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Sabemos que el té, cada vez más en alza, con millones de fieles esparcidos por todo el planeta, y con una gran tradición en Inglaterra, donde a las cinco de la tarde ('the afternoon tea') se bebe con unas pastas de mantequilla y ... sandwiches salados, aprovechando que el pueblo desconecta de la rutina laboral -entre una nube de leche-, es una infusión, un producto precedente de la hoja de una planta: Camellia sinensis, originaria de China, y de las de su 'pariente' Camellia assamica, de la India. Hoy es la segunda bebida más consumida en el mundo, después del agua, y se cifran en unas 15.000 tazas de té por segundo las que los humanos nos llevamos al gaznate cada día.
La historia de esta bebida arranca, al parecer, en el año 2737 A. C., y por supuesto tiene su aquel. Un emperador chino, Shen Nung, había ordenado a sus súbditos que hirvieran el agua antes de ser consumida. Un día, mientras descansaba bajo la sombra de un árbol silvestre, el viento llevó hasta su agua en ebullición unas hojas, que se fueron diluyendo lentamente. Atraído por el olor, probó la mezcla y quedó sorprendido por su sabor y frescor. Nació así una leyenda y la bebida que, entre otras cosas, fue el origen de la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775-1783), la que encabezaron los colonos americanos contra los 'casacas rojas'.
Haciendo una rápida cronología desde que Nung se encontrara las hierbas en su agua hirviendo, podríamos comenzar por el año 59 a. C cuando aparece el primer libro con instrucciones para preparar el té. Entre el 400 y el 600, ya en la era de Cristo, se comienza a cultivar, y a partir del 618, las caravanas de la Ruta de la Seda lo venden en polvo en India, Turquía y Rusia. En el 780, el escritor Luyo escribe la que se conoce como la Biblia del Té.
Fueron los holandeses en 1610 quienes introducen esta planta en Europa, pasando en 1636 a Francia, al tiempo que empiezan a abrirse los selectos salones de té. Cuarenta y siete años después, el empresario Thomas Garway introduce esta bebida en Inglaterra. En 1705 la importación crece en este país hasta las 800.000 libras.
Unos pocos años después, se hace popular en las colonias norteamericanas. La llamada 'Guerra del Té' -Boston Tea Party- estalla en 1773. Un grupo de habitantes de aquellos dominios británicos disfrazados de 'pieles rojas' arrojó al mar la carga de té de tres buques ingleses. Fue un acto de protesta, considerado el detonante de la guerra de Independencia de los Estados Unidos.
La empresa Twinings, en 1837, logra que su té sea el oficial de la Corte Real por la Reina Victoria. Un paso importante surge en 1908 cuando el importador Thomas Sullivan inventa las bolsitas de tela cosidas a mano para introducir el té y sumergirlo en el agua hirviendo. Gustó tanto que cambió la seda por la gasa, más barata y, en 1953, comienzan a utilizarse de manera masiva estos saquitos. En 2012 había ya más de 40 países en el mundo productores de té, aunque históricamente los principales países productores han sido China, Japón, India, Sri Lanka, Kenia y Turquía.
Propiedades y colores
El color es una de las características de las distintas clases de té, aunque proviene de una sola planta, la Camellia, y sólo la infusión de esa planta debe llamarse té. La oxidación y el procesado de las hojas tiene que ver con esa amplia gama de pócimas.
Té verde
El té verde no ha sufrido ningún proceso oxidativo. El color de esta hoja va del amarillo pajizo, hasta el dorado, verde limón, o verde más intenso. Posee aromas muy frescos, vegetales, salados, herbáceos, dulces y almendrados. Esta variedad ayuda a combatir el estrés, a relajar el cuerpo, posee efectos anti-cancerígenos, ayuda a aumentar el metabolismo y prevenir la obesidad, ayuda a proteger el corazón y el cerebro de enfermedades vasculares, mejora el sistema inmunitario y previene la enfermedad de Alzheimer, ayuda a controlar la diabetes y a prevenir la fibrosis hepática, combate el envejecimiento y mejora el aspecto de la piel y las uñas.
