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Hace cien años, los mejores restaurantes solían esta en los hoteles de lujo. Llegó luego un tiempo, sobre todo en España, en que a los clientes, por distintos motivos, no les gustaba entrar a un hotel para comer. Empezó entonces un declive de estos ... comedores, limitados a los propios huéspedes. Para remediarlo, los hoteleros empezaron a abrir puertas directas a la calle que facilitaran el acceso, pero sobre todo empezaron a darse cuenta de que un alojamiento de categoría debe contar con al menos un buen restaurante como complemento imprescindible en la oferta a sus clientes. Fue entonces cuando las cadenas hoteleras, grandes y pequeñas, decidieron apostar por la gastronomía, hasta el punto de que algunos de los mejores restaurantes españoles se encuentran en establecimientos hoteleros.
Para muchos cocineros, trabajar en un buen hotel supone la tranquilidad de un sueldo seguro cada mes frente a la incertidumbre del negocio propio. Y mejores instalaciones y medios para lucir su trabajo. Hay también un fenómeno inverso, el de los restaurantes que abren un hotel para sus clientes. Ahí están como ejemplos notables, Atrio, en Cáceres, donde José Polo y Toño Pérez han montado uno de los hoteles con más encanto de España; o Echaurren, en Ezcaray, con otro hotel lleno de encanto, fiel reflejo de la hospitalidad de la familia Paniego.
Obviamente, las grandes cadenas buscan, además de ofrecer un mejor servicio, el prestigio de las estrellas Michelin. Algunos ya lo han conseguido. Pienso por ejemplo en el Abama de Tenerife, que suma tres. Dos en MB, bajo el control de Martín Berasategui (aunque con el gran Erlantz Gorostiza en el día a día), y una en la sucursal de Kabuki. Otros trabajan para conseguirlo, apostando por nombres propios pero también, y sobre todo, por la calidad. Uno de ellos es el lujoso Royal Hideaway Corales, también en el sur de Tenerife, donde estuve el fin de semana pasado para visitar tres de sus restaurantes.
Uno de ellos, Maresía, asesorado por los hermanos Padrón (El Rincón de Juan Carlos) está ya muy cerca de la estrella. Los otros dos, uno con pescados de la isla y un italiano de notable calidad, garantizan la satisfacción de una exigente clientela de alto nivel. Comer bien en un hotel ya no es tan complicado, al menos en algunos.
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