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En estas fechas, no hay restaurante que se precie o ensalada estival que no tengan bonito en su carta o entre sus ingredientes, respectivamente. Pero, para que los cocineros puedan trabajar con el thunus alalunga –nombre científico del bonito del norte– y para que las ... empresas conserveras puedan embotar sus carnes y poner al alcance de los consumidores los botes en los lineales es necesario que los barcos salgan a la mar y que sus tripulantes completen jornadas interminables de pesca en duras condiciones.
El sector pesquero, tan imprescindible para nuestra alimentación como controvertido por todas las circunstancias que le rodean, es una fuente de riqueza en el Cantábrico por su participación en las sucesivas costeras del verdel, bocarte, bonito y sardina.
Sergio Valle Brígido (48 años), armador junto a su hermano y su primo del San Roque Divino, segundo patrón, presidente de la Cofradía Gastronómica del Bonito y, en breve –porque es el único candidato– patrón mayor de la Cofradía de pescadores San Ginés de Colindres, es una de las voces más autorizadas para hablar de la pesca del bonito y, al hilo de ello, de los problemas que tiene el sector pesquero:«Si no se producen cambios, en el plazo de diez años desaparecerá». Así de tajante se muestra y este año, a la vista de los acontecimientos, tiene más argumentos que nunca, aunque los problemas se arrastran desde hace años.
Miembro de una saga familiar de Colindres con cuatro generaciones de pescadores, Sergio se embarcó por primera vez el 15 de abril de 1991, con apenas 16 años. La fecha no se olvida. «Todo lo que tengo es gracias a la mar, pero algo estamos haciendo mal. Nos estamos quemando nosotros mismos. Hay que poner en marcha ideas nuevas, trabajar conjuntamente, reformular las cuotas que nos impone Europa, terminar con la competencia desleal de barcos de otros países que siguen pescando con la técnica del arrastre y que luego venden ese pescado mucho peor tratado en nuestro puertos, impulsar un relevo generacional que ahora mismo no existe. Estamos muy quemados y eso que somos hijos de armadores».
Aunque la mar es su pasión, Sergio, antes de relatar cómo es una jornada a bordo durante la costera del bonito, se desahoga:«Dan ganas de mandarlo todo a paseo, porque no atraemos a nadie. Con el dinero no atraemos. Las nuevas incorporaciones a las tripulaciones son generalmente africanos ¿Qué tipo de vida tengo si vas a estar todo el día en la mar para luego tener que vender a unos precios ridículos, inferiores en algunos casos a los que se pagaban hace dos décadas? Tengo un hijo de diez años y no le veo cogiendo el relevo. No tenemos los cojones de nuestros padres y no ir al mar».
El precio del kilo que se está pagando este año en las subastas de las lonjas de los puertos pesqueros del norte no satisface en absoluto a los pescadores. Sergio Valle pone en contexto el problema que este año están sufriendo con el bonito pescado.
«En Cantabria apenas hay 14 barcos de cebo vivo y poco más de cincuenta en todo el Cantábrico. Aunque ahora los barcos están mucho mejor preparados tecnológicamente, los precios de este año están muy por debajo del año pasado (una media de 3,80 €/kg)».
La conversación se mantiene este jueves en el puerto de Laredo, donde la flota está amarrada por las malas condiciones de la mar. Prosigue el patrón del San Roque Divino:«Ayer nos han pagado a 3 euros el kilo, aunque la media de esta campaña está entre 2,70 y 2,80 €/kg. Y esto teniendo en cuenta que todo ha subido, comenzando por el combustible».
¿Dónde está el problema? ¿No hay demanda? Sergio responde: «Las conserveras no están comprando pescado porque tienen los congeladores llenos de la pesca del año anterior. Para fresco se vende algo, pero el tarro de bonito en los lineales no está teniendo la demanda necesaria para vaciar los stocks de las fábricas. Al haber subido el precio del aceite más del doble, las conserveras han repercutido el coste y el consumo de bonito en lata o bote ha bajado. Si este año no demandan pescado y si no bajan el precio del tarro, qué va a pasar el año que viene. Que tendrán los congeladores más llenos y que comprarán menos».
