¿Conoces las propiedades de las salsas picante?

Al picante le pasa como a la aspirina, en su justa medida ambos benefician nuestra salud y nos ayudan a tratar algunas dolencias. Pero a algunas personas sensibles o si se abusa de su consumo, tanto el condimento como la medicina pueden ocasionar problemas de estómago. Para el resto, el picante nos puede proporcionar placer gastronómico y salud. Algunas plantas han aprendido a defenderse de sus predadores promoviendo que sus frutos acumulen una sustancia muy especial, la capsaicina. Esta molécula ejerce acciones fisiológicas muy potentes y cuando entra en contacto directo con las células gustativas de la boca, las estimula de tal forma que genera una sensación peculiar (desagradable y dolorosa cuando es excesiva) que es el sabor picante.

En su justa medida, el sabor picante (tabasco, cayena, jalapeños. pimientos, guindillas, pimentón, ají, etc.) añade cualidades agradables a los guisos y se ha utilizado en la mayor parte de las cocinas del mundo. Cuando se ingiere de forma moderada y habitual, la capsaicina ejerce importantes efectos sobre el metabolismo de las grasas: reduce los niveles sanguíneos de colesterol y de los triglicéridos, y reduce la grasa corporal. La capsaicina también reduce la llamada resistencia a la insulina ya que favorece la acción de la hormona, efecto que puede ser muy beneficioso para todos a partir de la edad adulta y en especial en los diabéticos.

La capsaicina muestra también acciones beneficiosas sobre determinados tipos de cáncer. Es curioso que uno de los efectos más generales de la capsaicina es la de calmar el dolor. En las farmacias se dispensan cremas con capsaicina para tratar dolores neurálgicos.

A mi me gusta mucho el picante y preparo una salsa saludable y rica con la que animo muchos platos y cuya receta quiero compartir con ustedes. Utilizo un par de puñados de guindillas o de pimientos pequeños picantes, según el gusto de cada cual, los lavo y los parto por la mitad. Yo no les quito la grana ya que es donde más vitaminas y antioxidantes hay. Los pongo en una cazuela pequeña junto con tres o cuatro dientes de ajo y una ramita de hierbabuena, los cubro de agua y los cuezo 20 minutos a fuego lento. Hay que tapar la cazuela y poner el extractor para que no se llene la cocina de vapores picantes. Luego, quito la ramita de hierbabuena y lo vierto todo en una batidora. Añado una cucharadita generosa de pimentón de la Vera y media de cúrcuma, sal, dos pizcas de orégano y media taza de vinagre blanco.

A quien le guste puede añadirle algo de jengibre. Se tritura todo bien y se cuela sobre la cazuela. Volvemos a hervir unos diez minutos para espesar la salsa. Dejamos enfriar, añadimos media taza más de vinagre y envasamos en el recipiente, con tapón, que más nos guste.

Esta salsa puede aguantar varias semanas en la nevera. Además de animar nuestros guisos nos proporciona salud, ya que aporta numerosos antioxidantes y vitaminas, además del componente estrella, la capsaicina.