Madres, fieles portadoras de la tradición de las abuelas
¿QUÉ HAY DE CENA PAPI? ·
Recuerdos de infancia, sabores domésticos y olores de felicidad... Una valiosa herencia recibidaSecciones
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¿QUÉ HAY DE CENA PAPI? ·
Recuerdos de infancia, sabores domésticos y olores de felicidad... Una valiosa herencia recibidaCariño, pasión, dedicación, sabores y olores que te traen recuerdos de felicidad, de infancia de un tiempo pasado que queda grabado en nuestras memorias, que han formado los cimientos de lo que ahora somos. Y todo se lo tenemos que agradecer a esos seres ... incombustibles que lo dan todo sin pedir nada a cambio, que han sido consejeras, aunque a veces no nos hayamos entendido, pero que la perspectiva del tiempo siempre las da la razón. Porque ellas también han sido hijas antes que madres y están más que preparadas para saber escuchar cuando un problema se nos viene encima.
Las madres, las personas con más amor y ternura que existen..., la paciencia infinita y la mayor capacidad de sacrificio, todo por y para sus hijos. Me gustaría felicitar a todas las madres y cómo no podía ser de otra manera, a la mía en particular, en su día, aunque soy de los que opinan que todos los días tendrían que ser el Día de la Madre.
Son las fieles portadoras de la tradición de las abuelas, las guardianas de la sabiduría de las recetas familiares, las que no permiten que eso se pierda. Impagable labor que deberíamos todos apuntarnos y no dejar que queden en el olvido las recetas que formaron nuestros cimientos.
Mi madre fue de esa generación que, además de criar a sus hijos, tenía que trabajar, y hacerlo sin horario, perdiendo muchos momentos de estar con nosotros. En aquella época no se hablaba de conciliación, se apretaban los dientes y se luchaba por intentar dar lo mejor a los tuyos, cosa que siempre hizo -que sigue haciendo, por supuesto-.
Tenía el don de llegar de trabajar y, en veinte minutos, hacer un primer y segundo plato que te dejaban con la boca abierta. Casi nunca sabías lo que ibas a comer, pero lo que sí sabías es que iba a resultar espectacular. Pero la base de su cocina estaba en la herencia de su madre, la abuela. Era la tradición con mayúsculas, el respeto a los tiempos, el saber transformar el ingrediente más humilde en un plato de diez, la comida que nunca era suficiente, porque si para una madre todo es poco, para una abuela había que comer hasta límites insospechados.
Lo que me gustaría que os quedara esta semana es la importancia de la recopilación de todas esas recetas familiares, que han forjado el carácter de cada uno de nosotros y que lamentablemente en los tiempos que corren se están perdiendo por falta de tiempo o de hábito para cocinar. Vivimos en un mundo desvirtuado. En la era de internet nos preocupa mucho más que los alimentos no tengan gluten, no se hayan manipulado genéticamente o que sean ecológicos, algo que provoca un profundo asombro entre nuestras madres y abuelas.
Cocinad con vuestras madres. Pedid que os expliquen sus trucos, sus recetas y transmitirlas a vuestras familias, no se pueden perder.
Recuerdo con pasión los emparedados de jamón y queso que hacia mi madre y que solíamos llevar a la playa. Me podía comer una montaña, siempre bien cargados de jamón y con queso de nata que hacían que fueran un bocado que se te deshacía en la boca. Yo los sigo haciendo con pan de molde, jamón, un buen queso de nata de Cantabria y, de vez en cuando, intercalo alguno con chorizo. Mojamos el 'sandwich' en leche y luego lo pasamos por huevo batido, lo freímos en aceite a fuego medio para que no se nos queme y el queso se derrita en condiciones, y lo tendremos listo para para irnos a El Puntal.
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