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REBECA PALACIOS
Jueves, 19 de septiembre 2019, 15:15
Cocineros 'de pueblo' han reivindicado el valor de sus restaurantes instalados en pequeños municipios como herramienta para defender la sostenibilidad de su entorno y contribuir al desarrollo rural, gracias a la generación de una nueva actividad económica. Daroca de Rioja, un municipio riojano de ... casi 60 habitantes, acogió la jornada 'Cocinas de pueblo', organizada por los hermanos Carlos e Ignacio Echapresto, del restaurante 'La venta de Moncalvillo', que cuenta con una estrella Michelin. El objetivo de esta iniciativa era compartir con cocineros, productores locales y artesanos la situación de la gastronomía en el medio rural.
Javier Olleros, del restaurante 'Culler de Pau', en Reboredo (Pontevedra); y Luis Alberto Lera, de 'Lera', en Castroverde de Campos (Zamora), participaron en una mesa redonda junto a Nacho Manzano, de 'Casa Marcial', en Arriondas (Asturias); el cántabro Ignacio Solana, de Solana, en Ampuero; y Elena Lucas, de 'La Lobita', en Navaleno (Soria).
Todos ellos tienen en común que apostaron por su localidad natal, un pequeño pueblo o aldea, para poner en marcha su propio restaurante, con platos creados a partir de la «cocina de pueblo», elaborados con producto local, técnicas tradicionales y toques de vanguardia.
Olleros detalló que escogió Reboredo para poder expresarse «a través de la gastronomía», pero desde «la calma y serenidad» de su pueblo, al que necesitaba «volver» después de unos años en los que trabajó en otros lugares. «No fue fácil», recordó Olleros, quien, con las «ambiciones contenidas», porque no montó el restaurante para hacerse «rico», se centró en sus comensales y ya ha cumplido una década en el negocio.
La sala del restaurante «abraza al paisaje» de la ría de Arousa, una «despensa marina» que proporciona un producto «de primera», al que este cocinero agregó todo «el cariño e ilusión» que puso en su proyecto hostelero, que se surte de verduras de su propia huerta, aunque también cuenta con productores locales.
Defiende la sostenibilidad que aporta su proyecto al medio natural de su pueblo al apostar por la huerta, en vez de aportar «más ladrillo» a la zona.
El chef cántabro habló en su ponencia de los pros y los contras que implica un restaurante en una zona rural. «Hay más desventajas que otra cosa. Las conexiones son más dificultosas, es mucho más complicado el aprovisionamiento y en el caso de las telecomunicaciones, hay situaciones en las que, por ejemplo, la señal de internet no tiene la calidad necesaria para un negocio competitivo. Además, quizá estamos mucho más condicionados por el tiempo que un restaurante de la ciudad. Y a todo ello se suma el miedo a los controles de alcoholemia cuando hay desplazamientos».
Y añade Ignacio Solana: «Esto es para valientes, tienes que mamarlo y querer mantener el legado que has recibido de la familia. Son inversiones muy importantes para no estar en una capital». Y concluye, también nos chocamos con Sanidad y Hacienda si queremos comprar la materia prima al señor del pueblo que tiene un pequeño excendente».
Por su parte, Lera decidió dar continuidad al mesón 'El labrador', la casa de comidas que fundó su familia en Castroverde de Campos en 1973 y cuyo relevo generacional asumió en 2008, para lo que decidió especializarse en los pichones de Tierra de Campos (Zamora). Dijo que decidió aprovechar «el potencial tremendo» del pichón bravío y de otros productos de caza menor, de los que se surte a través de empresas especializadas de la zona.
Tierra de Campos es una zona muy seca, con «mala huerta y producto muy tardío», pero él intenta suministrarse lo máximo posible de verduras cultivadas en su comarca. Además, esta provincia es una de las «más despobladas, envejecidas y empobrecidas» de España, resaltó, por lo que los restaurantes locales «no creían» en el producto de la zona, como por ejemplo, la legumbre.
Para este cocinero, su proyecto hostelero supone «un vivo ejemplo de desarrollo rural», ya que proporciona empleo directo a 12 personas e indirecto a muchas más en su pueblo, con unos 200 vecinos habituales. «Yo no creo en las ayudas directas para contribuir al desarrollo rural, solo pido que no se pongan trabas burocráticas cuando apuestas por montar un restaurante o instalar un negocio en tu pueblo», concluyó.
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