Té blanco
El llamado té blanco presenta un color amarillo pálido, con aromas florales y algo herbáceos. Sabores con notas florales, dulces y frutales, suaves y aromáticos. Disminuye los niveles de colesterol en sangre, protege de las caries y previene infecciones, mejorando las defensas.
Té azul
El té azul (Oolong) ha sufrido un proceso oxidativo, y dependiendo del grado de oxidación que tenga, puede presentar un aspecto visual que va desde amarillo verdoso hasta ocre intenso, igual que con el aroma y el sabor. Dependerá del grado de oxidación, obteniendo aromas herbáceos, florales como orquídeas, terrosos y sabores dulces con tonos a miel y ligeramente amargas en equilibrada relación. Como otros tipos de té, el azul cuida el hígado y evita que lo puedas tener graso. Mejora, además, la función respiratoria, reduce el azúcar en la sangre y la presión arterial.
Té rojo
El té rojo o Pu Erh posee colores que van desde el cobrizo, hasta el ocre y el caoba. El aroma es especiado e intenso: a malta, tierra mojada, torrefacto, tabaco, terroso, mineral y con toques de torrefacto o frutos secos. Su principal virtud, además de las que prestan el resto de los tes, es que estimula la digestión en comidas abundantes en grasa.
Té negro
El té negro sufre una oxidación total con un proceso de marchitado, enrulado, oxidado y secado. Posee una gama de colores intensos desde ocres hasta caobas; con un aroma intenso, cacao, regaliz, malta que se traducen en notas dulces en boca, persistente, siendo la variedad que presenta mayor intensidad y persistencia a lo largo de todo el recorrido en la boca. Es ideal para consumirse antes de las comidas, ya que prepara el aparato digestivo para trabajar correctamente.
Hojas ahumadas
Especialmente atractivo es el Lapsang Souchong, un té negro originario de Zheng Shan parte del Monte Wuyi en la provincia de Fujian, en China. Se trata de un té elaborado con hojas ahumadas, generalmente cultivado entre 3.500 y 5.000 metros de altura, indicado para no coger catarro. En el idioma chino, conocido como fukienés, el nombre de este té significa 'variedad ahumada'. La procedencia, su lugar de origen, es otra de las cuestiones a tener en cuenta a la hora de distinguir los distintos tés.
El Darjeeling, al que algunos califican como el champán de los tés, es una mezcla de tres tés negros procedentes de una ciudad de la India con el mismo nombre. El de Ceilán reúne tés negros producidos en Sri Lanka. Son los más famosos. El de Formosa, (Taiwan), produce sobretodo el té Oolong que, apenas, se consume en Europa. Assam, es un té negro producido en el noreste de la India.
La popularidad del té ha llevado a la elaboración de distintas infusiones, ya populares por toda la geografía mundial. Un ejemplo es el té moruno, té verde con hierbabuena. De esa combinación se obtiene una refrescante infusión que, aseguran, te traslada al exotismo de las estrechas callejuelas de la medina de Marraquech. Otro el Urban Chai, un té que sabe a India. Mezcla de té negro y aromáticas especias: canela, jengibre, clavo, cardamomo, anís estrellado, raíz de achicoria y pimienta negra. Un toque de vainilla y hojas dulces de zarzamora completan el sabor.
El té, además de ser un auténtico disfrute para el paladar, caliente o en frío -con hielo es ideal para quitar la sed- también sirve para cocinar. Hay quiénes, incluso, destinan una variedad para cada producto, para llevarlo a hornos y cazuelas. Con el té verde se recomiendan la elaboración de tartas, salteados de mariscos, helados y como aderezo de aves.
El blanco, mucho más suave, sirve para emborrachar bizcochos y resulta muy adecuado para cocer patatas, dándoles un toque muy especial. Para carnes, el que se recomienda es el negro, ideal como fondo de numerosos guisos. El Lapsang Souchong, está totalmente indicado para hacer ahumados, como el de salmón.
Desde China o India, con su historia milenaria, sus misterios, su aroma y sabor, y sus múltiples propiedades, el té consiguió conquistar el mundo. Muchos de sus habitantes les dan las gracias, desde las cinco de la tarde, a la hora que sea.
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