle Alberto Aguilera, en el popular barrio de Chamberí.
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