Con este panorama, el futuro presidente de la Cofradía de Pescadores de Colindres comenta que «la única solución es extraer más bonitos, lo que implica menos descanso, un trabajo más duro, más días en el mar y menos atracción para quienes tengan la tentación de embarcarse. En el año 2000 vendíamos por encima de los precios actuales».
La solución parece poco sostenible pero el límite está en la cuota que establece Europa. Este año 18,8 millones de kilos, de los que ya se han pescado aproximadamente el 58%. En el caso del San Roque Divino, llevaba hasta el jueves unos 140.000 kg y el objetivo es alcanzar las 200 toneladas.
«Este año la cuota se va a acabar muy rápido, probablemente a finales de agosto. Es insignificante. Podía ser superior. Pero como nos hemos metido en la dinámica de la 'pesca olímpica', pescar todo lo posible lo antes posible, para que la campaña sea lo más rentable posible, la realidad es que el trabajo es más intenso y duro para la tripulación, no hay fines de semana porque el barco tiene que estar constantemente en marcha, salvo por temporal. Y así hasta que se termine la cuota. Si estás en casa te quitan la cuota».
Sobre los armadores sobrevuela desde hace cinco o seis años la posibilidad de que un día las administraciones decidan repartir la cuota por empresas en las costeras de la anchoa y el bonito. Entonces, el que más haya pescado, más cuota tendrá. «Y los barcos valen por la cuota que tengan».
Los barcos españoles tienen prohibida la pesca de arrastre pelágica, menos sostenible por que no es selectiva y de menos calidad porque el pescado es peor tratado. Barcos irlandeses y franceses, más allá de las 12 millas que corresponden a España, pescan en las mismas aguas que los pesqueros españoles. Yluego tienen la posibilidad de descargar en puertos españoles para vender a algunas conserveras de aquí –menos preocupadas por la calidad final del producto– lo que en sus respectivos países no les compran. Reglas diferentes en la misma Unión Europea.
Tan pronto como el temporal amaine, Sergio y sus compañeros de tripulación se volverán a echarse a la mar para retomar la costera. En las últimas fechas el San Roque Divino se movía cerca de la costa francesa tratando de llenar sus bodegas. Solo con ellas completas se regresa a puerto.Sergio describe de forma didáctica cómo transcurre el día. «Con la ayuda de la tecnología, el sonar, y de la vista –presencia de pájaros–, detectas un banco de bonitos. Entonces se pone en marcha todo el operativo. Se comienza lanzando cebo vivo para atraer a los peces. Estos vienen detrás de barco hasta que este se detiene y comienza a lanzar chorros de agua para 'escondernos' con la cortina que se forma. Las cañas están preparadas, hasta un total de siete. Cada pescador tiene detrás otro tripulante que le ayuda a coger con el gancho cada bonito que se iza al barco. Empleamos cebo vivo (bocarte, chicharrillo o sardina), lo muerto no lo comen–, que se inserta en el anzuelo. A partir de ahí se tira la caña y se recoge rápido. Cada caña pesca cuatro al minuto».El relato continúa:«Cada pez se sacrifica con un porrazo en la cabeza. Puede parecer duro, pero así el bonito sufre menos. Por un carril caen al vivero con agua fría o se van distribuyendo por la cubierta. Si los bonitos cayeran vivos, seguirían dando aletazos con la cola y esos golpes a otros peces no hacen más que provocar hematomas, que son esas manchas negras que no gustan de los bonitos».«Un banco de peces puede suponer una actividad intensa de pesca de veinte minutos a cuatro horas. Lo habitual es que capturemos piezas de 4 a 14 kg. Por debajo de ahí, los denominados 'monos', prácticamente no los cogemos. Así pueden volver más grandes el año próximo». Sostenibilidad
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